Las Trece Rosas, unas representantes de la violencia ejercida por el régimen franquista sobre las mujeres “rojas”
Introducción
Durante la guerra civil española (julio de 1936-abril de 1939) y sobre todo durante la dictadura de Franco -que se alargó hasta la muerte del Caudillo en 1975 y con la organización de las primeras elecciones libres en 1977-, el bando de los vencidos sufrió mucha violencia por parte de los partidarios de una “Nueva España”. En efecto, muchos republicanos fueron encarcelados y a menudo ejecutados por el nuevo régimen, que los consideraba globalmente como un enemigo infrahumano y peligroso. Sin embargo, nos pareció importante centrarnos en la situación de las mujeres republicanas, que también fueron víctimas de la represión franquista y cuyos relatos fueron frecuentemente ocultados y hasta olvidados. La ejecución sumaria del 5 de agosto de 1939 de un grupo de trece mujeres (algunas de ellas afiliadas a las Juventudes Socialistas Unidas), conocidas como “Las Trece Rosas” o “las Trece Menores”, después de un rápido juicio parcial, quizás sea hoy en día el episodio de violencia perpetrada por el franquismo contra las mujeres republicanas más recordado en la memoria colectiva del país. En efecto, se celebra cada año en el cementerio de la Almudena de Madrid (el otro nombre del cementerio del Este donde fueron fusiladas) el aniversario de su muerte. De la misma manera, miembros de la izquierda española crearon en 2004 la Fundación Trece Rosas con el objetivo de luchar por la igualdad y la justicia social. Este drama parece haber atravesado los años, mientras que otros- aunque similares en su violencia- se han olvidado por completo con el paso del tiempo. Incluso se podría decir que esas trece mujeres, a causa de su detención y su muerte tan injustas, han sido objetos de un proceso de mitificación; es decir que forman parte hoy en día del campo del patrimonio cultural atemporal del país. Por lo tanto, es relevante preguntarnos por qué y cómo el episodio de las Trece Rosas pasó a ser un mito representando la violencia ejercida por el régimen franquista sobre las mujeres “rojas”. Decidimos focalizarnos en las trece mujeres que nos parecieron a la vez representativas de las víctimas femeninas del franquismo (tanto en términos de su clase social como de sus condiciones de detención), y también fueron figuras excepcionales de la represión cruel del sistema sobre sus “enemigas” (pues fueron ejecutadas menos de veinticuatro horas después de su juicio sin siquiera esperar la confirmación de Franco). Otro eje importante del presente trabajo son las representaciones que tenía el nuevo régimen de su enemigo (y más precisamente en este caso de las mujeres republicanas vistas como enemigas que incluso traicionaban a su propio sexo), que a nuestro parecer permitieron la realización de un castigo de tal violencia. El acontecimiento provocó una onda de choque en diferentes esferas de la sociedad de la época y dejó una huella importante que contribuyó a la construcción de un mito.
I- Los hechos : estancia en la cárcel y muerte de las Trece Rosas
1- ¿Quiénes eran las Trece Rosas?
Las Trece Rosas es el nombre dado a las trece mujeres madrileñas de la cárcel de Ventas que fueron fusiladas por los Franquistas el 5 de agosto de 1939. Son representativas de las víctimas femeninas del régimen por varias razones. Primero, según indica Alicia Ramos Mesonero, todas eran jóvenes, y algunas de ellas incluso eran menores de 21 años (la mayoría de edad entonces) :
“Virtudes Gonzáles García, Luisa Rodríguez de la Fuente y Victoria Muñoz García tenían 18 años al ingresar en Ventas; Adelina García Casillas y Julia Conesa Conesa, 19; Dionisia Manzanero Salas y Elena Gil Olalla, 20; Ana López Gallego, 21; Martina Barroso García, 22; Joaquina López Laffite, 23; Carmen Barrero Aguado, 24; Pilar Bueno Ibáñez, 27; y Blanca Brisac Vázquez, 29 (…)” (2012, 246).
Además, todas eran de clase social humilde: unas -como Pilar Bueno Ibáñez o Carmen Barrero Aguado- eran modistas, otras eran amas de casa o trabajaban en comedores del Auxilio Social. Ahora bien, hay que recordar que la mayoría de las mujeres que fueron encarceladas durante el franquismo eran de clase social media/baja.
