«Manèges», estratagemas infantiles
Las formas del discurso
El 13 de Mayo de 1978 en el marco del seminario Lo neutro dictado en el Collège de France, Roland Barthes, antes del comienzo de la sesión, en el tiempo dedicado a comentar las sugerencias y preguntas presentadas durante la semana por los alumnos y los oyentes, dice que ha recibido un carta anónima en donde se desprecia el contenido del seminario. La carta apela al silencio, busca callar al otro. Barthes señala que en toda carta anónima, más que el mensaje, lo agresivo se traduce en el anonimato. El anonimato es la palabra a la que no se puede responder puesto que no hay nadie a quién responder. Así se descubre que lo importante en un discurso no es tanto el mensaje como "el juego destinatario, la alocución, la táctica alocutiva, es decir, finalmente, el trabajo imaginario (afectivo) del pedido y la respuesta, la táctica de las imágenes"(1).
En el mismo seminario, en la sesión dedicada al análisis de La Respuesta como una de las formas de lo neutro, Barthes nota que la respuesta -más allá del contenido- es lo que sigue a una pregunta, es una forma de discurso, un elemento estructural y, por lo tanto, compromete una "ideología". Él asegura que ante "el terrorismo de la pregunta", terrorismo que apunta a borrar el derecho a no saber, lo interesante sería provocar un desplazamiento. El deseo del desplazamiento, de complejizar el tema, de rechazar, por ende, la respuesta doctrinaria no es permitido por "el terrorismo de la pregunta".
La literatura que desplaza una determinada problemática, aquella que encara un tema desde un punto de vista original, exige del lector un trabajo de reconstrucción.
La novela de Laura Alcoba Manèges es la narración de una niña de siete años. La elección del relato desde el punto de vista de una niña produce, justamente, el desplazamiento y abre un campo de incertidumbres y preguntas. Al estilo de la película de Albertina Carri Los Rubios, la novela de Laura Alcoba permite un nuevo punto de vista poco explorado en la narrativa argentina: la versión de los -que fueron- niños en lo años setenta. La elección de este tipo de narrador exige un permanente movimiento entre la historia y la Historia. ¿De qué manera un niño construye su historia cuando el peso de la Historia es tan importante? ¿Cuáles son los puntos de cruce entre una y otra visión de los hechos? ¿Acaso es posible separarlos?
Manèges comienza con un texto que también es una especie de carta. En este caso se trata de una carta dedicada a una mujer, Diana Teruggi. Aquí, por el contrario, la carta no es anónima sino que se apoya en un testimonio. La ausencia, aquí, no está del lado de quien escribe -no es un anónimo- sino del lado del receptor. Las causas son diversas: Diana Teruggi ha sido asesinada por la dictadura militar argentina. Diana Teruggi tenía un bebé de unos meses al momento del asesinato. Esa especie de carta que abre el texto -uno de los pocos momentos del texto en donde la primera persona es un adulto- también busca un destinatario: Diana Teruggi y, a la vez, la hija de Diana Teruggi, la niña que fue secuestrada por los militares y que al día de hoy es buscada por las Abuelas de Plaza de Mayo.
Si un anónimo apela a la cobardía y al cierre de la discusión, un testimonio apunta a la verdad. La cita que aparece como prefacio del libro también alude a un desplazamiento -lugar inclasificable, imposible de definir-. La frase de Gérard de Nerval habla de la memoria y del recuerdo: "Un souvenir, mon ami. Nous ne vivons qu'en avant ou en arrière". Toda forma de testimonio, todo texto que compromete una autobiografía supone una teoría de la memoria. La narradora dice que, en parte, escribe para, así, lograr olvidar. Ante la carta anónima, dice Barthes, no hay a quién responder. El anónimo actúa como un déspota que encierra al otro en un lugar sin salida. El anónimo parece decir "y ahora no respondas". Sin embargo, ante la cobardía del anónimo queda todavía una salida: comentar. Comentar, dice Barthes, es "aumentar al más alto punto posible la conciencia del gesto, del incidente: hablar el mensaje en otro lenguaje (discurso) que aquel en que ha sido emitido, es decir, traducir, interpretar; cambiar la clave del código para cambiar la música". Si el acto del déspota, en el ejemplo de Barthes, era la escritura de una carta, en la novela Manèges - salvando las enormes distancias- el anonimato supone el terrorismo de estado sufrido en la Argentina en los años setenta. La respuesta, entonces, es un comentario -una novela-, y la elección del punto de vista de una niña - además de implicar un "cambio de código" - aumenta al máximo la crueldad de la amenaza que sobrevolaba por aquellos años.
