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Entrevista a Karla Suárez

Par Nina Morelli : Master - ENS de Lyon, Juliette Navarro-Maciotta : Étudiante - ENS de Lyon
Publié par Elodie Pietriga le 18/01/2019

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Entrevista a la escritora cubana, en el marco de las ((Assises Internationales du Roman)) organizadas por la Villa Gillet en Lyon el 22 de mayo de 2018, acerca de su última novela, ((El hijo del héroe)) (2017), en la que explora un pasado problemático para los cubanos, la guerra de Angola, a través de la vida de Ernesto que se convierte a los doce años, con la desaparición de su padre en Angola, en el hijo de un héroe.
 
captation vidéo : Julien Naccache

 

Algunos datos para empezar

Karla Suárez nació en La Habana en 1969. Es escritora e ingeniera electrónica. Autora de novelas, como Silencios (1999) o Habana, año cero (2011) por la cual recibió en Francia los premios “Carbet de la Caraïbe et du Tout-monde” y el Gran Premio del Libro Insular, y de libros de cuentos, su obra ha sido traducida a varios idiomas. Reside actualmente en Lisboa, donde coordina el Club de lectura del Instituto Cervantes, además de trabajar como profesora en la Escuela de Escritores de Madrid.

 

La entrevista 

 

 

video.ens-lyon.fr/eduscol-cdl/2018/ESP_2018_ksuarez_entrevista_01.mp4

 

La transcripción

 

¿Cuándo decidió usted escribir novelas? ¿Por qué?

Pues yo empecé a escribir de niña, porque me gustaba inventar historias. En mi casa, mi madre era profesora de literatura, cuando era chiquita. Mi casa estaba llena de libros, entonces leía todo el mundo, también mi papá, mi hermana.
 
A mí me gustaba hablar mucho e inventar historias entonces empecé a escribir cuando era niña cuentos y poemas, y luego seguí. Siempre digo que es como una enfermedad, cuando te enfermas de escritura no se te quita nunca por suerte.
 
 
¿Cuáles son los libros que la influyeron? Hemos notado muchas referencias a literatura hispánica e internacional, no sólo en los títulos de los capítulos del Hijo del héroe sino también en los diálogos. ¿Son novelas que la han marcado?
 
En el Hijo del héroe, quise hacer un juego entre el personaje y yo. Al personaje le gusta leer. Escribe, sueña con ser escritor, pero al final hace otra vida, pero siempre es un gran lector, apasionado por la literatura. 
 
Hice el juego de poner a cada capítulo el título de una gran novela, esas son las de formación que yo leí cuando tenía 16, 17, 18 años. Todos los títulos que están allí son importantísimos para mí. Algunos tienen que ver con momentos determinados en mi vida, otros tienen que ver con mi formación como individuo… entonces presté mis lecturas a Ernesto, el personaje.
 
Me gusta la idea de que al final del libro, donde está el índice, haya una lista y entonces es una gran biblioteca porque realmente todas son grandes novelas. Los títulos no tienen que ver directamente con el libro, a veces es una referencia al autor o a alguna escena de un libro determinado. Es como un pequeño homenaje a mis grandes autores.
 
 
El protagonista del Hijo del héroe lleva “la Historia pegada a la piel”, ¿considera usted que la lleva pegada a su manera de escribir y a sus obras?
 
Ernesto y yo somos de la misma edad, nacimos los dos en el 1969. La vida de Ernesto no es mi vida, pero sí, tenemos muchas cosas en común, porque crecimos en el mismo tiempo, vivíamos más o menos en el mismo barrio. Uno es siempre casi todo su personaje, todas las novelas son autobiográficas y no, porque en realidad uno le presta muchísimas cosas de la vida al personaje.
 
Aquellos años sí, tenía la impresión de llevar la “Historia pegada a la piel” porque las noticias llegaban por la vía oficial, por la televisión cubana que tenía dos canales, por la radio cubana, no había internet ni en Cuba ni en ninguna parte. Vivía como muy pendientes de todo lo que pasaba, porque todo el tiempo estaban las noticias de lo que pasaba: eran los años del movimiento de independentistas, de África, de América Latina, de la guerra fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética, y todo eso se vivía todo el tiempo. Tú crecías escuchando cosas, que incluso cuando eres niño, ni te importan.
 
