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«Yuli» de Icíar Bollaín (2018)

Par Sandra Espinosa Valdés : Master Arts - Musique en scène - ENS de Lyon
Publié par Elodie Pietriga le 30/05/2024

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Presentación de la película de la directora española sobre la vida del famoso bailarín cubano Carlos Acosta.

 

 

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Tráiler oficial de la película.
Fuente: Youtube.
 

La directora

Icíar Bollaín, es una destacada cineasta, actriz y guionista española nacida el 12 de junio de 1967 en Madrid, España. Hija de una profesora de música y de un empresario, debutó como actriz siendo una adolescente en el filme El sur, dirigido por Víctor Erice.

En 1985, comenzó sus estudios de Bellas Artes en la Universidad Complutense de Madrid y simultáneamente se dedicó a la actuación. Durante este tiempo, trabajó en varias películas, incluyendo Las dos orillas (1986) dirigida por su tío Juan Sebastián Bollaín, y Malaventura (1987) por Manuel Gutiérrez Aragón. En 1991, obtuvo su primer papel protagónico en Sublet, realizada por Chus Gutiérrez. Posteriormente, participó en otros filmes como Tocando fondo (1993) o Tierra y libertad (1994).

Inició su carrera como directora en 1995 con Hola, ¿estás sola?, coescrita junto a Julio Medem, protagonizada por Candela Peña, Silke Klein y Arkadi Levin. Bollaín se ha caracterizado por abordar temas sociales relevantes como la inmigración en Flores de otro mundo (1999) y la violencia doméstica en Amores que matan (2000) y Te doy mis ojos (2003), esta última galardonada de múltiples premios, incluyendo siete estatuillas en los premios Goya. Más adelante dirigió los filmes Mataharis (2007) y También la lluvia (2010), Katmandú, un espejo en el cielo (2011) y El olivo (2016).

Sinopsis

Yuli es una película biográfica dirigida por Icíar Bollaín, estrenada en 2018. La película está basada en la autobiografía del famoso bailarín cubano Carlos Acosta, titulada No Way Home: A Cuban Dancer's Story ((Harper Perennial, New York, 2008.)). La historia sigue la vida de Acosta, desde su difícil infancia hasta su éxito como uno de los principales bailarines de ballet del mundo. La película explora los desafíos que enfrentó Acosta mientras crecía en un entorno de precariedad en La Habana, lidiando con la presión de su padre para que tuviera éxito en el mundo del ballet, a pesar de su falta de interés inicial.

A través de flashbacks, se revela cómo Acosta descubre su pasión por el baile y su talento innato, que finalmente lo lleva a ser aceptado en la Escuela Nacional Cubana de Ballet. La narrativa sigue su ascenso meteórico en el mundo del ballet internacional, a pesar de los obstáculos y prejuicios que enfrenta.

El filme presenta una mezcla de drama y danza, destacando las complejas relaciones familiares de Acosta, su conexión con su tierra natal y su lucha por encontrar su identidad como bailarín y como persona. Yuli ofrece una visión íntima y conmovedora de la vida de uno de los bailarines más destacados de su generación.

Análisis

Conflicto familiar y presión paterna

Si bien Carlos Acosta tuvo varias figuras en su entorno familiar y profesional que marcaron su trayectoria, fue su padre el eje central de su formación como ser humano y como bailarín. Yuli se centra en la relación de ambos para construir un hilo narrativo en el que las prácticas educativas de Pedro llevaron a Acosta al éxito profesional, pero también a un estado de soledad que marcó toda su vida. Es importante destacar que la historia no se cuenta únicamente a través de la actuación, sino también mediante números de danza que representan momentos significativos de su recorrido.

