«El perro del hortelano» de Lope de Vega
El autor
El “Fénix de los Ingeniosos” es uno de los poetas del Siglo de Oro español más destacados y un pilar del teatro barroco, junto a Calderón y Tirso de Molina. Félix Lope de Vega Carpio nació en Madrid en 1562 y murió en 1635. Fue poeta y familiar del Santo Oficio y escribió más de mil obras a lo largo de su vida.
Empezó a escribir muy joven e hizo representar numerosas comedias, entre varios líos amorosos e hijos ilegítimos. Para ganarse la vida fue secretario de varios nobles y personas importantes como Luis Fernández de Córdoba, sexto duque de Sessa, tuvo una breve carrera militar y vendió sus obras de teatro. En 1609, publicó el Arte nuevo de hacer comedias, un texto fundamental que reestableció las normas de composición de obras teatrales en un contexto de gran cambio del teatro como género y como espacio geográfico y social (con la emergencia de corrales de comedia). En ese periodo, escribió también unas de sus comedias más famosas hoy día, como El acero de Madrid (1608), La dama boba o El perro del hortelano (1613).
En 1614 se ordenó sacerdote en Madrid, pero siguió escribiendo toda su vida, que sea poesía, novelas u obras de teatro. Publicó su última obra, La Dorotea, en 1632 antes de morirse en 1635.
La obra
Sinopsis
El perro del hortelano forma parte de una serie de comedias que llamamos hoy día comedias palatinas de Lope de Vega. Aunque el subgénero de comedia palatina no sea muy bien definido y que todos los críticos no estén de acuerdo en cuanto a sus características, podemos decir que es un tipo de comedia del Siglo de Oro, escrita en verso, que se caracteriza por la lejanía espacial del lugar en que transcurre la acción de la comedia y por la existencia de una relación amorosa entre dos personajes de clase social desigual. En este caso, la comedia de Lope de Vega transcurre en Nápoles, una ciudad que pertenecía a la corona española en aquella época, y se abre in medias res, cuando, en plena noche, se despierta Diana, la condesa de Belflor, al oír el ruido causado por la huida de alguien que ha entrado en su casa de noche. La condesa, que teme el deshonor, quiere saber quién vino a su casa y por qué. Se entera entonces de que el intruso fue Teodoro, su secretario, que vino para ver a Marcela, una de sus damas de cámara, porque la corteja. Ya que el honor de la condesa no está en peligro puesto que el hombre forma parte de su casa y no vino por ella, le dice entonces a Marcela que apoya su matrimonio con Teodoro. Sin embargo, ver el amor de los dos criados despierta en Diana unos celos que la llevan a pensar cada vez más en que podría amar a Teodoro a no ser él criado y ella noble dama. Se inician entonces vacilaciones de Diana y un vaivén entre amor e indiferencia, expresión del enfrentamiento entre amor y honor, ya que Diana ama a un desigual. Tras este conflicto entre amor y honor, el dramaturgo pone en escena personajes de diferentes clases sociales que permiten así estudiar los comportamientos que deben adoptar según su rango, o, al contrario, los cambios de dirección que provocan, sea por amor, odio u oportunismo.
Análisis
Sonetos y psicología de los personajes
La famosa comedia de Lope de Vega encierra un desarrollo de varios temas, pero uno de los más importantes resulta ser la interioridad de los personajes. En efecto, toda la intriga estriba en los cambios de humor y de sentimientos de la condesa de Belflor y en las contradicciones que provocan. La comedia que nos ocupa contiene nueve sonetos, es decir más que en las demás obras teatrales de Lope de Vega, y cabe estudiar algunos para ver lo que aportan a la intriga y al propio texto y cómo integran lo interior de los personajes en la intriga. En efecto, estas formas poéticas favorecen la expresión de los sentimientos, una manera de exteriorizar los cambios y conflictos interiores que crean el nudo de la intriga.