La historia fundamental de la novela, que es la guerra de Angola, fue una cosa que traté de hacer entrar en la novela y quería dejarlo más o menos como lo vivíamos nosotros, porque la novela no es sobre la guerra sino como tú vives la guerra desde la distancia. Entonces, como fue entrando la guerra en nuestras vidas, yo lo vivía así y me alegraba mucho con lectores cubanos que han leído la novela, que me han dicho que sí, que vivíamos con la “Historia pegada a la piel”. Entonces, digo qué bueno, ¿no?
 
 
¿Dónde escribió esta novela? ¿Se puede escribir tal historia estando en Cuba o sólo se puede estando fuera?
 
Yo vivo fuera hace 20 años entonces todas las historias que escribo las escribo fuera. Yo vivo hace 8 años en Lisboa y esta novela la empecé a escribir en Francia, tuve una residencia de 4 meses en Vincennes en el Festival de América. Las 50 primeras páginas las escribí en Francia. Luego, terminé la beca, me regresé, seguí escribiendo toda la novela en Lisboa donde vivo. Y luego, 4 años más tarde, cuando ya estaba terminando la novela, estuve en una residencia, de nuevo en Francia, en la vía Marguerite Yourcenar, donde escribí el final y hice la primera corrección total, o sea ya salí de allí con una novela. Entonces fue una novela que empecé y terminé en Francia pero que escribí también en Lisboa.
 
Vivir en Lisboa fue muy importante porque allí encontré mucha gente que tuvo que ver con la guerra, aunque los portugueses se fueron antes de que llegaron los cubanos a Angola. Te montas en un taxi y hay un angolano, bajas a un lugar y allí hay alguien de Angola y si tú dices que eres cubano, pues claro, hay mucha gente con la que compartir historias, que no están en la novela, que te hacen tener un background total.
 
También tuve acceso a libros y a otra visión de la guerra porque yo tenía la versión oficial de Cuba, pero fue una guerra muy complicada en la que intervinieron muchos países e intereses, entonces estando en Lisboa pude tener acceso a visiones portuguesas y angolanas. De verdad, vivir en Lisboa era el lugar perfecto, ¡por eso Ernesto también vive en Lisboa!

 

¿Fue en Lisboa entonces donde decidió escribir sobre Angola?

Angola era una historia que vivimos todos. La participación de los cubanos duró 15 años y había muchas cosas que yo no sabía. Los cubanos se retiraron en el 1991, porque en los años 1990, Cuba estuvo en una crisis que se llama el Periodo Especial. Se habló muy poco de la guerra y entonces siempre fue algo que se me quedó dando vueltas en la cabeza.

En mi primera novela hay un personaje que va a Angola y que regresa, porque era parte de la vida, pero yo sabía que era una historia a la que un día iba a dedicar tiempo, pero a veces uno no sabe cuando de pronto sale la historia y te dices que ahora tienes que escribir eso. Entonces fue una historia de la que yo fui teniendo la idea desde siempre y un día, había terminado la novela anterior [Habana año cero], y de pronto me vino la primera frase de esta novela: “A mi padre le mataron una tarde que hacía mucho sol” y dije que eso era la novela de Angola. Entonces allí empecé ya a buscar informaciones porque tenía la punta del iceberg, las novelas son como la vida, tú no sabes qué va a pasar cuando las estás escribiendo y por eso me entusiasmo tanto: sé de donde parto, a veces sé a donde me gustaría llegar, pero no sé qué pasa en 200 páginas, entonces vives la novela mientras la estás escribiendo.

 

¿Cómo encontró las informaciones necesarias? ¿Gracias a testimonios en Lisboa, blogs…?

Encontré las informaciones a partir de un montón de cosas. A partir de 2005 empezaron a salir unos libros en Cuba, de testimonios sobre todo. Tengo las películas que se hicieron en Cuba, las de Angola también.
 
Hablé con muchos cubanos que estuvieron. Eso es muy interesante porque como lo decía, los cubanos estuvieron durante 15 años, pero la guerra pasó por varios periodos, entonces no es lo mismo la experiencia de uno que fue en el 1977 y de uno que fue en el año 1985. Mi padre también estuvo, fue uno de los que me contó cosas y amigos míos estuvieron con el servicio militar cuando ya teníamos 18 años.
 
Llegó un momento en que tenía la cabeza llena de voces porque había hablado con profesores, con civiles, con médicos, con mujeres; así tenía como una locura en mi cabeza y casi soñaba con las voces. Tengo tanta documentación de la guerra en mi casa ahora, pero llegó un momento en que tuve que parar porque dije “Bueno, ya. Ya estoy completamente metida en esta guerra y tengo que parar porque voy a escribir una novela, no voy a escribir un libro de historia”.
 
