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Entrevista a Horacio Castellanos Moya

Par Laura Sillero : Étudiante de Master 2 TLEC - Université Lumière Lyon 2 , Horacio Castellanos Moya
Publié par Christine Bini le 13/06/2013

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Présentation, entretien vidéo avec l'auteur hondurien Horacio Castellanos Moya lors de sa venue à Lyon pour les Assises Internationales du Roman, ainsi que la transcription de l'entretien.

Presentación

El 27 de mayo debutaba el séptimo festival Assises du Roman International de Lyon. Entre los autores de habla hispana, el autor Horacio Castellanos Moya ha estado presente y ha presentado en Francia su última novela, La sirvienta y el luchador, editado en las ediciones Métailié en 2013 bajo el título La servante et le catcheur.

Horacio Castellanos Moya nació en Tegucigalpa (Honduras) en 1957. De padre salvadoreño y madre hondureña, a los cuatro años regresó con su familia al Salvador, donde vivió hasta 1979. Dejó el país debido a las numerosas revueltas sociales que tenían lugar en aquella época para exiliarse a Toronto. En 1980 se trasladó a Costa Rica, país que dejó al año siguiente por México, donde estuvo instalado hasta 1992. Trabajó como periodista y se ocupó en aquella época de cubrir especialmente la guerra civil del Salvador. Además de periodista, Horacio Castellanos Moya ha trabajado como profesor en Pittsburg y en Tokio, entre otras ciudades.

El objetivo de Horacio Castellanos Moya no fue desde el principio escribir literatura. Su pasión era la música, así que empezó a escribir para componer canciones de rock. Sin embargo, con el tiempo se dio cuenta de que la música no era lo que más le convenía, así que empezó a escribir libros. Sus primeros intentos de publicación tuvieron lugar en El Salvador sin mucho éxito. Pocas son las editoriales que se encuentran en el país centroamericano, y ninguna parecía interesada por nuestro autor. Fue en México que parte del milagro se produjo. En 1988 publica su primera novela, La diáspora, que recibe el Premio Nacional de Novela de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas del Salvador. Más tarde, perseguido por esta pasión de la escritura, intentó publicar una nueva novela en España, objetivo que vio cumplido gracias al trabajo de un agente literario. Pero Castellanos Moya recuerda esta época con cierta melancolía y recuerda que sus primeros intentos en la edición no dieron los frutos esperados. Al dedicarse profesionalmente al periodismo, seguía escribiendo ya sin esperar mucho a cambio de su trabajo literario. Sin embargo, cuando no esperaba demasiado, la suerte le llegó de golpe y la editorial Tusquets se interesó por su novela publicada anteriormente en España, El asco, y le propuso la publicación del texto que estaba escribiendo en aquel momento, Desmoronamiento. Gracias a El asco, Castellanos Moya consiguió una repercusión internacional. Se publicó en 1997 y, sólo en El Salvador, donde se convirtió en libro de culto en los últimos años, ha conseguido siete ediciones.

Horacio Castellanos Moya ha publicado una decena de novelas, entre ellas Baile con serpientes (1996), La diabla en el espejo (2000, finalista del premio Rómulo Gallegos en 2001), El arma en el hombre (2001), Insensatez (2004), Tirana memoria (2008) y la última, publicada en español en 2011, La sirvienta y el luchador. Castellanos Moya ha publicado numerosos cuentos, además de algunos poemas y ensayos.

Actualmente, trabaja en la Universidad de Iowa y es columnista regular para la revista Sampsonia Way Magazine.

Obligado por la situación o simplemente por curiosidad, Castellanos Moya es un viajante, sin embargo, al contrario de otros muchos “escritores viajeros”, nunca ha hecho de esos viajes la fuente de inspiración para sus obras. Nunca se aleja de su patria cuando se trata de literatura.