Las Trece Rosas, al contrario de lo que se argumentó durante su juicio, “carecían de significación política” (Ramos Mesonero, 2012, 246) a la excepción de Pilar Bueno Ibáñez que “desempeñaba un puesto de notable responsabilidad en la embrionaria estructura del PCE clandestino como responsable de Organización del Comité Provincial de Madrid” (Hernández Holgado, 39) y de Carmen Barrero Aguado que “había sido encargada por los dirigentes del Comité Nacional clandestino de elaborar un plan de trabajo político destinado a las mujeres” (Hernández Holgado, 39). El único compromiso político que algunas de ellas tenían en común era su afiliación a las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU).
Otra cosa que tenían en común era la causa de su ingreso a la cárcel de Ventas: se sabe con certeza que todas- aunque no se conocieran entre sí- fueron delatadas. Se emiten tres hipótesis alrededor de la identidad de su delator o delatora. Fernando Hernández Holgado avanza que :
“Los testimonios orales de las presas de Ventas han atribuido buena parte de la responsabilidad de las detenciones a un infiltrado en la JSU, Roberto Conesa, que posteriormente medraría en el aparato policial franquista especializándose en la persecución de comunistas” (37-38).
También es posible que las trece mujeres hayan sido detenidas después de la denuncia de José Peña Brea, “el nuevo encargado en Madrid de reconstruir la JSU” (Ramos Mesonero, 2012, 248). El hombre “confesó bajo tortura el nombre y la dirección de quienes colaboraran con él en la organización” (Ramos Mesonero, 2012, 248), pues según Fernando Hernández Holgado, “En sus declaraciones aparecen incriminadas, entre otras, Joaquina López Laffite, Virtudes Gonzáles, Dionisia Manzanedo (…)” (38). Sin embargo, lo que las compañeras de las treces mujeres más recuerdan es el papel jugado por María del Carmen Vives (una joven de apenas quince años delatada por José Peña Brea llamada “La Chivata” por su compañeras de la cárcel de Ventas) en las detenciones de las militantes de la JSU. Por eso, ella fue considerada como la responsable de la muerte de las Trece Rosas. Sin embargo, esta hipótesis no está verificada ya que como lo afirma Carlos Fonseca (citado por Alicia Ramos Mesonero): “No hay ningún dato que lo avale” (2012, 247) o bien Fernando Hernández Holgado: “su declaración ante la policía sorprende por su parquedad en comparación con muchas otras” (38).
2- Lo que sabemos: vida en la cárcel, proceso y muerte de las Menores
a- Vida en la cárcel
El episodio quedó grabado en las memorias (en la memoria colectiva) porque es representativo de la violencia del régimen franquista sobre sus víctimas -femeninas en este caso-. En efecto, es probable que las Trece Rosas hayan sido abusadas en las comisarías, como fue el caso de un número importante de mujeres presas : “las mujeres republicanas conocieron (…) las violaciones y las vejaciones sexuales en las cárceles y comisarias” (Duch Plana, 2017, 363). Su estancia en la prisión de Ventas también fue llena de incomprensión (cabe recordar que el día de su juicio, ninguna de las trece sabía de qué se les acusaba) y de incertidumbre. Esta última constituye una violencia enorme, tanto para los familiares de las trece mujeres como para ellas mismas. En efecto, Trinidad Conesa, cuando habla de la detención de su hermana Julia, dice que “por la mañana vinieron dos falangistas y se la llevaron. Nos dijeron que no nos preocupáramos y que en un par de días volvería a casa. Que sólo era puro tramite” (Romeu Alfaro, 2002, 210). Las presas, por su parte, al no saber si iban a ser ejecutadas ni cuando, temían por sus vidas cada segundo de cada día. A propósito de esta forma particular de violencia, indica Blasa Rojo que
“Puedes suponer lo que pasa con la pena de muerte, viendo sacar a las compañeras y no sabiendo si te va a tocar a ti (…) Ése es el mayor tormento y sufrimiento que puede tener un ser humano por muy malo que haya sido, con estar veinticuatro horas condenado a muerte ha pagado todo el mal que haya hecho” (Cuevas, 2005, 63-66).