Lo que pasa es que, cuando empiezas a estudiar algo así histórico, es fascinante porque empiezas a descubrir un montón de cosas y a encontrar sobre todo las conexiones. Uno vive y no sabe exactamente. Después, la historia te cuenta lo que pasó, de modo organizado. Y sobre todo una guerra en aquellos años, había tan pocas informaciones, tan pocos medios (a veces pasaba algo y se enteraba en la capital dos días después), entonces imagínese nosotros en Cuba, era aún peor, sólo había la vía oficial.
 
Empecé a leer cosas y a hacer cuadros y cronologías, yo tengo una formación de ingeniera, y ya podía ver como diez novelas con diferentes ramificaciones. Luego, cuando ya había escrito la novela, la gran corrección fue eliminar cosas porque lo que es importante en la historia aquí es lo que toca al personaje. La novela es la vida de un muchacho que tiene 12 años y cuyo padre muere en la guerra. Entonces para él es importante entender la guerra, pero no es una novela para que te leas un libro de historia sobre la guerra: es una novela sobre personas.  

 

¿Ya tenía la idea de este desenlace?

El desenlace sí lo tenía. Fue como la idea inicial: a veces tienes una idea de cómo va a terminar, y luego, cuando estás desarrollando la novela y los personajes, pues… Yo digo siempre que las novelas son seres vivos, yo no puedo tener todo el control, si luego empiezas a dejarte llevar por la historia, te das cuenta de que hay cosas que los personajes pueden hacer y cosas que no. Pero en este caso sí, tenía el punto inicial y el punto final, ¡y me faltaban muchas cosas para llegar a este punto!

 

El título de la novela es El hijo del héroe. Nos parece interesante la palabra “héroe” ya que el padre, que desapareció durante la guerra, sigue omnipresente en la historia y en la memoria de todos los personajes. ¿Cuál es la importancia de la palabra “héroe” en Cuba? ¿Existe una presión social frente a este modelo político?

Claro, esa presión es muy fuerte. Los héroes son muy venerados, el héroe es una cosa muy importante en Cuba. El peso por eso es, para el personaje, importante porque él es un chiquito normal de 12 años, y de un día para otro su vida cambia, porque para todo el mundo, empezando por la familia, como la abuela que le dice primero “Tú eres el hombre de la casa”. Es un niño pero tiene que asumir la responsabilidad de hombre.Tiene que ocuparse de su hermana que tiene 2 años menos que él, el personaje asume otro papel que le impone la gente. A nivel de la familia, los hermanos del padre, los tíos tienen que representar este papel. En la escuela, para la gente, ya no es Ernestico o cualquiera: su padre murió en la guerra, su padre es un héroe de la Revolución y entonces, claro, todo eso le cae encima a este personaje que no sabe qué hacer con esto. Por eso es un personaje que no hace las elecciones de su vida, él hace lo que los demás esperan que haga él.
 
Esto en Cuba es un peso muy fuerte porque siempre desde los héroes de la independencia, los de la Revolución, los de todas las guerras en que participó Cuba, hay una iconografía de los héroes, es la religión cubana de aquellos años. Quería jugar con esto porque él es el hijo del héroe. Él es otra cosa, es el quien tiene que honorar al otro. Me gustaba que en el título haya la historia familiar, la pequeña historia, el hijo de un hombre cualquiera y la gran historia, que es el héroe, que ya deja de ser un hombre cualquiera para convertirte en otra cosa, que representa otra cosa. La novela es cómo la Historia con mayúscula puede tocarte de verdad con un dedo, se mete en tu casa y te cambia la vida en ese momento y de todo el resto del tiempo porque este personaje se queda como sin entender porque se murió su padre, no entiende la guerra, no entiende nada. Se convierte en la obsesión de toda su vida adulta.

 

Entonces, ¿quién es el héroe en su novela: el padre o el hijo? ¿El que lucha por la patria o el que lucha por la memoria?