En el primer acto, podemos leer cuatro sonetos, dos dichos por Diana, y dos por Teodoro, en alternancia. Estos cuatro sonetos son muy relevantes para entender las implicaciones de este primer acto y crean un efecto de quiasmo que revela los sentimientos de los personajes al crear un juego de ecos y ritmo en el texto. Así, el primer soneto es el siguiente:
Diana (sola). Mil veces he advertido en la belleza,
gracia y entendimiento de Teodoro,
que, a no ser desigual a mi decoro,
estimara su ingenio y gentileza.
Es el amor común naturaleza,
mas yo tengo mi amor por más tesoro;
que los respetos de quien soy adoro
y aun el pensarlo tengo por bajeza.
La envidia bien sé yo que ha de quedarme,
que, si la suelen dar bienes ajenos,
bien tengo de que pueda lamentarme,
Porque quisiera yo, por lo menos,
Teodoro fuera más, para igualarme,
o yo, para igualarle, fuera menos.
Acto I, v. 325-338
El primer soneto aparece como un monólogo de la protagonista, y la forma poética le permite expresar de manera casi lírica su amor por su honra y su condición de condesa que, por el momento, supera su atracción por Teodoro. Este soneto permite entonces introducir el tema fundamental de la comedia: el conflicto entre honor y amor, o entre amor por el honor y amor por el ser amado. La rima “Teodoro” - “decoro” en los versos 326 y 327 subraya el contraste entre el amor y el honor y la imposibilidad de conservar el honor si elije a Teodoro o de amar a Teodoro si elije su honor. El término “tesoro” muestra también la importancia del honor para Diana y el hecho de que tiene más valor que el amor.
Además, el quiasmo que aparece en los últimos versos insiste en el desfase que existe entre ambos a través del juego entre ser “más” o ser “menos” (“Teodoro fuera más, para igualarme,/o yo, para igualarle, fuera menos”). No pueden ser iguales, y por eso, Diana no puede quererlo y lo sabe, lo que provoca la envidia que siente (“La envidia, bien sé yo que ha de quedarme”) y la queja que toma la forma de un soneto elegíaco (“lamentarme”).
Finalmente, el último soneto del primer acto cierra el quiasmo puesto que constituye un monólogo como el primer soneto por parte de Diana, y crea un efecto de espejo con el primero, alrededor de los otros dos poemas escritos que aparecen en el acto. Aquí, el secretario se pregunta si Diana puede realmente amarlo o no, como lo muestran todas las frases interrogativas del poema.
Teodoro. ¿Puedo creer que aquesto es verdad? Puedo,
si miro que es mujer Diana hermosa.
Pidió mi mano, y la color de rosa,
al dársela, robó del rostro el miedo.
Tembló; yo lo sentí; dudoso quedo.
¿Qué haré? Seguir mi suerte venturosa;
si bien, por ser la empresa tan dudosa,
niego al temor lo que al valor concedo.
Mas dejar a Marcela es caso injusto;
que las mujeres no es razón que esperen
de nuestra obligación tanto disgusto.
Pero si ellas nos dejan cuando quieren
por cualquiera interés o nuevo gusto,
mueran también como los hombres mueren.
Acto I, v. 1173-1186
En vez de vacilar entre amor y honra, Teodoro contempla aquí la posibilidad de ser amado por Diana y entonces de alcanzar quizá una posición social más elevada (“Seguir mi suerte venturosa”) aunque sus motivos no quedan muy claros al final del primer acto, o de seguir cortejando a Marcela si Diana no lo ama. Se trata más bien de una reflexión que revela el carácter bastante oportunista de Teodoro. La última estrofa insiste en ello al comparar hombres y mujeres y lo que ellas hacen por “cualquiera interés o nuevo gusto”, lo que para él justifica el oportunismo y el hecho de intentar ser amado por Diana mientras seguir cortejando a Marcela para no perder la oportunidad de ser amado por una mujer si finalmente la dama lo rechaza.