Esta mezcla de incomprensión y de incertidumbre presente entre las presas del régimen se nota de manera obvia en las cartas que Julia Conesa envió a su madre antes de su muerte, pues se nota su proceso psicológico de la vida hasta la muerte (ver el anexo n°1 al final del artículo).
b- Proceso y muerte
Las Trece Rosas fueron llamadas para su juicio el 2 de agosto de 1939, juicio que duró en total dos días y del que salieron todas con la pena de muerte. En efecto, Alicia Ramos Mesonero indica, citando a Carlos Fonseca, que la sentencia del Tribunal Militar del Consejo Permanente de Guerra N°9 que las juzgó en la causa número 30.426 acaba con las siguientes palabras:
“FALLAMOS que debemos condenar y condenamos a cada uno de los procesados […] RESULTANDO probado, y así lo declara el Consejo […] [el delito imputado a Pilar Bueno Ibáñez, Virtudes Gonzáles García, Joaquina López Laffite, Carmen Barrero Aguado, Dionisia Manzanero, Anita López Gallego, (…), Victoria Muñoz García, Elena Gil Olaya, Luisa Rodríguez de la Fuente, Martina Barroso García, Julia Conesa Conesa, Adelina García Casillas, Blanca Brisac Vázquez y, entre sus nombres aparecen los de los 43 compañeros condenados todos] a la pena de MUERTE” (2012, 252).
Según afirma Alicia Ramos Mesonero fueron acusadas de “rebelión militar” (2012, 251) -un delito considerado como grave en el artículo 238 del Código de Justicia Militar- con el agravante de “trascendencia de los hechos y peligrosidad” (2012, 251). No pudieron ver a sus familiares, pues no habían sido avisados del juicio, ni recibieron la asistencia de un abogado defensor.
En la madrugada del día 5 de agosto de 1939, fueron sacadas de las celdas de la cárcel de Ventas para ser fusiladas en el cementerio del Este de Madrid, a pesar de haber pedido los indultos a Franco, y esto sin aviso previo. En efecto, todos los testimonios de las compañeras de las Trece Rosas relatan su sorpresa ante la rapidez (inusual) de la ejecución: “Nadie pensaría en la posibilidad de una inminente masacre. Todas estaban convencidas de que el indulto llegaría de un momento a otro” (Ramos Mesonero, 2012, 255-256).
II- Las representantes del “enemigo rojo”: “delincuentes marxistas femeninos” (Vallejo Nágera, psiquiatra militar franquista)
1- Un castigo ejemplar
La condena y el fusilamiento de las Trece Rosas tuvo lugar justo después del fin de la guerra civil española, en que los republicanos -vencidos del conflicto- intentaban reorganizarse y establecer la resistencia para luchar contra un régimen que juzgaban ilegítimo y anti-democrático. Más precisamente, la ejecución de las trece mujeres ocurrió después del asesinato del “ex quintacolumnista, comandante de la Guardia Civil, inspector de la Policía Militar y encargado del Archivo de Masonería y Comunismo” (Ramos Mesonero, 2012, 253) Isaac Gabaldón Irurzún, de su hija y de su chófer, que fueron ejecutados por miembros de las JSU el 29 de julio de 1939. Por eso, proponemos la hipótesis de que el fusilamiento de las trece jóvenes fue un acto de venganza por parte del régimen franquista, para a la vez afirmar la superioridad del nuevo régimen y disuadir a los “rojos”, vistos como un enemigo interior, de tomar cualquier acción para rebelarse. En efecto, de esta manera se entiende la desproporción del castigo impuesto a las Rosas, ya que sabemos con certeza que no estaban involucradas de manera significativa en la resistencia republicana. A este propósito, Fernando Hernández Holgado escribe que “la mayor parte de los militantes de la JSU juzgados en agosto habían sido detenidos muy poco después de finalizada la guerra, cuando aún no habían tenido tiempo de integrarse en la nueva estructura clandestina o lo habían hecho de manera muy incipiente” (37). Tabea Alexa Linhard (citando a Tomasa Cuevas) no dice otra cosa cuando avanza lo que sigue: “the likelihood is that the women had simply been involved in re-establishing contacts in order to regroupe and reconstitute the United Socialist Youth after the defeat of the Republic” (2002, 190). ((“lo más probable es que las mujeres hayan participado simplemente en el restablecimiento de los contactos para reagrupar y reconstituir las Juventudes Socialistas Unidas después de la derrota de la República.”))