Quizás, de algún modo, pero no lo pensé que fuera él como héroe. Era un personaje difícil de escribir. Es “el hombre detenido” como lo dice su esposa Renata. Vive con una contención. Primero, cuando se muere su padre le dicen que es un hombre y que los hombres no lloran, y él vive toda su vida sin llorar, porque no lloran los hombres y representa este papel. En Cuba, el concepto de hombre, de macho es muy fuerte y en toda la iconografía revolucionaria son hombres fuertes que fueron a hacer la revolución en las montañas. Todo eso cae encima de este hombre, no se permite ciertas cosas que sí sus amigos se permiten. Se pone una coraza, y dice “Esto es lo que yo soy y yo soy este personaje”. Entonces no creo que él sea el héroe. Es un personaje complicado que evoluciona, pero él no puede dar un paso, no puede seguir hasta que él no entienda por qué se destruyó su vida. Por eso va destruyendo muchas cosas a su alrededor, porque su obsesión se convierte en lo único, y se olvida de los demás, de su matrimonio… Él tiene una obsesión, un problema personal que resolver, y así sin darse cuenta también está haciendo daño a mucha gente. ¡Tuve muchas discusiones con él cuando estábamos trabajando!

 

Hace unos minutos nos dijo que quiso escribir la historia de Ernesto como protagonista y no un libro de historia. Sin embargo, Ernesto nació en un momento clave de la historia y hasta su nombre lo relaciona directamente con la historia revolucionaria. ¿Cómo se puede escribir una historia cuyo protagonista es cubano sin escribir una historia de Cuba?

Es una historia de Cuba, claro. El personaje se llama Ernesto y yo conozco montones de gentes que se llaman Ernesto, hay muchos que se llaman así en mi generación, porque después de la muerte de Ernesto Che Guevara, muchísima gente se llamaba así. Uno sabe la edad de la gente por los nombres que estaban de moda.
 
Me parecía perfecto que se llamara Ernesto porque él nació en el 1969 y su nacimiento ya era marcado por la Historia. Su hermana se llama Tania, se refiere a la guerrillera que murió en la guerrilla del Che. En Cuba hay muchísimos Ernestos y muchísimas Tanias. Para mí, los nombres de los personajes son muy importantes en la novela, porque cada nombre tiene gran significado. Este personaje está marcado desde el nacimiento, le pusieron el nombre del Dios de la izquierda. Eso lo marcó.
 
Es una novela sobre Cuba. Sobre todo en aquellos años, era muy difícil desprenderse. Con El hijo del héroe, cierro el ciclo de mis 4 novelas cubanas, de la época en la que yo viví en Cuba. En cada una de estas novelas, quería tratar de los temas que más me interesaban socialmente. Primero la familia, luego la inmigración, luego el Periodo especial y por último la guerra de Angola. Entre las 4 novelas hay conexiones muy sutiles, porque hay personajes secundarios de una novela que son amigos de personajes secundarios de otra novela. Hay una mochila que aparece en cada novela… Es como si fuera ese mundo, visto desde diferentes ángulos. La Tania de aquí por ejemplo es muy amiga de la hermana de uno de los protagonistas de Habana año cero.
 
Me interesaba la historia de vidas y en ese contexto, donde yo viví. Por eso esa novela sí es una novela sobre Cuba, sobre la familia, sobre la pérdida y la búsqueda del padre, en un contexto específico.
 
Me interesaba la guerra, pero también pudiera tener otras lecturas. Todas las guerras tienen cosas comunes: hay experiencias similares en muchos lugares, como la pérdida de un familiar. Hay cosas que son muy cubanas, porque esta novela pasa en La Habana, quién conoce la Habana conoce a los barrios de la novela, pero también puede haber otra lectura más grande. Por eso me gusta la literatura, un pueblito se puede convertir en el mundo.

 

Ernesto nació en la misma época que usted: ¿su historia será la de su generación? ¿Ha notado un cambio con las generaciones anteriores, tanto en la vida como en la literatura?

Sí, siempre hay diferencias, claro. Por ejemplo, cuando nosotros, mi generación empezó más o menos a publicar cuentos en los años noventa, algunos ya tenían libros publicados, pero fue una generación muy curiosa porque cuando ya estuvo lista para publicar estábamos en el “Periodo especial”, no había papel, no se publicaba nada… Fue una generación que empezó bastante fantasma, entonces leíamos en unos lugares, hacíamos encuentros literarios o nos encontrábamos en casa de alguien, y había un profesor que ya murió, amoroso, que se ocupaba de nosotros y empezaba a descubrir a la gente y así tú te enterabas. Es una generación interesante, empezó a tocar temas que no se habían tocado, y por ejemplo la guerra de Angola, porque estaba a raíz de terminar, está presente en muchos libros de esa generación, en cuentos y novelas. Era un tema que estaba ahí porque estábamos viviendo eso y fueron los años en los que el país empezó a transformarse, la prostitución por ejemplo que eso antes no lo veías, todo eso empezó a salir en la literatura que estaba haciendo la gente de mi generación. Además, era la generación que tenía cierto desapego: nació después de la Revolución, no participamos directamente en ningún proceso revolucionario, y por tanto veíamos muchas cosas de manera diferente desde luego, por fortuna… Esta generación sí empezó a tratar temas de la época que eran interesantes porque había una distancia. No diría ligereza, pero facilidad para decir cosas, o sea con menos problemas para decir cosas. Y eso sí lo tiene en común mucha gente de esta generación, y hay muchos autores interesantes.