El Salvador está presente, pero su objetivo no es realizar un retrato ideal o alejarnos de los clichés. Horacio Castellanos Moya se sumerge en la historia de su país para compartir con el lector las impresiones de una época tocada por la revuelta, la guerra y la violencia sin ahorrarse ningún detalle. De la obligada presencia del Salvador en su obra, de su novela La sirvienta y el luchador  y de su forma de concebir la literatura nos habla en esta entrevista.

Video de la entrevista con Laura Sillero

https://video.ens-lyon.fr/eduscol-cdl/2013/2013-05-27_ESP_Castellanos.mp4

Transcripción

- La primera pregunta concierne su novela La Sirvienta y el Luchador. Ésta se enmarca en una época de revueltas, donde la corrupción y la violencia están muy presentes. Las diferencias sociales también lo están, así como las injusticias ¿Busca realizar el retrato de la sociedad de una época o crear una especie de denuncia? Y ¿se considera un autor comprometido?

La novela recrea el año 1980 en El Salvador, que fue un año decisivo en el país porque fue el año en que arranca la guerra civil, es el año en que se produce una situación muy sangrienta, por la represión básicamente pero también por el activar de la guerrilla que en ese momento estaba comenzando a desarrollarse como un ejército alternativo, entonces es un año en que el terror era la atmósfera que privaba en esa ciudad. Yo lo que trato con la novela es recrear  ese terror. Siempre me quedó grabado ese terror en la mente y la percepción; nunca más he vuelto a sentir eso, que uno sale a la calle y el aire es denso, y lo que se respira es distinto, eso sólo se puede vivir en una situación de terror extremo, San Salvador en el 80, probablemente Bagdad en el 2004, donde una ciudad está realmente acosada y con masacres inmensas, con muchos, muchos niveles de asesinatos diarios y donde uno sale a la calle y respira el terror, esa era como mi principal preocupación, tratar de reflejar eso con los personajes y las situaciones, tratar de recrearlo, pues no se puede retratar el terror, recrear esa atmósfera de incertidumbre, de sospecha…. No encuentro conceptos, es más como una densidad del aire, un enrarecimiento de la atmósfera. Eso es lo que contiene la novela. ¿Denuncia? No, eso sucedió en el 80, yo no escribo para denunciar nada, ya las cosas sucedieron, eso lo sabe todo el mundo, eso está incluido en miles de reportes, el arte no tiene ninguna función de denuncia, al menos como yo lo concibo. Si hay denuncia es implícita pero muy tarde llegamos a ella a través de esta novela, es decir, quien quiera informarse políticamente que busque los reportes políticos sobre la época. En tal sentido la novela lo que busca es recrear eso a través de una obra de arte literaria. Luego el otro asunto que usted trata, el asunto de autor comprometido, es muy viejo, es algo que yo ya no considero que sea pertinente porque ¿comprometido con qué? Es una cosa sartriana que fue rebasada por la realidad hace muchísimos años. Si un escritor se quiere comprometer con la política que entre a un partido y que se haga militante del partido y que juegue por la política pero eso no le ayudará a su literatura ni la hará mala en caso de un escritor, pero eso son decisiones ciudadanas, son decisiones que uno toma como ciudadano, como cualquier otro. Es decir, yo no tengo ningún compromiso político.

- En sus obras, la muerte y la violencia, toman un rol principal ¿Se definiría como un escritor de temas oscuros?