Además, la hipótesis del castigo ejemplar queda reforzada por el hecho de que, al ejecutar a las trece mujeres sólo el día después de su juicio, el régimen franquista se saltó las normas de su propio protocolo. En efecto, después de su juicio, las penadas redactaron solicitudes de indulto para reclamar la clemencia de Franco. La respuesta que podían obtener era doble, como lo explica Alicia Ramos Mesonero: “la E (de Enterado) que autorizaba la ejecución de la sentencia, o la C (Conmutada) por un máximo de 30 años de cárcel” (2012, 254). Sólo entonces -y no antes- se podía proceder a la saca y a la ejecución de las penadas. Sin embargo, en el caso de las Trece Rosas, “no se cumplió el ritual. Nadie esperó a recibir la respuesta del Caudillo, y se las pasó por las armas a las pocas horas de volver del juicio” (Ramos Mesonero, 2012, 254).
2- El contexto de odio que permitió esta ejecución sumaria
La ejecución de las Trece Rosas ocurrió en un contexto más global de odio absoluto frente al “enemigo rojo”. En efecto, los vencidos eran considerados por los Franquistas como asesinos intrínsecamente inferiores, e incluso infrahumanos. Las “mujeres rojas” eran aún peor vistas, ya que además de pertenecer al bando vencido, habían transgredido y seguían transgrediendo “los límites de la feminidad tradicional” (González Duro, 2012, 17). De esta manera el régimen justificaba la violencia a la que eran sometidas. En efecto, Enrique González Duro escribe que “Si para la mujer “nacional” se exigía modestia, para la roja, que se había saltado la obligada domesticidad, sí se pedía sangre, castigo, cárcel y hasta la muerte” (2012, 18). Por lo tanto, en una sociedad patriarcal y mazculinizada como la de la Nueva España, a las mujeres republicanas se las castigaban dos veces: por ser “rojas” y por su sexo; por esta razón se las demonizaba y se las veía como el mal encarnado. Además, en este régimen existía la creencia de que las mujeres, por su labilidad psíquica y su debilidad natural, podían en circunstancias excepcionales convertirse en personas violentas:
“Si la mujer [decía Vallejo, un psiquiatra militar franquista] es habitualmente de carácter apacible, dulce y bondadoso, se debe a los frenos que operan sobre ella; pero como el psiquismo femenino tiene muchos puntos de contacto con el infantil y el animal, cuando desaparecen las inhibiciones frenatrices de las impulsiones instintivas, entonces despierta en el sexo femenino el instinto de crueldad y rebasa todas las posibilidades imaginadas, precisamente por faltarles las inhibiciones inteligentes y lógicas” (González Duro, 2012, 23).
Ahora bien, proponemos la hipótesis de que fue precisamente la manera por la que las mujeres rojas fueron percibidas por el bando vencedor, lo que justificó las ejecuciones sumarias de tantas de ellas- y por supuesto de las Trece Rosas-. En efecto, no hay que olvidar que en el imaginario franquista, se asociaban de manera sistemática las mujeres republicanas a mujeres que habían llevado el mono republicano y que habían ido al frente para combatir y matar a soldados del bando nacional; y esto a pesar de que, según afirma Enrique González Duro, “en la realidad fueron pocas las mujeres que vestían el mono e iban al frente como milicianas” (2012, 19). Queda particularmente claro al leer las siguientes palabras que pronunció Vallejo Nágera después de la guerra en mayo de 1939:
“Coméntase vivamente el hecho de que en la revolución comunista española el sexo femenino se ha mostrado con entusiasmo y ferocidad inusitados, no dudando muchas jóvenes en alistarse como “milicianas” en los frentes, imitando ventajosamente a la famosa Luisa Michel, pues bastantes murieron en los parapetos.” (González Duro, 2012, 19).
III- Una imborrable huella: la construcción de un mito
1- Una onda de choque …
El fusilamiento de las trece mujeres provocó un traumatismo inmediato entre las presas de la cárcel de Ventas. Alimentó un ambiente de angustia y de miedo intenso como lo demuestran los varios testimonios que tenemos: según Fernando Hernández Holgado “Carmen Machado refiere que la impresión provocada por aquella primera saca en el departamento de Menores, donde había jóvenes de hasta catorce y quince años, fue enorme. Contra la pena de muerte, no valía ya la minoría de edad como defensa” (44). De la misma manera, Tomasa Cuevas relata que: “En “Menores”, hasta entonces, había el choque de muchas chicas que, en situación peligrosa, se habían sentido protegidas por su minoría de edad. Ya ni eso servía. No tenían defensa.” (2005, 88). En efecto, cabe notar que se recuerdan a las Treces Rosas también como a las Trece Menores (a pesar de que algunas de ellas no lo fueran), lo que subraya el choque enorme que debió de ser la ejecución sumaria de tantas jóvenes. Por cierto, incluso la prensa relató el hecho subrayando que se trataba de un castigo ejemplar:
“Dans son livre Trece Rosas rojas, Carlos Fonseca indique que le lendemain de l’exécution, la presse du nouvel État, ABC et Arriba en particulier, rendit compte de l’information, sans préciser le nombre et le nom des morts, mais en soulignant qu’il s’agissait-là d’un châtiment exemplaire” (Carcelen, 2015, 10).
