Entrevista a Fabrizio Mejía Madrid
Fabrizio Mejía Madrid (México D.F., 1968) es periodista, novelista y cronista. Además colabora con varias revistas mexicanas (Reforma, Proceso, Letras Libres, La jornada).
En el año 2000 ocupó el cargo de director de cultura de la municipalidad de México. Presentó en el Salón del libro de París su novela Hombre al agua (en francés Le naufragé du Zócalo, Les Allusifs, 2004, traducción de Gabriel Iaculli). Allí, con mucho humor siempre, nos habló de su ciudad, de sus novelas, de lo que le inspira, de los momentos de su vida que influyeron en su trabajo de escritor. En Hombre al agua, el narrador Pablo Urbina recuerda cómo se quedó sin mujer y sin trabajo; su única meta es quedarse en México, la única ciudad donde él quiere estar, porque quedarse es entenderla, y entenderla es quedarse. Así consigue que su amiga Paula se vaya a Austria para instalarse en su piso: una solución a corto plazo, ya que Urbina no cree en ningún futuro, simplemente sobrevive día a día. Su historia mínima se entreteje con relatos de la Historia de la ciudad de México, el terremoto de 1985, la contaminación, el secamiento del lago, los incendios: estos episodios catastróficos corresponden a los cuatro capítulos de la novela, relacionados con los cuatro elementos. El lenguaje es moderno, económico, con frases cortas y contundentes, y contrasta con esas huellas del pasado que surgen en la novela y en la ciudad. México D.F. no está presentada como un lugar abominable, sino que el narrador la recorre con una mirada estoica, pero también irónica y mordaz. Es una estética de la supervivencia que se desarrolla en Hombre al agua, para tomar una distancia irónica e humorística respecto a las tragedias de la vida, y para el gozo del lector.
Entrevista
Lo que llama la atención primero en Hombre al agua es su estructura; ¿por qué escogiste este orden elemental?
No es algo premeditado; sucedió con la escritura de la novela, yo había trabajado 600 o 700 páginas durante unos cuatro o cinco años, y lo dejé, lo abandoné, no funcionaba nada; y después, un día que me estaba mudando de casa, encontré los papeles, y tuve que tomar la decisión de si tirar todo a la basura o llevármelo a la nueva casa. De pronto lo abrí, empecé a leerlo, y descubrí que toda la primera parte que había escrito en ese momento tenía que ver con la tierra, la madre, etc. Después leí otro capítulo y vi que había mucha agua en este capítulo, y dije: claro, la estructura tiene que ser ésta. Entonces se redujo de 700 páginas a las que son ahora, casi menos de 200 páginas.
En Hombre al agua, cuentas leyendas aztecas, como la de la mujer serpiente del lago. ¿Las leyendas y tradiciones prehispánicas son una fuente de inspiración frecuente para ti?
Cuando estás en la ciudad de México, esto está a la vista. Antes de que empezara el Salón del Libro fue alguien de un canal de televisión francés a entrevistarnos a un grupo de escritores que veníamos para acá, y se les ocurrió entrevistarnos en el centro de la ciudad. Y todos acabamos hablando de los Aztecas, porque... ¡ están allí ! Si tú caminas sobre la calle Guatemala, la que está detrás del centro, y pasas por la catedral metropolitana que es colonial, finalmente llegas a las ruinas del templo mayor de Tenochtitlán, y no hay manera de evitar el tema porque están allí. Entonces, todo el tiempo la parte prehispánica, sobre todo en el centro del país, está muy presente porque está a flor de piedra todavía: unos trabajadores ponen un poste de luz, o meten líneas de telefonía digital, lo más moderno de lo moderno, se topan con una piedra, y descubren que la piedra es otro monumento prehispánico que no se había descubierto. Se puede decir que en México se descubren tantas piezas arqueológicas como escritores.
Episodios de la historia de la ciudad de México se entremezclan con la historia individual de Urbina. ¿Cómo manejaste y jugaste con este relato híbrido, entre crónica histórica y narración en primera persona?