Digamos que temas oscuros… Yo lo pondría de otra manera, son temas que siempre llevan una conflictividad, que siempre llevan una parte oscura, sí, pero no sólo de lo social, sino oscuro del ser humano. Es decir que esto parte de la idea de que cada ser humano es una complejidad y en la obra de arte que es la novela el escritor trata de retratar, de recrear esa complejidad humana, donde están tanto los lados obvios y claros del ser humano como los lados muy oscuros. En ese sentido yo diría que sí hay un esfuerzo por tratar de aprehender a los personajes dentro de esa complejidad y lo puede ver en los personajes de esa novela. Un personaje como Joselito, que es un personaje que desde una óptica idílica o desde una óptica elemental uno lo ve nada más como un chico que está peleando por la justicia, y que está peleando contra un régimen militar… Pues el lado oscuro son las pasiones del ser humano; en realidad él de lo que está hambriento es de la acción. Lo cual es natural a esa edad, estar hambriento de la acción. A esa edad la ideología no es tan importante, lo que es importante son las energías fuertes que uno tiene como adolescente, como joven, en busca de la aventura, de la acción, de demostrarse que es capaz de hacer las cosas. Y así se llega a lo que se llega. Entonces ese es un caso. El caso del Vikingo es todavía más oscuro porque, al final, lo que es evidente, es que él es un torturador, un policía burocrático que se fue convirtiendo en un golpeador nada más como alguien se convierte en un empleado burocrático, esa es la parte evidente, obvia. La parte oscura es que es una pobre víctima del sistema que está corrompido por dentro y se está muriendo de un cáncer, y que no logra aceptar lo que es, ni siquiera tener conciencia de eso. Entonces sí, desde esa perspectiva podría decir que hay oscuridad, que es una literatura que busca bucear en las partes oscuras del ser humano.

- Y hablando de personajes, todos los que aparecen en la novela son muy diferentes entre ellos. Ninguno se presenta como un héroe pero tampoco podríamos decir que sean antihéroes, como si todos tuviesen su parte mala y su parte menos mala. ¿No existen para usted los héroes ni los villanos, con todas sus características típicas?

Existen los héroes y los villanos desde la perspectiva histórica, desde la manera en que uno lea la historia. La historia se lee del bando de los vencedores casi siempre. Entonces los héroes son los vencedores. Pero como la literatura no es historia, sino que es otra cosa, como la ficción lo que tiende es a recrear precisamente esa complejidad del ser humano, en la literatura no puede haber personajes planos, como cierta historia nos los presenta, sino que los personajes tienen lados oscuros y lados claros. Entonces la heroicidad también responde en el fondo a pasiones humanas, responde a la ambición a veces, a veces en el héroe hay más vanidad que coraje, o a veces es el momento en que se unen el coraje, la ambición y la vanidad en el mismo ser humano pero todos arrastramos nuestra parte oscura, nuestra parte no dicha, nuestra parte a veces no reconocida por nosotros mismos… Y una persona que se cree héroe para mí resulta un poco repugnante. Es decir, tendría yo que verle la otra parte, no sé si le creería su heroicidad. Entonces la literatura es ese otro espejo. Pero también los malos, no hay malos per sé. En algunos de mis libros trato personajes que son muy repugnantes, que seguramente si uno los tratara en la vida cotidiana serían insoportables, no se podría sentar uno con ellos, por la cantidad de maldad que tienen, pero dentro de eso también hay algo que puede persuadir al lector de seguirle leyendo porque hay cierta humanidad, es difícil encontrar a una persona absolutamente deshumanizada. Existen, seguramente, pero en la literatura yo trato de mostrar esa complejidad. Un hombre puede ser muy cruel, por el trabajo político que tiene, muy deshonesto, muy cínico, muy corrompido, pero hay una parte de él, allá en lo escondido donde hay un poco de ternura, donde hay un poco de consideración. Y eso no lo libra de lo otro, no lo hace mejor, eso nada más lo hace lo que es, esa complejidad… Seguirá siendo un canalla, seguirá siendo un criminal, pero entre más retratos se tienen del ser humano, más complejo es el personaje, más rico.

- María Elena es aparentemente una mujer inocente y algo ignorante pero que va averiguando todo lo relativo a las desapariciones. El Vikingo presume de un pasado glorioso como luchador, pero la enfermedad está acabando con él. ¿Por qué estos personajes, casi marginales, llevan todo el peso de la historia? Y ¿cómo nacen estos personajes? ¿Se inspira en personas reales para crear a sus personajes?