Sin embargo, lo más llamativo fue que hasta dentro del régimen, el episodio resultó sorprendente e incluso conmovedor, según afirma Fernando Hernández Holgado. En efecto, es probable que después de la muerte de las trece mujeres, los propios miembros del régimen de Franco decidan conmutar la pena de muerte de algunas presas, y eso probablemente para que ni la opinión pública ni las naciones extranjeras se rebelen ni pidan cuentas al sistema franquista. De hecho, Antonia García así explica su conmuta de pena:
“Nosotras mismas, las tres que nos conmutaron, fue por una instancia que hicieron nada más llegar, recurriendo también, atendiéndose a que éramos menores, es decir, que es posible que lo tuvieran en cuenta después del escándalo [la ejecución de las Trece Rosas] que se había promovido con nuestro caso. (…) Fue tal el escándalo que se organizó que intervinieron todas las organizaciones de izquierda de toda Europa y, como gracia, nos conmutaron la pena de muerte” (Fernando Hernández Holgado, 37).
2- … Que queda grabada en la memoria colectiva del país
Jean-François Carcelen considera que el episodio de las Trece Rosas se ha convertido en un mito que ahora forma parte de la memoria colectiva del país. Define el proceso de mitificación como sigue:
“la mythification serait un processus d’amplification destiné à porter l’objet ou l’événement au rang de sacré de sorte qu’ils atteignent à une sorte d’immuable, d’intemporalité dans un espace au-delà du vrai et du faux (…). Mythifier c’est extraire un personnage [ou] un événement de la chaîne du temps pour le reverser dans l’espace de l’intemporel (…).” (Carcelen, 2015, 9).
Ciertos elementos participaron en este proceso según él, específicamente la última frase que la joven Julia escribió a su madre en una carta redactada sólo unos momentos antes de su muerte : “Que mi nombre no se borre en la historia”. El poema “¡CÓMO MUEREN LAS ESTRELLAS!” escrito el mismo día de la ejecución de las trece mujeres por Rafaela Gonzáles (una de sus compañeras de la prisión de Ventas) también contribuyó a esta mitificación. En efecto, un verso las denomina como “Trece rosas [que] han tronchado del eterno rosal” (ver el anexo n°2 al final del artículo). Podemos añadir también los varios testimonios de las compañeras de celda y de las presas que cohabitaron o estuvieron en Ventas al mismo tiempo que las Rosas, y que relataron el drama, como por ejemplo Carmen Machado o María Lacrampe. Todos estos elementos permitieron la creación de una leyenda, es decir de un “relato que fue corriendo de boca en boca hasta el punto de que cada presa recién ingresada en Ventas lo hizo suyo y se dedicó a transmitirlo a su vez” (Hernández Holgado, 45). Por lo tanto, el episodio de las Trece Rosas conoce varias versiones con diferentes enfoques: unas subrayan el heroísmo y la valentía de las jóvenes mientras que otras ponen de relieve sus llantos y desesperación antes de la ejecución. Incluso existen pequeñas variaciones entre los diferentes relatos, algunas de las cuales se alejan de lo realmente ocurrido como lo apunta Fernando Hernández Holgado: “No es cierto, por ejemplo, que Las Menores se negaran a confesar: según el relato de las presas de aquella época (…) la confesión era un trámite obligado si querían escribir a su familia por última vez. Lo que no hicieron fue comulgar” (45). Incluso se puede afirmar, siguiendo a Tabea Alexa Linhard que “More than sixty years after their death, (…) it is not possible to disentangle the actual, true story of the thirteen minors from these layers of myth and narrative”(("Más de sesenta años después de su muerte, no es posible desenredar la historia real y verdadera de las trece menores de estas capas de mito y narrativa."))(2002, 199). Por cierto, hay que subrayar que esta variedad de variaciones y versiones es propia del mito pues como lo escribió Jean-François Carcelen, no estamos en el campo de lo verdadero o de lo falso sino de la construcción de un relato que luego se integrará en la memoria colectiva.