El origen de esta idea es que un día que yo estaba en la calle, empezó a llover, y en la ciudad de México en cinco minutos caen como veinte centímetros de agua, es una cosa muy contundente y muy rápida: te empapas en dos segundos. Entonces yo estaba empapado en la calle y dije: ¿por qué no tengo yo un paraguas? Entonces recordé que mi ex-mujer de la que me había separado se había llevado el único paraguas que teníamos en la casa; y después pensé: ¿por qué me enojo, si ésto antes era un lago? Es la idea cruzada de alguien a quien le quitaron un paraguas en una separación, que vive en una ciudad que de todos modos se inunda porque fue un lago y aunque se haya desecado durante quinientos años sigue siendo un lago, y la cantidad de agua que cae es propia de un lago. Muchas cosas allí son propias de un lago: las plantas que se ven allí, los insectos y los pájaros siguen viviendo allí aunque ya no haya el lago, viven en el concreto pero son como el síntoma de que allí estuvo un lago. Entonces, esta idea que las pequeñas tragedias de un personaje no valen nada comparadas con las catástrofes de esta ciudad fue lo que originó esta idea híbrida de que este personaje, cada vez que le pasaba algo, se remitía a otra cosa peor, que era colectiva, histórica, monumental, que era una gran catástrofe. Es una novela también de fin de milenio, está fechada en los últimos cuatro años del milenio. Teníamos la esperanza de que algo se acabara, y no se acabó nada...
Urbina tiene una relación muy fuerte con la ciudad de México. ¿Tú también mantienes un vínculo especial, casi amoroso, con tu ciudad ?
Yo no puedo vivir en una ciudad que no sea la Ciudad de México; ahorita que venía para acá en el metro, me pasé todo el tiempo comparando el metro de París y el metro de la ciudad de México, la gente, cómo se comporta, cómo están puestos los asientos... Porque hay una especie de vocación de una ciudad que si bien no es ni por mucho perfecta y tiene muchos defectos, es la ciudad que yo ayudé entre millones de personas para reconstruir después del terremoto de 1985, que para mí sería la ruptura generacional de mí generación: de pronto teníamos una ciudad y dos minutos después ... Ayudamos a sacar a la gente de los escombros durante meses, pero después yo siento que cada uno de los escritores de mi generación hemos ido reconstruyendo literariamente o plásticamente o en el cine, en las canciones... Han reconstruido la ciudad que perdimos, es una manera de recuperarla.
¿Y podrías imaginar escribir una novela que no tenga lugar en la ciudad de México?
Lo intenté en la última que todavía no sale aquí; saldrá en España en mayo, se llama Tequila D.F. Traté de que no fuera en el D.F., es decir que no hubiera lugares, que no hubiera referencias de este tipo, pero es inevitable, porque finalmente está contada en un español de México, y si tienes una patria en este mundo, tu patria es el lenguaje.
A lo largo de la novela, Urbina recuerda momentos del pasado, y al final, quema su chaqueta como para borrar este pasado, olvidar y seguir adelante. ¿La memoria es un tema importante en tu obra?
Sí, la memoria, el tiempo como opuestos a la Historia; ésa sería la idea: lo que conocemos como Historia es una secuencia de datos, y la memoria es justamente lo contrario, es un anacronismo, es para atrás, o en pedazos. Y el tiempo es todavía más caótico, no es lo mismo el tiempo que tardas en cruzar dos cuadras cuando tienes cinco años que te desespera todo, que cuando tienes sesenta que el tiempo se te expande; los viejos dicen que el tiempo pasa muy rápido, y para los niños el tiempo pasa muy lento, entonces si les dices: en dos semanas nos vemos, para ellos es una eternidad. Yo soy hijo de médico, y según me explica mi padre, tiene que ver con el latido cardíaco, a los niños les late el corazón más de prisa, y se nos va deteniendo con la edad, hasta que se te detiene completamente... Parece ser que sea la explicación... Pero si hablamos en términos de Historia de la ciudad, con la memoria mía de la ciudad hay una contradicción evidente, yo rescato las cosas que a mí me funcionan para el personaje, para mi propia memoria; sino, no estaría allí la mujer serpiente, no la pongo porque sea estrictamente necesario contar esa historia para entender a la ciudad de México, sino porque es estrictamente necesario para entender al personaje en la ciudad.