Esos personajes nacen en la novela anterior, una novela que se llama Tirana memoria, una novela que no está traducida al francés. Es una novela que sucede en la mayor parte en 1944, durante un golpe de estado y una insurrección en El Salvador, un golpe de estado y una insurrección civil, es decir, una huelga general. Esos personajes nacen al final del libro como muy secundarios, y ahí quedaron. El Vikingo todavía no era el Vikingo de ahora, era un personaje que se dedicaba a vigilar, no había guerra civil en El Salvador, no había masacres, era la época de la guerra fría, pero no tan fría. O de la guerra fría, fría, y no de la guerra fría caliente. Es decir, que el personaje el Vikingo se dedicaba a vigilar a un comunista, y andarlo siguiendo, pero no era un torturador en esa época. Y María Elena era la sirvienta de esa familia. Así surgen esos personajes secundarios. Y esto es una constante en mis libros, o en algunos de mis libros, y es que hay algunos personajes que quedan, o que son secundarios, o apenas tienen protagonismo en una novela, después reaparecen, porque me comienzan a hablar, comienzo a ver una historia que no he contado. Y es así como aparecen ellos dos. Y primero apareció el Vikingo, me pareció que ese hombre, ocho años después de la novela anterior, no que yo escribiera la novela sino que él en la anterior novela él aparecía en 1973, entonces me pareció que siete años después, ocho años después, en el 80, él tendría que haber cambiado tanto, y que él podría perfilarse y convertirse en quien me permitiera retratar ese gran cambio en la sociedad salvadoreña que fue pasar del régimen militar represivo a secas a un régimen militar en descomposición por el inicio de una guerra civil porque la sociedad ya se ha organizado para combatirlo militarmente también. Entonces así surge el Vikingo. María Elena viene como su contraparte, viene como dos caras de la moneda. Me interesaban como personajes por eso, porque ya los tenía, no es una decisión en que yo diga cómo voy a contar este hecho, lo voy a contar con aquel personaje que juega papeles políticos de primer orden, o con este… No, estos son mis personajes, no tengo políticos casi como personajes. No me atrae, digamos que hay una falta de matices entre la mentira tan pública en la que tiene que vivir y su vida privada, es como seguir el juego a los héroes. Y los personajes, no marginales, no son personajes marginales, son personajes de pueblo, que es distinto. Es decir, son los que no escriben la historia, pero esos son la mayoría. Son personajes que ahí están, pertenecientes a distintos bandos, de distintas formas, esos son los que me atraen a mí… Se reflejan en mis libros.

- Conocemos muy poco a sus personajes. Algunas de sus características físicas se esbozan, sus personalidades se conocen sobre todo con respecto a la relación que tienen con otros personajes, poco se sabe de sus vidas. ¿Podríamos decir que en sus novelas la historia es más importante que los personajes que la cuentan?

En este caso… Eso depende de cada novela. En esta novela el pasado de los personajes es únicamente utilizado en la medida en que explica el presente. ¿Por qué? Porque esta novela sucede en un momento en que el presente es arrollador, es vertiginoso. ¿Por qué? Porque la violencia es la expresión de mayor vertiginosidad histórica. Entonces utilizo su factura del pasado en la medida en que lo requiero para el momento. Requiero que el Vikingo tenga su pasado de luchador, para que se explique por qué lo tienen golpeteando, y más o menos se sepa de qué se gloria, y además que muestra su decadencia, es decir, que su decadencia no es sólo moral, es física, es general. Y en el caso de María Elena se menciona que ha sido la sirvienta de esta familia, pero nada más eso se requiere para entender por qué ella está tan interesada. Y no sólo que ha sido la sirvienta, sino que lo ha sido toda la vida, en una sociedad muy jerarquizada, muy clasista, una sociedad donde se acostumbraba a eso en ese tiempo, no sé si ahora se sigue haciendo igual. Entonces, por eso no hay necesidad de hacer esos grandes, digamos, flash-backs, para decir por qué María Elena es sirvienta, cómo ha sido su infancia… Eso no va con este tipo de literatura, que está basada esencialmente en la acción. No hay capítulos de reflexión, no hay capítulos de descanso para darnos ese background de los personajes, no, todo lo define la acción, porque en ese período histórico, tal como yo lo vi, era la acción. Y si hay pensamientos, emociones, están marcadas por la llegada de una acción inminente, y eso tiene que ver fundamentalmente con la muerte.