Treinta años después del golpe militar, hoy, quienes han perpetuado, de una manera o de otra, aquella barbarie, se esconden en el anonimato. Muchos de los que exiliaron recibieron también cartas anónimas en donde los conminaban a abandonar el país. Por el contrario, los sobrevivientes testimonian, dan nombre y apellido, buscan reestablecer las identidades y reconstruir una historia que, desde el poder, buscó ser silenciada. Un testimonio es también un desplazamiento -no hay una venganza, no se trata de "pagar con la misma moneda" porque no hay dos lugares homologables sino que se trata de darle un sentido al silencio producido y buscado por la represión-. Como dice Barthes "siempre hay que ir hasta el fondo de un deseo o de una herida: lo neutro no consiste forzosamente en anular (aguantar sin chistar) sino más bien en desplazar, en desplazarse. (Hundirse no está excluido, a condición de que me hable a mí mismo el lenguaje del hundimiento)". La escritura es una respuesta a quienes no quieren una respuesta.
La (pequeña) historia
Estamos en la ciudad de La Plata, en Buenos Aires. Es el año 1975, la antesala de la dictadura. Son los años de plomo. Tiempos de incertidumbre y de violencia. Mientras el gobierno de Isabel Perón se hunde, la AAA, Alianza Anticomunista Argentina, con López Rega a la cabeza, mata, tortura y desaparece a los militantes de izquierda. La organización Montoneros pasa a la clandestinidad. Y así, un día, mientras que el padre está en prisión, la madre de la narradora le anuncia que pasarán a vivir en la clandestinidad. Ella tiene siete años y la propuesta de vivir, por fin, en una casa como la casa en la que ella siempre soñó vivir, es una propuesta fallida:
"J'ai l'impression qu'elle n'a pas bien compris. Quand je parlais d'une maison avec des tuiles rouges, c'était une manière de parler. Les tuiles auraient pu être rouges ou vertes. Ce que je voulais, c'est avoir la vie qui va dedans."
Después pasará a vivir en otra cosa. En esta nueva casa, escenario de la novela, la niña vive con la madre, con Diana y con Cacho. Diana está embarazada. Visitan el lugar "El Ingeniero" y "El Obrero". También frecuenta la casa César, el responsable del grupo. La casa es un enclave importante de la organización Montoneros: escondido detrás de una falsa pared se encuentra "el embute". En "el embute" se fabrican los periódicos de la organización. Es "El Ingeniero" quien se encarga de construir las paredes falsas. Él le habla a la niña de la teoría de Dupin, el inspector de ficción creado por Poe. Sobre todo le habla del cuento "La carta robada". La niña lo escucha y siente cierta fascinación por el hombre.
Para disimular ante los vecinos, la casa pasa a ser un criadero de conejos: es la tapadera. Los vecinos se vuelven posibles espías. La desconfianza reina.
"Depuis quelque mois, il y a une voiture noire qui reste garée toute la journée devant la maison de ma grand-mère. Dedans, il y a toujours une femme blonde qui tricote, habillée de manière assez austère, avec un chignon planté tout en haut de son crâne. Ella a de faux airs d'Isabel Perón, mais en un peu plus jeune et bien plus belle aussi. Parfois, elle est accompagnée d'un homme, mais la plupart du temps, elle est seule. Nous attendons qu'elle parte pour quitter la maison et aller chez Carlitos, où maman vient me chercher."
Los que viven en la casa desconocen la dirección en donde se encuentran. Saber en dónde se sitúa la imprenta es un riesgo para la organización: si la persona es secuestrada, bajo tortura, puede confesar el emplazamiento del lugar y así condena a muerte a los demás ocupantes. Así que los que visitan el lugar tienen que ser transportados con los ojos vendados.
¿De qué manera elabora una niña de siete años el hecho de vivir en la clandestinidad? Lo primero que aprende de la situación es la importancia del silencio y de fingir. La madre le cuenta que en una oportunidad, en una redada que la policía hizo en una casa, el niño que allí vivía denuncia el escondite de los padres. Lo hace sin saber las consecuencias del acto, sin saber siquiera que denunciaba algo.
"Mais pour moi, c'est très différent. Je suis grande, je n'ai que sept ans mais tout le monde dit que je parle et raisonne déjà comme une grande personne. Ça les fait rire que je connaisse le nom de Firmenich, le chef de Montoneros, et même les paroles de la marche des Jeunesses péronistes par cœur. Moi, on m'a tout expliqué. J'ai compris et j'obéirai. Je ne dirai rien. Même si on venait à me faire mal. Même si on me tordait le bras ou qu'on me brûlait avec un fer à repasser. Même si on me plantait de tout petits clous dans les genoux. Moi, j'ai compris à quel point il est important de se taire."