Tu personaje recuerda los momentos en los que su vida cambió, la muerte de su madre, su ruptura con Luisa... La ciudad también sufre cambios y mutaciones a lo largo de su historia, está siempre en movimiento. Este movimiento perpetuo contrasta con el estoicismo de Urbina. ¿Compartes su resignación?
Creo que no es resignación, es estoicismo. La resignación sería una cosa de origen católico: aguantar todo, porque algún día vendrá el plan divino de la salvación. Lo estoico tiene que ver con la frase de Epícteto que dice que nada está bajo tu control, ni la muerte ni la vida, ni la enfermedad, ni el orgullo, ni la vergüenza, lo único que está bajo tu control es lo que tú puedes pensar sobre eso. El personaje de Urbina es estoico en este sentido, es un tipo que no está esperando la salvación; si tú te fijas, en la novela no hay futuro, no hay ninguno tipo de futuro, es puro presente y supervivencia.
Pablo Urbina piensa las cosas de determinada manera y así soporta la realidad, la repiensa, se ríe de ella, la cuenta, y entonces, hace caso estrictamente al estoicismo. Un personaje que pensara en la salvación sería un personaje que piensa en el futuro, y eso para mi generación está vedado, la última generación que pensó en el futuro acabaron haciendo la revolución con todas las consecuencias que todo eso trajo...
El humor está muy presente en tu novela. ¿Para ti, la ironía y lo burlesco son la mejor forma de enfrentarse a la realidad ?
De no enfrentarse a la realidad más bien: ya que te pasaron las cosas, te alejas y te ríes de ellas. Yo ayer le contaba a alguien que el metro de la ciudad de México, a diferencia del de París, ya no alcanza: el metro cuadrado del vagón ya no alcanza para los seis millones que transporta diariamente. Yo me subí a un vagón hace poco en una hora pico, y la gente se mete, no importa que ya no haya espacio, porque tiene que llegar, entonces la gente se va apretando; y hay un momento físico en el que te aprietan tanto que tu corazón se acelera. Yo iba pensando: en cualquier otra ciudad aquí va a haber violencia -esto está experimentado incluso en ratas, si pones muchas ratas en un espacio cerrado se matan, se muerden. Entonces me dije: aquí va a haber violencia; y un muchacho dijo: Estamos tan apretados que alguien me va a embarazar, y yo no quiero tener un hijo, y la gente se rió. Eso para mí es, con toda la violencia que puede haber la ciudad de México, un escape que sí tiene la ciudad, que son los chistes, las bromas. En 1985, cuando estábamos en los derrumbes, tratando de rescatar a la gente, allí dormíamos, allí comíamos, y en las fogatas en la noche, nosotros mismos hacíamos chistes de los muertos, porque no teníamos ninguna otra manera de enfocar la tragedia si no era a través de contarnos unos chistes. Eran muy macabros, y fueron muy criticados por la prensa porque se empezaron a saber, pero era la única manera de estar allí. El humor, en la novela y en la vida, es un alejamiento sano de lo que te está pasando.
¿Se puede decir también que haces parodia, con el episodio de la Virgen de Guadalupe, por ejemplo?
Sí, la Virgen de Guadalupe es una presencia muy solemne en toda América Latina, muy solemne y muy vieja. Son las iglesias llenas de viejitos que ya sienten que se enfrentan a la muerte, entonces van y rezan, y se encomiendan a la Virgen. Pero la Virgen de Guadalupe es también una Virgen del Apocalípsis y es una virgen que te salva de las inundaciones, entonces venía al caso perfectamente con la historia de la mujer serpiente. Y los tratamientos literarios que hay sobre la Virgen de Guadalupe, sobre todo los de Octavio Paz, son ensayísticos, muy serios, muy sesudos. Un autor catalán que se llama Pere Calders que vivía en México hizo un cuento sobre la Virgen de Guadalupe, y eso me dio la idea; el no hace parodia de la Virgen de Guadalupe, pero yo parodio el personaje. Su cuento se llama La estación de tren: en una estación de tren un señor pinta una Virgen de Guadalupe por ocio, con gises de colores, y la deja en una pared; y entonces, en el primer tren que se para, la gente devota se hinca a rezar y se empieza a juntar la gente porque dicen que se apareció la Virgen allí, y ya no puede circular el tren, allí acaban, se cierra la estación porque el tren ya no puede circular. Era una perfecta metáfora entre modernidad y tradición. En el caso mío, vi el cuento de Calders y dije: podríamos hacer esto como si se tratara de Santa Claus, alguien que llega repartiendo milagros que a nadie le sirven, como suele hacer Santa Claus cuando eres niño y que no te trae el juguete que querías sino otra cosa; este desfase entre las expectativas modernas y una virgen que cura la tuberculosis.