Así, la palabra se revela particularmente importante en esta comedia ya que permite al lector o espectador adentrarse en la psicología de los personajes (particularmente en la de Diana). El uso de formas poéticas como los sonetos es muy interesante porque crea un efecto de monólogo —nadie interrumpe al locutor cuando está leyendo— y permite a los personajes nobles expresar sus sentimientos profundos lo que, según las convenciones sociales de la época, no podían hacer, en particular las damas que debían mantener no solo decoro sino pudor. La comedia muestra entonces la importancia de este tipo de prácticas literarias entre personas de la nobleza (Diana escribe un poema para su “amiga”...) en la época.
Sin embargo, la mentira de la condesa de Belflor en cuanto a la autora del segundo soneto recuerda que las palabras de los personajes pueden ser falsas o esconder algo: algunos mienten y otros sólo dan pequeñas pistas para que los demás descubran lo que sienten o quieren decir, mientras que el análisis de sus motivaciones o psicología depende de sus palabras. Como lo muestra el punto de vista de Teodoro en el último soneto y en toda la obra, se necesita constantemente una interpretación y la comedia entera se convierte en un sistema semiótico como lo afirma Edward H. Friedman (2000). Así, el espectador tiene también que interpretar las razones que llevan algunos personajes a hacer algo (como el motivo por el cual Teodoro quiere ser amado por Diana en el primer acto). El lector o espectador entiende la personalidad de los personajes a partir de lo que dicen o admiten, pero también a través de lo que callan y de su manera de portarse. Vemos a lo largo de la comedia que Diana, por ejemplo, miente o que sus acciones no reflejan exactamente lo que siente. Así, podemos mencionar el bofetón que le da a Teodoro en el segundo acto, que, aunque es un acto de violencia, esconde en realidad su amor por su secretario. Entonces el lector o espectador no tiene que creerse a pies juntillas todo lo que dicen los personajes sino que tiene que ser vigilante para no dejarse engañar e interpretar palabras, silencios, gestos para comprender mejor la interioridad de los personajes, y de Diana en particular. Estos desfases o contradicciones entre palabras y actos o sentimientos ponen de relieve el conflicto interior y las vacilaciones de los personajes.
El refrán: el motivo del perro del hortelano
Después de haber estudiado a los personajes nos proponemos analizar el título y en qué medida el uso de un refrán contribuye a la creación de lo cómico en la obra, ya que este título tiene mucho que ver con la interioridad de los protagonistas también.
Según el Diccionario de autoridades (1737), la expresión “el perro del hortelano” viene del refrán siguiente: “el perro del hortelano, que ni come las berzas, ni las dexa comer. Refr. que reheprende al que ni se aprovecha de las cosas, ni dexa que los otros se aprovechen de ellas”. Este refrán muy común en la época de Lope de Vega hace referencia al comportamiento de Diana, que ama a Teodoro cuando Marcela lo ama y lo rechaza cuando él le confiesa su amor. La utilización de un refrán famoso como título crea un efecto de complicidad con el espectador de la época que va a buscar quién podría ser el “perro del hortelano” en la comedia, como lo explica Francisco Florit Durán en su artículo “Refrán y comedia palaciega: los ejemplos de ‘El perro del hortelano’ y de ‘El vergonzoso en palacio’” (1991). Por otra parte, emplear un refrán popular bastante coloquial como título de una comedia palaciega escrita en versos crea también de manera casi metaliteraria esta discrepancia que puede atraer al espectador más humilde e instalar esta complicidad para provocar risa.
La condesa se comporta como el perro del hortelano, y los demás personajes lo señalan ellos mismos también:
Teodoro. Mas viénele bien el cuento
del Perro del Hortelano.
No quiere, abrasada en celos,
que me case con Marcela;
y en viendo que no la quiero,
vuelve a quitarme el juïcio
y a despertarme si duermo;
pues coma o deje comer,
porque yo no me sustento
de esperanzas tan cansadas;
que si no, desde aquí vuelvo
a querer donde me quieren.