El arte y más precisamente la literatura tuvo un papel importante en cuanto a la mitificación del episodio de las Trece Rosas. En efecto, como lo afirma Jean-François Carcelen, hay un verdadero “rôle joué par la fiction lorsqu’elle vient compléter les vides, les trous dans toute reconstruction d’une mémoire en lambeau (...)” (2015, 4). La novela La voz dormida escrita por Dulce Chacón constituye un excelente ejemplo de la importancia de la literatura para la creación de un mito, y por consiguiente de una memoria colectiva. En efecto, se hacen varias referencias a las trece jóvenes en dicha novela- pues se integran perfectamente dentro de la diégesis- lo que constituye un “sédiment fondateur” (Carcelen, 2015, 12) :
“[Elvira enferma y delirando] Tiene frío. Un camión se lleva a las Trece Rosas y Julita Conesa no deja de cantar. Joaquina deshace un cinturón. Joaquina tiene el pelo liso y negro, y los ojos grandes. Se castigan con la muerte. Hortensia lleva trece rosas en la mano. Reme sigue cantando. Hortensia lleva trece rosas muertas en la mano. Y ella acaricia una cabecita negra” (Chacón, 2018, 306).
La ficción, en este caso particular, se hace cargo a la vez de una parte del proceso de mitificación así como del deber de memoria.
Conclusión
El episodio de las Trece Rosas pasó a ser un mito representando la violencia ejercida por el régimen franquista sobre las mujeres republicanas, porque por sí sólo concentra toda la esencia de la represión ciega de los partidarios de una Nueva España sobre las “rojas”. En efecto, las trece jóvenes son a la vez muy representativas de las presas del franquismo (por su clase social y sus condiciones de vida en la cárcel), pero su muerte, por su rapidez y la juventud de las chicas, se destaca por su crueldad. Además, el acontecimiento provocó una onda de choque que quedó inscrita en los varios testimonios de las ex-detenidas de la cárcel de Ventas, así como en algunos textos redactados por las compañeras de celda de las Menores o por ellas mismas, como las cartas de Julia Conesa a su madre. Esas huellas escritas contribuyeron a la creación del mito de las Trece Rosas ya que permitieron a la vez que su historia no cayera en el olvido y que los lectores pudieran, al leer estos textos llenos de emoción, ponerse en su lugar -en la medida de lo posible por supuesto-. Nos parece que su historia despertó cierta indignación que alimentó el proceso de mitificación. Asimismo, el papel jugado por la literatura en dicho proceso es interesante. En efecto, el empleo de las Menores en el arte es a la vez consecuencia de la mitificación de las trece jóvenes (cuanto más se convierten en un mito, más aparecen en el patrimonio cultural de país), pero también una de sus causas (dando “carne” a las Rosas, los autores contribuyen a la creación de diferentes “enfoques” sobre este episodio que, como lo hemos visto, son esenciales para la creación de un mito).
Notas
Anexos
Anexo n°1: Cartas del 7 de julio de 1939 y del 4 de agosto de 1939 escritas por Julia Conesa a su madre (Romeu Alfaro, 2002, 215-218)
[las cursivas son nuestras]
Madrid 7 de julio de 39.
Querida mama me alegrare que al recibo de estas letras estes bien, yo bien gracias a Dios.
Mama hoy dia 7 que me toca escribir cojo el lapicero para escribir a mi mamaita con todo el cariño que siento.
Mama mandame a nombre de la tia lo que te dije a nombre de la tía, o sea pones esta dirección (Teresa de los Rios enfermeria) pues nos hace mucha falta la ropa y los pendientes de los que yo tenia, pues como tu no trabajas, pues me figuro que no me los puedes mandar negros los coses para que no se puedan perder.
Mama cuánto siento no poder ayudarte a vuscar trabajo y trabajar la una para otra.
Pues de lo que me dijistes de mi novio nada me importa, todavia soy muy joven si ese se aido nada me importa otro vendra ¿no te parece? el dia que yo salga de aqui ya le ablare muy claro a ese idiota, tu no te apures por nada que cuando yo salga se arreglara todo.