La negación de la identidad es la mejor manera de pasar desapercibido. Pero el silencio no es suficiente. A veces hay que mentir. ¿Pero cómo puede saberlo una niña? Ella comete "errores" y pone en peligro el lugar. En una oportunidad, la vecina la invita a la casa. La mujer le pregunta cuál es su apellido. ¿De qué manera contestar? La niña responde que no tiene apellido.
"Mon père et ma mère, ils n'ont pas de nom de famille non plus. C'est monsieur et madame rien du tout, comme moi."
¿Acaso la ausencia de nombre, el hecho de ser el señor y la señora nadie no es la mejor forma de esconderse? Un nombre puede ser una delación. Por ejemplo, envían a la niña a un colegio de monjas. La envían bajo otro nombre. Sin embargo, en una de las prendas de ropa está marcado su verdadero nombre. "El Ingeniero" advierte el error y se enfurece. La increpa. Ella no sabe qué contestar. Dejan de enviarla al colegio. La niña no puede saber en qué momento el silencio deja de ser un escape y se convierte en una trampa. Se siente impotente, culpable. Tiene miedo. Todos, en realidad, tienen miedo. Diana es la única persona que la calma. Con ella puede jugar. Los juegos infantiles se mezclan con la realidad política: ella hace crucigramas con las consignas políticas de la época, envuelve con papel de regalo los periódicos clandestinos. Junto a Diana la niña estudia. La niña teme volverse idiota por no ir al colegio.
Pero la identidad va más allá de un nombre. La imagen también forma parte de la identidad. Así la niña asiste a los cambios de look de la madre. Una foto en los periódicos obliga a la madre a cambiar el color de pelo, el peinado. Una tarde ella juega con una cámara de fotos sin rollo. Juega a sacarle fotos al "Ingeniero". El Ingeniero se enfurece. Una foto, un retrato, también es una forma de denuncia.
La situación en Argentina empeora. El 24 de Marzo de 1976 llega el Golpe de Estado. La agrupación Montoneros es diezmada. Los militantes son asesinados, torturados, desaparecidos. La madre de la niña decide abandonar la organización. Quiere irse del país. Gracias a la ayuda del padre puede conseguir papeles falsos. La niña saldrá del país en regla. La organización le permite irse pero dice que no la ayudará.
Conclusión
Hacia el final del texto, la primera persona narradora vuelve a transformarse en la voz de un adulto. La narradora cuenta un viaje a la Argentina. Pasaron treinta años del fin de la dictadura. La narradora ya es madre y visita la casa en donde vivió en la clandestinidad. El lugar, poco tiempo luego de que ella lo abandonara, fue abatido. Los informes de la época hablan de los siete cuerpos muertos que fueron encontrados. Diana había dado a luz antes de que la asesinaran. Del bebé nunca se encontró el cuerpo. Hoy la agrupación de las Abuelas de Plaza de Mayo busca al bebé de Diana. Hoy la niña - Clara Anahí - tiene alrededor de treinta años. Ella es una de las tantas personas a las que la dictadura les arrebató la identidad. Los militares han secuestrado a cientos de niños y de bebés hijos de militantes. Les han ocultado la identidad y los han criado bajo otros nombres. El trabajo de las Abuelas de Plaza de Mayo consiste en buscarlos y restituirles la identidad.
En la visita a la casa la narradora se pregunta quién los traicionó. ¿Quién denunció el lugar? La respuesta será macabra.
"Il y a des manèges subtils, trop subtils. Parfois ils sont barbares. Des stratégies pour dominer autrui et avoir le dernier mot. Pour retrouver une lettre volée, ou pour sauver sa peau, quitte à provoquer un massacre?"
En francés la palabra "manèges" designa un carrusel pero también se emplea para hablar de "estratagemas". El título de la novela condensa bien los dos polos en los que se mueve la narración: el lugar del juego propio de la infancia - el carrusel - y, a la vez, las argucias que lleva a cabo una niña para sobrevivir en la clandestinidad. Es en ese desplazamiento en el que transcurre la narración: en ese lugar intermedio en el que la cita de Gérard de Nerval ubicaba a los recuerdos.
Notas
1. Roland Barthes, Lo neutro, Siglo veintiuno editores Argentina
Complementos
Pour citer cette ressource :
Martín Lombardo, Manèges, estratagemas infantiles, La Clé des Langues [en ligne], Lyon, ENS de LYON/DGESCO (ISSN 2107-7029), septembre 2009. Consulté le 24/11/2024. URL: https://cle.ens-lyon.fr/espagnol/litterature/litterature-latino-americaine/la-dictature-dans-la-litterature/maneges-estratagemas-infantiles