Dossier sur Margarita Saona
Biografía
Margarita Saona nació en 1965 en Lima, donde se licenció en Lingüística y literatura hispánicas en la Pontificia Universidad Católica del Perú. Cursó un doctorado en Literatura Latinoamericana en Columbia University. En Estados Unidos empieza su actividad de escritora, más específicamente de cuentista. Su cuento Ángeles caídos obtuvo una Mención Honrosa en el Concurso de las 2000 palabras de la Revista Caretas en el año 2000. Este mismo cuento fue traducido al francés por Agnès Poirier, en su antología Quand elles se glissent dans la peau d'un homme... (Nouvelles choisies et traduites par Agnès Poirier. Paris: Editions Michalon, 2007. pp 9-15). Desde 1998 es profesora de literatura en la Universidad de Illinois, Chicago. Especialista en literatura hispanoamericana, Margarita Saona investigó sobre autores como Carmen Boullosa, Julio Cortázar y Cristina Peri Rossi, y publicó en 2004 Novelas familiares: Figuraciones de la nación en la novela latinoamericana contemporánea,(Rosario: Beatriz Viterbo editora). En 2008 la editorial limeña Mesa Redonda publicó su libro de cuentos titulado Comehoras. Aceptó contestar nuestras preguntas sobre su escritura, su visión de la literatura peruana contemporánea, y otros temas que les invitamos a descubrir.
Complementos
Textos de Margarita Saona en la web- La persistencia de la memoria o Tu nombre en los labios
- Impugnación de la memoria o Tus viejas fotos mienten
- Contra la puerta
- Morir del cuento
- Crónica de un desencuentro anunciado o El cuerpo tiene razones que la propia razón desconoce
"Comehoras"
Texto de una novela corta de Margarita Saona
Lucía comía relojes. Los venía mirando con avidez desde que asomó la cabeza al mundo con sus ojos color del tiempo enormemente abiertos. Y cuando cumplió seis meses y se pudo sentar en su sillita y empezaron a intentar darle papillitas de arroz y de avena, ella se abalanzaba con la boca abierta sobre la esfera del reloj pulsera de su mamá y no sobre la linda cucharita amarilla que su papá le había conseguido. Pegotes de avena por todas partes.
Sus padres creían que la brillante esfera de cristal ofrecía una superficie irresistible para frotar esas encías sin dientes que tanto le molestaban, pero su afición por los relojes se acrecentó cuando aparecieron sus dos diminutos y afilados incisivos. Lucía intentaba roer todos los relojes que se le ponían al alcance, analógicos y digitales, de pulsera, de pared, despertadores y cucús. Con las visitas solía guardar cierto pudor, pero apenas entraba en confianza se lanzaba a morder el reloj de los brazos que pretendían cargarla.
Empezaron a encontrar huellas de sus pequeños dientecitos en el despertador, en el reloj de la cocina, en el de su cuarto; el reloj de la sala lo sacudió tanto, en su intento de comerse el tiempo, que todos los números se cayeron, haciendo difícil la labor de ver la hora para quienes no tuvieran un buen sentido espacial. Sus padres se preguntaban por qué se les iba tan rápidamente el tiempo de las manos y pronto notaron que faltaban esos relojes que porque se atrasan o se adelantan o se quedaron inmóviles hace tiempo, andan siempre abandonados en los cajones.
Observaban a Lucía con cuidado, pero ella no parecía mostrar ningún síntoma de enfermedad: por el contrario, crecía fuerte y alerta y parecía una niña bastante contenta; sin embargo, cuando desapareció el enorme reloj de pared que el tío Jorge les había regalado el día de su boda «deseando que les depare largas horas de felicidad», y de pronto Lucía quería tirar un besito y decía tic, o practicaba su tatata y le salía un tac, decidieron llevarla a la doctora.
No le dijeron nada de los relojes pensando que los acusaría de irresponsables por dejar todo ese tiempo al alcance de la niña, y porque supusieron que la doctora notaría cualquier anomalía. La doctora examinó a la pequeña Lucía y le pareció una niña saludable y con un desarrollo adecuado para su edad. No creyó necesario mencionar que al auscultarle el pecho escuchó el tic-tac de una multitud de corazones sonando al unísono: pensó que le hacía falta un estetoscopio nuevo.
Lucía se sabe todas las horas. Sabe cuándo es hora de dormir y cuándo hora de levantarse, sabe cuándo es hora de jugar y cuándo es hora de ir al parque; y sobre todo sabe que el tiempo no es una cuestión que tenga que ver con los relojes, con la luz del sol, ni con las buenas intenciones de sus padres.
© Margarita Saona
Relato del libro Comehoras. Lima: Editorial Mesa Redonda, 2008
Pour citer cette ressource :
Clémence Oriol, "Dossier sur Margarita Saona", La Clé des Langues [en ligne], Lyon, ENS de LYON/DGESCO (ISSN 2107-7029), juin 2009. Consulté le 05/11/2024. URL: https://cle.ens-lyon.fr/espagnol/litterature/litterature-latino-americaine/bibliotheque/margarita-saona