Bueno mamite recibe muchos besos y abrazos de tu hijita que no te olvida un momento.
Julia
Recuerdos para casa de la Trini y para los tios y para los vecinos y para Demetrio que me escriba y tambien sus hermanos. Y recuerdos para el tranviario y su casa.
Madrid 4 de agosto de 1939.
Querida mama y hermanos. Me alegrare que al recibo de estas alegres letras estes bien, yo bien gracias a Dios.
Mama espero que no llores pues como puedes comprender soy y somos inocentes de todo lo ocurrido.
Antonio hacer todo por mama que es la unica persona que si ella faltase en el mundo queseria de mi cuidarla mucho, que no se ponga mala.
Tios igual que se lo digo amis hermanos o lo digo a vosotros, ya sabeis que ella es buena, yo os lo aseguro.
Mama espero que ballas a casa de mis amigas y ballais todas juntas a todos los lados. Pues pensar que soy inocente que yo ignoraba todo y gual que mis amigas la Adelina, Julia.
Iras a las Salesas y miraras las tablillas de penados y hacer cada uno de vosotros o sea de los tios y tu solicitando el indulto y poneis que Julia Conesa natural de Oviedo edad 19, bueno ya sabeis como de hacer todo, hacer lo no lo dejeis de la mano.
Mama no pienses en nada que todo se arreglara y pronto nos abrazaremos. Mira yo rio y canto y no pienso en nada.
Mama necesito avales para que balla junto con firmas de los vecinos y bes a ber a todas las personas que conozcas, pues es de mucha urgencia lo nuestro.
Acer todo lo que podais por mi, y personas que respondan por mi.
Mama animo y no llores que tu asido siempre muy fuerte y no te ballas aponer mala.
Mama pedir inmediatamente revision de causa para las tres, pero lo mas pronto posible.
Bueno contodo el cariño me despido de todos contodo el cariño, que nunca os olvidan ni ahora ni siempre, ni jamas, vuestra hija hermana y sobrina.
Julia Conesa
Anexo n°2: Poema escrito por Rafaela González el mismo día del fusilamiento de las Trece Rosas (Romeu Alfaro, 2002, 221)
[las cursivas son nuestras]
¡CÓMO MUEREN LAS ESTRELLAS!
Agua verde, verde ...
Cielo de peces azules
¡Que han muerto las estrellas!
Rosas encapuchadas entre los blancos tules
del alba. ¡Blancor del alma de doncellas!
Ay, agua verde, verde …
Al suelo han caído las estrellas
trece estrellas rojas
azules y amarillas
y la tierra se cubre de azucenas por ellas
de blancas rosas y de campanillas
¡Que han muerto las estrellas!
Ay, agua verde, verde …
Trece estrellas han muerto
Trece vestales
del Templo de la libertad
Vírgenes
Que en blanco cortejo, sin lanzar un grito
en brazos de la muerte van hacia el infinito
Ay, agua verde, verde
que corres silenciosa entre líquenes
y fecundas los campos y el huerto
con esencias eternales…
Verdor primaveral
Verde de pureza
gracia y belleza,
Trece rosas han tronchado del eterno rosal.
¡Ay, agua verde, verde
Diosa de la Naturaleza!
Bibliografía
Carcelen, Jean-François. 2015. “Genèse d’un mythe: Treize Roses pour l’éternité”, en Figures de la mythification dans l’Espagne du xxe siècle. Montpellier: Université Paul-Valéry-Montpellier III.
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Romeu Alfaro, Fernanda. 2002. El silencio roto: mujeres contra el franquismo. San Antonio: El Viejo Topo.
Vinyes, Ricard. 2004. “L’univers carcéral sous le franquisme” (ed. Philippe Artières). Prison et résistances politiques: le grondement de la bataille. [Cultures & conflits n°55]. Paris: L'Harmattan.
Pour citer cette ressource :
Alice Tusa, Las Trece Rosas, unas representantes de la violencia ejercida por el régimen franquista sobre las mujeres “rojas”, La Clé des Langues [en ligne], Lyon, ENS de LYON/DGESCO (ISSN 2107-7029), novembre 2020. Consulté le 21/12/2024. URL: https://cle.ens-lyon.fr/espagnol/civilisation/histoire-espagnole/guerre-civile-et-dictature/las-trece-rosas-unas-representantes-de-la-violencia-ejercida-por-el-regimen-franquista-sobre-las-mujeres-201crojas201d