¿Hay una dimensión autobiográfica en la vida del protagonista?

Sí, todos los personajes de las novelas somos nosotros y no somos nosotros. Él estudió en el mismo “Pre”, en el mismo liceo que en el que estudié yo. Ernesto va al Parque Almendares al que yo iba mucho, que está cerca de mi casa, y a la misma universidad que yo, donde estudiaron otros personajes míos porque en todas mis novelas hay ingenieros, yo soy ingeniera electrónica. Tenemos muchas cosas en común, le presté música, o algunas escenas de la vida, pero yo no escribo autoficción. Siempre coges las cosas que te hacen falta de tu vida para hacer el personaje y en este caso me gustaba la idea de reconstruir el momento del liceo, que es un capítulo nada más en la novela que cuenta toda la vida de Ernesto. La universidad también, porque siempre le hago un guiño, pasé cinco años allí. Entre el personaje y yo hay muchísimas cosas en común y otras que no tienen nada que ver. También tengo mucho que ver con algunos personajes femeninos, las novias de Ernesto, por ejemplo.

En las últimas páginas encontramos esta frase “Este país está roto.” ¿Es lo que piensa usted o algo que se dice en Cuba? ¿Por qué se dice eso?

Cuba ha cambiado mucho: ya no es la de esos años, cambió mucho a partir del año 1989, cuando se acabó el Muro de Berlín, la Unión Soviética, el Socialismo, etc. Empezó la transformación del país hacia otra cosa. Y yo no sé adónde va, realmente. Nosotros también cambiamos; cuando yo vuelvo a Cuba, soy diferente y el país también. La mayoría de mis amigos también se fueron, mucha gente de mi generación está fuera. Hay muchas cosas del país que no entiendo. Claro que uno siempre tiene una imagen más romántica de su juventud… A finales de los ochenta, cuando empezábamos a salir, había mucha vida cultural accesible ya que había una sola moneda. Desde el año 1993 es un país con dos monedas, con dos economías en el que se ve cada vez más diferencias sociales…
 
Para mí, la última palabra de mis novelas es muy importante: la última palabra de mi novela anterior, La Habana, año cero, es “dinero”, y esta es la palabra que más oigo cuando vuelvo a Cuba. Es un país que políticamente hablando sigue cerrado como estaba. Hay mucha gente para quien cada día es una lucha por la supervivencia. No sé adónde va… El personaje que dice esto es un personaje que vive allí y que está muy decepcionado por muchas cosas, pero tiene que continuar por sus hijos y la vida continúa, "después de cada cosa nos queda el futuro" …
 

Tenemos la impresión de que Ernesto desempeña un papel clave: protege la memoria con su blog, para que los cubanos no sean manipulados. En la novela, cuando Ernesto piensa en crear su blog lo justifica diciendo: “estamos a merced de quienes nos narren el cuento más bonito”. ¿Escribir es un acto político? ¿Permite presentar otra historia que la que escribe el gobierno?

Claro, porque siempre, para todas las cosas, la versión que hay es la versión oficial. En este caso la versión oficial de la parte heroica, del sacrificio, la parte victoriosa en la que nosotros ganamos la guerra. Pero no es la única versión, y cuando estaba leyendo información sobre la guerra, encontré muchas cosas que no sabía, que a mii no me lo habían dicho. En los libros que tenia de Cuba salían muchos testimonios, pero testimonios gloriosos, y la guerra es una cosa horrible… Entonces luego hablamos con gente, y si una guerra se acaba un día las heridas no se cierran al día siguiente, las heridas físicas y psicológicas siguen abiertas, la gente que perdió familiares sigue llorándolos.
 