La película comienza con la llegada de Carlos al Gran Teatro de La Habana donde dirige los ensayos de una coreografía con numerosos bailarines. La importancia de la relación con su padre se manifiesta rápidamente. Carlos, al abrir el libro de recortes y fotos confeccionado orgullosamente por su papá, se contempla a sí mismo cuando no era aún una estrella internacional de la danza, sino un niño conocido en el barrio como Yuli. El viaje en el tiempo se revela en el minuto 5:03 cuando empieza el ensayo y la figura de Pedro, su padre, aparece buscándolo. En este punto, Pedro grita su nombre con una expresión dura en el rostro –un sonido al que se le incorpora un efecto de lejanía– mientras se yuxtapone una imagen clara como si realmente estuviera presente. Carlos lo mira de reojo, con la misma seriedad con la que lo hacía de niño. Ocurre entonces el primer flashback al pasado, una transición fluida gracias a la música no diegética que nos transporta del Gran Teatro de La Habana a una batalla de baile callejera donde Yuli se convertirá en protagonista. Entre los gritos de los niños que animan, la música y una disputa aparece su papá que lo saca de este círculo halándolo por una oreja, a regañadientes. Se trata de un momento clave en la vida de Yuli ya que fue entonces cuando su padre decidió que sería bailarín profesional al ver el protagonismo de Yuli y sus habilidades innatas para la danza. Esta escena también pone de manifiesto la relación de ambos, el padre protector y severo que saca a su hijo de una batalla de baile callejera y de los insultos, pero con fuerza. Un padre que, a pesar de no tener conocimientos específicos en danza, observa e intuye el talento y el futuro de su hijo.

Otro momento que ejemplifica la ambivalencia de esta relación fue cuando Pedro descubrió que Yuli faltaba las clases de baile y no hacía ningún esfuerzo por tener buenos resultados en la escuela por lo que lo golpeó con un cinto. Sin embargo, esta situación se muestra, a través de una poderosa coreografía entre Carlos en el rol del padre y un joven bailarín que lo representa de niño, en el minuto 36:45. En esta escena, el montaje es sumamente efectivo, ya que el tratamiento de la secuencia temporal no solo nos sumerge en el dolor físico del joven Acosta, sino que también nos adentra en la angustia emocional de ambos personajes. En este momento crucial, el constante vaivén entre presente y pasado mediante flashbacks donde Yuli está siendo golpeado detrás de la puerta mientras en la realidad presente el conflicto es bailado, contribuye a la tensión dramática. No presenciamos la violencia directamente sino que la intuimos y la sentimos gracias a este recurso cinematográfico. Por una parte escuchamos los gritos desesperados de su madre y su hermana rogando a Pedro a que se detenga y observamos las expresiones de ambas durante la reprimenda. Por otro lado, oímos los sonidos de dos cuerpos danzantes, cuyos pasos representan la lucha entre quien persigue y quien huye, las respiraciones agitadas que terminan en sollozos y los ruidos del cinto contra el suelo, reflejo del impacto en la piel de Yuli. Es de notar que empezamos a escuchar los gritos de la madre durante la coreografía bailada, como si formaran parte del recuerdo de Carlos; de esta manera se superponen los dos momentos y el vaivén temporal se hace más fluido.

La selección musical en esta escena también desempeña un papel crucial. No se optó por grandes sonoridades que reforzaran la violencia sino una música con recursos mínimos, suficientes para transmitir la aflicción de estas circunstancias: unas campanadas que anuncian la escena, acordes espaciados en el teclado formando un patrón rítmico repetitivo que sirve de base para la entrada de un cuarteto de cuerdas. La persistencia de este motivo en un tempo lento, al que se le suman notas de larga duración en los instrumentos de cuerdas en un registro medio-grave, nos envuelve en una atmósfera de incertidumbre, donde anticipamos los eventos venideros, pero permanecemos a la espectativa de su magnitud. Finalmente el violín se une con una melodía serena en tono menor, sin excesos de adornos, que evoca una sentimiento de melancolía. Todos estos elementos contribuyen a hacer de esta escena un momento particularmente conmovedor.

Carlos termina llorando en ambos escenarios al igual que su mamá y hermana. Su papá no llora, pero esto no significa que está exento de dolor. En efecto, su expresión refleja el sufrimiento, una especie de llanto interior porque sus acciones no lo enorgullecen; al contrario la pena lo invade al luego ver las heridas de su hijo al final de esta escena, aunque solo él lo sepa. En efecto, la película nos muestra muchos momentos de ternura y amor entre ambos. Pedro amaba a su hijo, aunque su severidad lo llevara a castigarlo. Desde su mirada esta era la única manera de proporcionarle a Yuli una buena educación, mejores condiciones de vida y la oprtunidad de seguir su estrella, de recorrer su camino hacia un futuro exitoso.