- Porque esa es otra de las características de su escritura, todo sucede muy rápido. Es como que de un segundo a otro puede cambiar completamente la situación, y a veces me hacía pensar en una película, como si las escenas se sucediesen como en una película. ¿Podría tener su literatura una influencia cinematográfica o es simplemente el enfoque que prefiere darle? Y, con respecto al hecho de que la novela sucede en dos días,  ¿Por qué prefiere concentrar la historia en tan poco tiempo?

La verdad es que eso no es así. Eso es así en esos dos libros que usted ha leído. Hay libros míos que son muy lentos, que son de otra naturaleza. Entonces es una característica precisamente, de esas dos y uno más. Yo tengo once novelas; estas dos que usted mencionó y El asco suceden con cierta vertiginosidad. Pero hay novelas que tengo que son de otra factura. Si usted lee Desmoronamiento, que está en francés, verá que hay otros recursos; está el recurso de la epistolar, de la carta, es una novela que corre más lenta, que sucede en períodos de tiempo largos. Tirana memoria, que sucede desde el 44 hasta el 73, treinta y tantos años. Es decir, depende de los libros. Cada libro y cada obra tiene su propia lógica y responde a su propia coherencia interna, entonces no es cierto como característica de mi obra, eso es cierto como característica de esta novela. Seguramente de Baile con serpientes también, que corre a mucha velocidad.

Yo creo que todos estamos influenciados por el cine, pero yo creo que yo particularmente no. Diría que veo muy poco cine. No tengo la pasión cinematográfica. Quizá la tuve de más joven, veía más películas, pero ahora cada vez veo menos. Y no pienso en eso. En primer lugar porque yo vengo de un país donde nadie hace películas. Así que nadie va a hacer películas de mis libros. No tengo esa preocupación. Es porque ese es el tiempo interno de la obra, entonces si el tiempo interno de la obra requiere esa velocidad y tiene esa forma de desenredar la trama, eso es lo que hago, pero cuando hay otros tiempos, se requiere una velocidad más lenta. Pues juego con los períodos. Yo no estoy seguro de que sean dos días, no recuerdo ahora. Creo que parece que son dos días, pero es casi una semana, va muy lento, pero se tiene esa sensación.

- La contraportada nos dice que son dos días, y al leerla también tuve esa impresión. Como en Baile con serpientes.

Tendría yo que ver mis esquemas de cuando la escribí. Pero sí, corren mucho. Hay una acción concentrada. Por eso, porque se está trabajando el presente, se está en un presente caliente, hirviente, acosado por la muerte, basado en la acción, pues el tiempo se dilata.

- El lector puede tener a veces la impresión de que el azar y la coincidencia juegan un papel muy importante en el desarrollo de sus historias, quizá por aquello de la rapidez. ¿Sabe usted todo lo que va a suceder antes de escribir sus novelas o desde que empieza hasta que la termina cambian muchas situaciones? ¿Influye esto en la elección de sus finales, bastante sorprendentes?