Creo que en Cuba todavía tenemos que hablar sobre esa guerra. Hay un luto que falta, aunque se hizo todo el luto nacional cuando llegaron los muertos, pero después no se habló más. Cuando estaba en Cuba para esta novela hablaba con jóvenes de 20 años sobre Angola y la guerra y uno me dijo: “Ay sí, yo sé que los cubanos estuvieron” y nada más, ¡pero estuvimos quince años! Quince años son muchos, hubo montones de muertos y además la gente que regresó sigue despertándose por la noche, como le pasa a un personaje de la novela que dice que sigue despertándose a cada rato por la noche oyendo los aviones que le pasan por arriba. Eso no se cura así de un día para el otro, y yo creo que hablar de las cosas permite también liberar las cosas, y eso es lo que hace la literatura. La literatura mete el dedo donde no se mete la versión oficial. Y hablar de la parte fea o la parte dolorosa, de la que habla la versión oficial, pero con otro vestido, otro traje, para eso sirve la literatura.
 
Yo no escribo sentencias en mis libros, yo no sé nada, yo sólo cuento historias. No me gusta sentenciar porque sentenciar es lo que hace la versión oficial. No me gusta clasificar las cosas. Me gustan los libros que abren puertas, para que tú pienses y vuelvas a ese tema, para que un muchacho cubano lea este libro y se diga: “yo no sabía esto”. Además, esta guerra fue algo que fue entrando progresivamente, despacito, primero fue algo secreto, y luego se convirtió en algo normal: veías que alguien no estaba y decías “ah, debe estar en Angola”, como si nada, como si hubiese ido a comprar un cigarro en la esquina. Eso no es normal, una guerra no debe ser normal. Las novelas que tratan de temas así siempre son políticas, pero está bien porque sobre Angola todavía hay muchísimo que hablar en Cuba, y hay muchísima gente que está muy mal en consecuencia a la guerra.

 

¿Qué pensaron los lectores de su novela? Por ejemplo, nos sorprendió mucho el tema ya que casi no sabemos nada de la guerra entre Cuba y Angola. ¿Hay diferencias entre las reacciones de los cubanos y de los lectores extranjeros?

Me han escrito mensajes muy emocionantes de gente que se ha visto en la novela, que me dice: “yo estoy en la novela, estás hablando de mí, de mi generación”. Mucha gente me ha dicho cosas de las que yo no me acordaba, porque cuando uno escribe se da cuenta que se le han olvidado muchas cosas de su propia vida. Por ejemplo, yo me pasé días viendo cosas en YouTube, la gente sube de todo y encuentras antiguos programas de televisión o canciones que me hacían volver a mi infancia, cosas que estaban remotamente guardadas en algún lugar de mi cabeza y que vuelven a aparecer. Mucha gente me ha dicho lo mismo, que les he devuelto cosas, y para mí esos mensajes fueron muy emocionantes.
 
También recibí mensajes de gente a la que no le gustó la novela porque estaba alejada de la versión oficial, pero bueno, me parece bien, yo pongo una versión, cada uno pone la suya y así completamos la Historia. No está bien cuando una novela tiene consenso, está bien cuando le gusta a mucha gente por unas cosas, y que luego hace pensar, cuando la gente dice: “me parece bien, pero…” y empieza a hacer juicios políticos, eso es lo que provoca la literatura; a partir de allí vamos a poder hablar, y la novela pasa de ser una simple historia a ser una cosa más.

 

Aparecen varias mentalidades diferentes en la novela: Ernesto está obsesionado con la historia y el pasado mientras que su padre prefiere pensar en el porvenir. Una de las frases que más se repite es “siempre nos queda el futuro”. ¿Para usted, cual es la más importante?

Las dos, claro. En la novela, un personaje le dice a Ernesto que está destruido, se le acabó el mundo, que no, que “después de cada cosa, siempre nos queda el futuro” como le decía su padre cuando era niño, y es una manera de decir que la vida continúa mientras respiremos, la vida está allá delante. Ernesto está detenido porque está obsesionado con el pasado, y un personaje le dice que el pasado es importante, hay que entenderlo y no olvidarlo porque si no la Historia se repite, pero no olvidarlo para digerirlo y para construir el futuro. Los dos son importantes, si te quedas en el pasado te pierdes lo demás, porque la vida sigue pasando. No podemos olvidarnos de lo que pasó, pero no podemos olvidarnos para que lo que venga sea mejor.

 
 

 

Pour citer cette ressource :

Nina Morelli, Juliette Navarro, Entrevista a Karla Suárez, La Clé des Langues [en ligne], Lyon, ENS de LYON/DGESCO (ISSN 2107-7029), janvier 2019. Consulté le 21/11/2024. URL: https://cle.ens-lyon.fr/espagnol/litterature/entretiens-et-textes-inedits/entretiens/entrevista-a-karla-suarez