Moda, cine, literatura y consumo de drogas
En los países del primer mundo, el consumidor de drogas es un consumidor puro. Atraído por la moda, la diversión, el placer, la búsqueda de nuevas experiencias o el deseo de transgresión, desconoce casi por completo todo aquello que tiene que ver con la producción de la droga. El consumidor de drogas primermundista ha asumido apasionadamente la existencia: está fascinado por la ilegalidad y el peligro o quiere rebelarse contra un sistema que le exige acomodarse a los valores pequeño-burgueses con los cuales no se siente identificado. Pero de la producción y el tráfico de estupefacientes sabe muy poco y no se preocupa por saberlo.
Los consumidores de drogas en el primer mundo son como los esnobs proustianos descritos por Walter Benjamin. Ignoran por completo los medios de producción y encubren el sustento material de donde provienen sus placeres. Son a la vez explotadores puros y transgresores, porque fingiendo ser otros, se rebelan contra la clase o el grupo social al que pertenecen.
En los noventa, surgió en el mundo occidental una mistificación del consumo de drogas a partir de una publicidad de Calvin Klein que instauró a la modelo Kate Moss como ícono del glamour y de la moda. Esta modelo, desgarbada, de aspecto famélico y enfermizo, se opuso a la imagen clásica de la belleza atlética y saludable. Su apariencia se relacionó de inmediato con el consumo de drogas fuertes. A partir de la instauración de Kate Moss como sex symbol, el cine, la música y la publicidad empezaron a exaltar la autodestrucción, la debilidad física, el descuido personal y sobre todo el consumo de drogas. Este enaltecimiento del consumo constituyó a la vez una transgresión y una reivindicación del placer per se, pero lamentablemente no desembocó en una reflexión sobre las políticas antinarcóticos.
En los países tercermundistas productores de droga, las clases medias y altas no son ajenas a esta moda y a esta actitud de rebeldía. Allí también se crean relatos de toda índole sobre el consumo, que varían según la intención crítica o no de los autores. En Colombia, por ejemplo, estas ficciones se ven obligadas a incluir la violencia y el narcotráfico, difíciles de ignorar en el contexto colombiano.
por escándalos sobre su consumo de cocaína
A la imagen de Kate Moss, le siguieron figuras como Vincent Gallo y Jonny Deep, que aparecían en imágenes publicitarias, en el cine y en la televisión, y que apoyaron este nuevo look impulsado por la cultura mediática que se volvió una moda mundial. Entre las personas comunes, seguir esta moda se convirtió en signo de transgresión contra el ideal burgués del hombre saludable y productivo. Sin embargo, su estatus de crítica social es bastante cuestionable teniendo en cuenta que es un producto de la sociedad de consumo: nació como una estrategia publicitaria y fue explotado por la cultura pop para producir grandes dividendos.
Vincent Gallo
Jonny Deep en Miedo y asco en Las Vegas
No obstante, el cine y la literatura explotaron la imagen del consumo de drogas con una visión crítica. Las películas como Trainspotting, Miedo y asco en las vegas “Fear and Loathing in Las Vegas” y Basketball Diaries son consideradas como críticas a la sociedad de consumo en cuanto la muestran en sus peores facetas. Más aún, se dice que estas películas exponen las condiciones socioeconómicas y de marginación de los jóvenes de clases populares en Europa y Estados Unidos. Ellas muestran el desprecio que estos jóvenes sienten por una sociedad que no los acepta ni incluye, que no les ofrece las posibilidades de ascenso que promete y que les ofrece una vida de explotación laboral, cuya única finalidad se reduce a seguir consumiendo.
La visión del consumo como un mecanismo liberador y transgresor no es la única. Libros como Naked Lunch de William Burroughs exponen una visión opuesta del consumo: la droga es la mercancía perfecta; no hay necesidad de hacerle propaganda porque los clientes están asegurados por la adicción. La droga es una necesidad creada con el único objetivo de abrir un mercado y su consumo trae consecuencias terribles a sus compradores:
La droga es el producto ideal... la mercancía definitiva. No hace falta literatura para vender. El cliente se arrastrará por una alcantarilla para suplicar que la vendan... El comerciante de droga no vende su producto al consumidor, vende el consumidor a su producto. No mejora ni simplifica su mercancía. Degrada y simplifica al cliente. Paga a sus empleados en droga. La droga produce una fórmula básica de virus “maligno”: El álgebra de la necesidad. (Naked Lunch)[1]
De esta manera, el cine, la literatura y la moda logran reconstruir las imágenes del consumo de drogas: muestran la dicha de la ebriedad, el atractivo de la transgresión, el infierno desatado por la abstinencia y algunas de las peores caras del capitalismo y de la sociedad de consumo. Sus héroes buscan el placer en medio de una mezcla de angustia, dolor, humillación y enfermedad, y muchas veces terminan decepcionados. Aunque estas ficciones se basan en el consumo, algunas de ellas alcanzan a entrever el antagonismo entre la producción y el consumo.
En Colombia: ficciones y relatos entorno al consumo
A pesar de que el consumo de drogas es una moda internacional en los años noventa, Pablo Escobar nunca fue visto como lo que quiso ser: un proveedor de placeres refinados. El heroin Chic no llevó a la legalización y ni siquiera a una crítica de las políticas antinarcóticos mundiales. Sin embargo, en Colombia, hubo un incremento de producciones artísticas en torno a las drogas.
Películas como El Colombian Dream o Rodrigo D: no futuro constituyen el ejemplo perfecto de cómo conviven el placer del consumo y la atrocidad de la producción en el contexto social colombiano. Los protagonistas de estas dos películas son jóvenes que viven en el presente absoluto: no sueñan con un futuro ni tampoco tienen la posibilidad de acceder a él. Viven en un mundo de adictos no solamente a las drogas, sino a la plata y a la violencia.