Hay dos niveles en eso. Uno es que cada libro es distinto. No sólo en lo que es en sí, sino en mi forma de trabajo. Digamos, en esta novela, yo escribí la parte del Vikingo y no sabía qué más iba a hacer. La primera parte del Vikingo, las primeras cincuenta o sesenta páginas de la novela, las escribí y no sabía si eso era un relato corto, no sabía nada, y la guardé, pasó un tiempo, y después escribí la parte de María Elena, la segunda parte. Igualmente la terminé y no sabía qué venía, la guardé. Incluso me fui seis meses a Japón y no escribí ninguna línea, regresé y ahí se me desató toda la otra mitad. Entonces yo no tenía ningún plan, es decir, es una novela que se fue construyendo poco a poco, o no poco a poco pero tuvo como dos, tres momentos. Tuvo un momento del Vikingo, un momento de María Elena, un momento muerto, y luego como una explosión, cómo relacionar las dos cosas y cómo montar el final. Ahora, el final quedó secreto, porque ese capítulo es un capítulo que yo escribí cuando escribí la parte del Vikingo, de pronto no me cabía, y de pronto descubrí que este era el final de la novela. Entonces no sabía yo que era el final de la novela, hasta que iba trabajando en el tercer momento, desarrollando todo, y cuando iba releyendo todo me saltó el capítulo ese. Entonces hice el enrosque. Así que esa novela es así, fortuita. Escrita al azar. O por destino, porque uno con el azar o el destino pueden traer una función que nunca acaba porque nunca sabes… Y yo no sé si es destino o es azar, y creo que así es la vida, uno no sabe si hay azar o destino. Uno puede decir que es destino, uno lo puede creer, pero eso es una convicción. Pero de otro punto de vista uno dice “eso es azar”. Fue azaroso que ella se encontrara al Chicharro, o fue azaroso que a ella se le ocurriera que el Vikingo pudiera ayudarla… ¡No..! Ella sabía quién era el Vikingo. Pero sí fue azaroso, fue destino, que Joselito disparara a su madre.

- Como autor traducido a otras lengua, ¿controla de alguna manera las traducciones que se publican de su obra?

No. Yo confío fundamentalmente en el criterio del editor, que va a contratar a un traductor que haga bien su trabajo, porque yo tendría que hablar muchas lenguas para eso. La única que reviso es el inglés, porque es la única otra lengua que manejo a un nivel como para pretender corregir, o al menos chequear que lo que se esté diciendo corresponde a lo que yo he escrito, más allá de los matices de estilo, que se me van. Pero no, fundamentalmente confío en la experiencia y el conocimiento del editor en encontrar a un traductor  de su confianza.

- Y la última pregunta que tengo. Ha viajado usted mucho, viviendo en diferentes países, y sin embargo el escenario de sus novelas se suele limitar a El Salvador, o América central. ¿No se ve tentado por salir de esas fronteras, o todavía queda mucho que contar?

En este momento, no sé. Acabo de terminar una novela, publicarla en español, que sigue después de esa [La sirvienta y el luchador], y estoy como en un período de reflujo. Pero a este respecto, hay dos tipos de escritores que viajan mucho y viven en distintos países. Yo he vivido en varios países, varios continentes. Y es un tipo de escritor que escribe sobre el lugar al que va. Por lo general tiene que ver con un escritor imperial, metropolitano, un escritor que venga de una metrópolis imperial casi siempre. Un escritor como Graham Greene, vaya donde vaya escribe su novela sobre eso; ahora escritores españoles, siempre lo han hecho. Un escritor que viene de un país periférico, escribe sobre lo que vivió y no sobre los países a los que va. No necesariamente, hay escritores de culturas periféricas que escriben sobre los países a los que van. Es decir, hay como una tendencia. Joyce era de un país periférico, sometido como Irlanda, y nunca pudo dejar de escribir sobre Dublín, en cualquier ciudad donde estuviera. En mi caso, yo puedo vivir dos años en Alemania, en Japón, ya llevo cinco o seis años en Estados Unidos, en España, y no salgo de mi zona. Pero más que mi zona, es cierto tipo de personajes en un período de tiempo. Mi zona corre de México hasta el Salvador y Honduras, Guatemala… Mi última novela sucede en México, mi primera novela sucede en México, pero siempre con personajes centroamericanos moviéndose en el exilio, conspirando, etc. ¿Si tengo tentación? Sí, a veces me gustaría escribir una novela pero no me sale. Y hasta que me salga.

 

Pour citer cette ressource :

Laura Sillero, Horacio Castellanos Moya, "Entrevista a Horacio Castellanos Moya", La Clé des Langues [en ligne], Lyon, ENS de LYON/DGESCO (ISSN 2107-7029), juin 2013. Consulté le 05/11/2024. URL: https://cle.ens-lyon.fr/espagnol/litterature/entretiens-et-textes-inedits/entretiens/horacio-castellanos-moya