¿Algunos escritores influyeron en tu forma de escribir?
Los primeros escritores que a mí me impresionaron muchísimo, que no son siempre los mejores, pero son los me cambiaron la idea de cómo se escribe algo, fueron Julio Cortázar, Borges por supuesto, Céline -cuando leí Viaje al final de la noche, las tres primeras páginas, tuve que cerrar el libro y dije: ¿qué es esto, qué estoy leyendo?, es buenísimo, es un ritmo increíble lo que tiene este hombre; de América Latina, en la manera en que se escribe un libro, que se cuenta una historia para mí el mejor ha sido Mario Vargas Llosa; y luego mucha literatura anglófona. Cambió la correlación cultural en México que antes fue muy afrancesada durante siglo y medio, del siglo XIX a la mitad del XX, tras la revolución mexicana se orienta hacia EEUU, entonces estamos criados en Philip Roth, Saul Bellow, y los anglos de Inglaterra: Salman Rushdie y Martin Amis.
¿Van a publicar más libros tuyos aquí en Francia?
Yo he sacado tres libros más después de Hombre al agua. Otra novela que se llama El rencor: es sobre el año 1994 en que matan al candidato del partido oficial el PRI, que gobernó durante setenta años México; es una novela hecha a partir de la muerte del candidato: qué es lo que van a hacer una serie de personajes para tratar de ganar esa elección, que la ganaron, la ganaron por un muerto, que es un poco complicado, pero eso hicieron. Y luego perdieron absurdamente pero... ¡si habían ganado por un muerto yo pensé que podían con todo! La idea es ésa la del Rencor... Luego hay otro libro que reúne quince años de crónicas mías en periódicos, Salida de emergencia, que es muy local, muy mexicano, son movimientos sociales que tienen importancia, como la emergencia de la pornografía que no había en México, antes era pura importación y ahora ya se produce allí, entonces hablar con los actores y las actrices es un poco extraño; son fenómenos de este tipo, el fenómeno de la televisión de realidad, hay una serie de cosas allí que a lo mejor para el público de otros lados del mundo no es tan interesante. Y mi nuevo libro, Tequila DF, es una novela que son cuatro versiones sobre la muerte de un poeta [Mario Santiago], que muere borracho, atropellado en la calle, sin que nadie sepa quién lo mató, por qué lo mataron o si fue un accidente. Son las cuatro versiones: unos momentos antes de que él muera, su amigo de cantinas, su esposa, y yo, el biógrafo.
Bibliografía
Crónicas
- Entre las sábanas (1995)
- Pequeños actos de desobediencia civil (1996)
- Salida de emergencia (2008)
Novelas
- Erótica nacional (1992)
- Hombre al agua (traducción francesa Gabriel Iaculli: Le naufragé du Zocalo, éd. Les Allusifs, 2004)
- Viaje alrededor de mi padre (2004)
- El rencor (2006)
- Tequila D.F. (2009)
Enlaces
Pour citer cette ressource :
Clémence Oriol, Entrevista a Fabrizio Mejía Madrid, La Clé des Langues [en ligne], Lyon, ENS de LYON/DGESCO (ISSN 2107-7029), mai 2009. Consulté le 27/12/2024. URL: https://cle.ens-lyon.fr/espagnol/litterature/entretiens-et-textes-inedits/entretiens/entrevista-a-fabrizio-mejia-madrid