En la narrativa es frecuente encontrar dos tipos de obras: las que se centran en el consumo (como que viva la música de Andrés Caicedo y Opio en las nubes de Rafael Chaparro Madiedo) y las que se centran en las historias del narcotráfico y de la violencia. Estas últimas son por lo general crónicas o historias basadas en hechos reales. Ejemplos de este tipo de relatos son: la serie Un país mutilado de Alberto Salcedo Ramos que apareció en la revista Soho y Zoológico Colombia: Historias de traquetos y otras fieras de José Alejandro Castaño, libro publicado por la editorial Norma en 2007.
Entre los libros más reconocidos internacionalmente están La virgen de los sicarios de Fernando Vallejo y la recientemente novela laureada con el premio Alfaguara El ruido de las cosas al caer de Juan Gabriel Vásquez. Vásquez dice que se trata de una novela que no habla de hechos objetivos sino de emociones, es decir, de cómo la esfera pública (la violencia) irrumpe en la vida privada. Los personajes de estas dos novelas fueron víctimas directas o indirectas de la época de la guerra entre los carteles y el gobierno.
Por último, están los best sellers como El cartel de los sapos de Andrés López López y Mi confesión de Carlos Castaño. Estos folletines escritos por un exnarcotraficante y un exjefe paramilitar fueron llevados a la televisión colombiana. A propósito de estas narcoseries se ha dicho que sus personajes se han convertido en modelos para los jóvenes de las clases populares. Su acercamiento morboso, amarillista y poco crítico de la violencia, más que permitir una crítica del conflicto, presenta una visión atractiva o apologética del mundo de la mafia: un mundo donde abundan las propiedades, el dinero, los placeres y las mujeres hermosas.
Las narcoseries y otras producciones de la cultura de masas (como la música y la publicidad) han influido de manera notable en la cultura colombiana. Incluso aquellos colombianos que nunca fueron realmente víctimas ni espectadores de la narcoviolencia (pues nacieron en los años noventa y siempre han vivido en las ciudades) han sido transformados culturalmente por estas reproducciones de la narcocultura.
A propósito de las políticas prohibicionistas
El consumo de drogas siempre ha existido y siempre existirá; pero la mafia solo existe gracias a la prohibición. Así lo cuenta la película sobre Al Capone, el mafioso italiano que vivió en Estados en los años cuarenta. La célebre película, El padrino (The Godfather), fue ampliamente difundida en el mundo entero y muestra la violencia desatada por la prohibición del alcohol en esa época.
Otras películas también han denunciado las políticas prohibicionistas. Es el caso de María llena eres de gracia de Joshua Marston que muestra el punto de vista de las “mulas” que transportan droga en sus cuerpos. Asimismo, el documental Vacaciones sin Regreso de Martha Lucía Vélez da cuenta de la vida de siete mujeres extranjeras condenadas a prisión en Colombia por transportar droga. El documental fue grabado durante cuatro años en los que fueron filmadas entrevistas y escenas de la penosa estadía de estas extranjeras en Colombia. Este documental hace una crítica de las políticas prohibicionistas y del sistema de penalización, que termina por castigar duramente a los actores más débiles y menos responsables de la cadena del narcotráfico.
En la práctica, el presidente J. M. Santos y el alcalde de Bogotá G. Petro han propuesto medidas de revisión de las políticas prohibicionistas y soluciones alternativas como la creación de centros de consumo controlados. También se han manifestado públicamente artistas e intelectuales al respecto. El cineasta Felipe Aljure dijo que "De cien muertos que hay en el negocio de la droga, 99 son por el negocio y uno por sobredosis. La idea central es que es mucho peor la adicción a la plata que a las drogas"[2]. No obstante, las propuestas gubernamentales y las opiniones a favor de la revisión de las medidas prohibicionistas han resultado muy polémicas y en general muy mal acogidas por la sociedad colombiana, que se ha revelado muy conservadora en este aspecto.
Lo cierto es que las políticas antidrogas no dan los resultados esperados, no acaban con el problema del consumo y, tal como están concebidas, fomentan la criminalidad. De manera que la revisión de las políticas prohibicionistas en vigencia se hace necesaria, sobre todo si va acompañada de la implementación de políticas que permitan la inclusión social para evitar que muchas personas se vean obligadas a entrar en el mundo del narcotráfico por falta de oportunidades.
Notas
[1] Citado por Santiago Rueda en su libro Una línea de polvo.
[2] Citado por Rueda Santiago en su libro Una línea de polvo.
Bibliografía y enlaces
Benjamin, Walter. Sur Proust. Traduit de l’allemand par Robert Kahn. Nous, 2010.
Rueda, Santiago. Una línea de polvo. Colección de ensayos sobre el arte colombiano. Alcaldía Mayor de Bogotá, 2009.
La invención de la realidad [artículo en línea]
http://elpais.com/diario/2008/07/12/babelia/1215819552_850215.html (Consultado el 24 de febrero de 2014)
Un país mutilado. [Artículos en línea]
http://www.soho.com.co/web/articulo/un-pais-mutilados/22863 (Consultado el 26 de febrero de 2014)
Vacaciones sin regreso [documental]
Pour citer cette ressource :
Edna Cordoba, Moda, cine, literatura y consumo de drogas, La Clé des Langues [en ligne], Lyon, ENS de LYON/DGESCO (ISSN 2107-7029), mars 2014. Consulté le 21/11/2024. URL: https://cle.ens-lyon.fr/espagnol/civilisation/histoire-latino-americaine/colombie/moda-cine-literatura-y-consumo-de-drogas