Acto II, v. 1107-1118
Teodoro insiste en el comportamiento paradójico de Diana que es el del perro del hortelano también, como se ve en el juego entre el refrán (“pues coma o deje comer”) y la metáfora de la saciedad (“porque yo no me sustento/de esperanzas tan cansadas”). Este juego subraya entonces el hecho de que el secretario no puede contentarse con los cambios de humor de Diana que actúa de manera contradictoria y agotadora, pero que se comporta exactamente como el perro del hortelano, lo que es la fuente de la farsa en la comedia. Lo cómico aparece entonces tras esta comparación implícita de una dama con un perro, una inversión de los valores y de la jerarquía social, así como una alusión sexual, que lleva a un efecto de burlesco, tanto más cuanto que si el perro debe proteger el huerto y no dejar comer, Diana no tiene ninguna razón válida para impedir el amor de Teodoro y Marcela.
Después, podemos ver que Teodoro retoma este motivo del perro del hortelano, lo que crea un efecto cómico gracias a la repetición, para designar a Diana varias veces más tarde en la comedia: “No quiere que sea suyo/ni de Marcela, y si dejo/de mirarla, luego busca/para hablarme algún enredo./ No dudes; naturalmente/es del hortelano el perro:/ni come ni comer deja,/ni está fuera ni está dentro.” (Acto II, v. 1106-1113). Además, es de notar lo que dice Marcela a propósito de Teodoro entre los versos 880 y 885 del acto II: “¡Ay de mí, Teodoro ingrato,/que luego que su grandeza/te toca al arma, me olvidas!/Cuando te quiere me dejas,/cuando te deja me quieres./¿Quién ha de tener paciencia?” En este fragmento, las palabras de Marcela retratan a Teodoro como a un perro del hortelano también, y finalmente, eso muestra que cuando se trata de amor, de honra o de oportunismo, todos pueden convertirse en perros del hortelano, nobles o gente humilde, lo que crea de cierta manera, igualdad entre todos.
Finalmente, lo cómico en la obra puede parecer paradójico ya que las vacilaciones de los personajes provocan sufrimiento y engaño. Es como si la comedia corriera siempre el riesgo de caer en lo trágico. Sin embargo, el tono lúdico que establece el refrán y la comparación de Diana con un perro dan a la obra una atmósfera más ligera que impide que la comedia se transforme en tragedia al rebajar la tensión entre los personajes.
En conclusión, El perro del hortelano de Lope de Vega es una comedia que se podría analizar infinitamente gracias a la riqueza de los temas tratados y a su estudio de la complejidad interior de los seres humanos. La comedia pone de relieve la dicotomía entre obligaciones sociales y sentimientos a través de los diferentes soliloquios que permiten al espectador entenderla. Lope de Vega propone una reflexión sobre el deseo que todos pueden comprender gracias a la metáfora popular del perro del hortelano y logra crear un ambiente cómico que permite reflexionar deleitándose.
Bibliografía
Corpus
VEGA (de), Lope. 1613. El perro del hortelano. Biblioteca virtual Miguel de Cervantes, en línea: https://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/el-perro-del-hortelano--0/html/ff981632-82b1-11df-acc7-002185ce6064_3.html
Otras obras citadas
FLORIT DURÁN, Francisco. 1991. “Refrán y comedia palaciega: los ejemplos de ‘El perro del hortelano’ y de ‘El vergonzoso en palacio’” in Rilce: Revista de filología hispánica, vol.7, n°1, 1991, págs. 25-49. En línea: https://dadun.unav.edu/entities/publication/7a2b2eb9-3590-4d34-8dfa-07fc9b7d3cfc
FRIEDMAN, Edward H. 2000. Sign Language: The Semiotics of Love in Lope’s El perro del hortelano. Hispanic Review, 68 (1), 1-20. En línea: https://doi.org/10.2307/474353
REAL ACADEMIA ESPAÑOLA. 1737. Diccionario de autoridades. En línea: https://webfrl.rae.es/DA.html
Pour citer cette ressource :
Kellia Le Bras, El perro del hortelano de Lope de Vega, La Clé des Langues [en ligne], Lyon, ENS de LYON/DGESCO (ISSN 2107-7029), septembre 2025. Consulté le 03/10/2025. URL: https://cle.ens-lyon.fr/espagnol/arts/theatre/theatre-classique/el-perro-del-hortelano-lope-de-vega