La migración, una de las causas de su soledad

Enviado desde su niñez a un internado para que estudiara ballet y viviendo más tarde en Inglaterra y Estados Unidos, alejado de su familia y amigos, Carlos siempre se sintió solo. Sin embargo, es fundamental considerar el contexto socioeconómico de Cuba, un país donde el nivel de vida promedio de los ciudadanos es bajo debido a la escasez de recursos económicos en la nación. La migración es la solución una parte considerable de la ciudadanía, sobre todo durante las crisis más severas.

El primer encuentro con este fenómeno se evidencia en el minuto 24, cuando Carlos observa cómo su familia materna se va. Él, una de sus hermanas y Pedro no fueron aceptados por esta parte de la familia porque eran negros. La noticia de su partida no les causa alegría y el hecho de ser discriminados y excluidos por ellos les genera un resentimiento que se refleja en las expresiones rudas de Yuli y Pedro, contrastando con el dolor y el llanto de su madre, hermanas y abuela. La familia materna de Yuli disfrutaba de un estatus económico elevado y mostraba un claro sesgo racista. Su tía solo se relacionaba con Berta, su sobrina blanca, llevándola a la playa y apreciándola tanto que le propuso a su mamá que solo ellas dos se fueran del país con ellos, dejando a sus dos niños negros en Cuba. La directora del filme decide relejar esta lejanía entre ambas partes mediante la diferenciación entre los planos medios cortos de la familia blanca y la familia negra, siendo esta última relegada a un segundo plano. La emotiva despedida, donde vemos el automóvil americano de su tía alejándose en un plano general, establece una separación absoluta y definitiva entre ellas.                                                                                      

Otro tipo de partida es la que planifica Opito, el amigo de Carlos. Proveniente, como Yuli, de una situación económica desfavorecida, no ve otra opción que irse de manera ilegal a Estados Unidos, desafiando los peligros del mar en una balsa. Esta escena, que comienza en 1:21:12, resalta por la actuación de César Domínguez en el papel de Opito y contrasta con la partida de la familia materna de Carlos, que se va legalmente en avión a Venezuela y de allí a Miami. La cámara comienza con planos cenitales y contrapicados que retratan el ambiente festivo, con música y baile, pero luego cambia para capturar la dura interacción entre los dos personajes. El ambiente reflejado en patalla puede interpretarse tanto como una contradicción como una herramienta en situaciones de incertidumbre: la capacidad de disfrutar, bailar y reír a pesar del desconcierto. En esta instancia, podemos distinguir dos perspectivas de lo que significa vivir dentro y fuera de Cuba, para las cuales se emplea un plano contraplano. 

Los diálogos son crudos y directos: “La vida fuera de Cuba no es color de rosas, compadre… mi hermano, si no tienes dinero y contactos eres una mierda”, dice Yuli. No obstante, Opito no está convencido con su discurso, ya que su realidad es muy diferente: “¿Y aquí, Yuli? ¡Esto es una pinga, mi hermano! ¡Tú tienes opciones, papi! Tú vives de tu trabajo, vaya, como debe ser. Yo no. Yo me parto el lomo 24x24, mi hermano, arriba de un bicitaxi y mi familia se está muriendo de hambre”.

Opito explota: sus palabras, algunas ásperas y otras un tanto groseras no son más que el reflejo de la molestia, el cansancio y la desesperación que siente al vivir en esta situación de escasez, al igual que un gran sector del pueblo cubano. Ambos vienen del mismo lugar, pero sus recorridos han sido completamente distintos. Su amigo le hace entender que él no puede juzgarlo cuando sus recursos le permiten viajar, vivir cómodamente, comer y vestir bien, mientras él vive en la decadencia, pedaleando día y noche para ganarse malamente la vida. A pesar de que a Acosta le duele la partida de Opito por una vía que lo puede llevar a un desenlace trágico, él entiende que para su amigo esta es la única salida.

Vivir en el extranjero durante tantos años después de dejar Cuba genera en Carlos una sensación ambigua. Por un lado, no se identifica plenamente con la cultura, el idioma ni la idiosincrasia inglesa sin importar cuánto intente integrarse, por lo que nunca será visto como un verdadero inglés. Por otro lado, al regresar a Cuba, percibe que se ha vuelto un extranjero en su propia tierra: su familia ha envejecido, sus amigos han seguido adelante con sus vidas y él ya no encaja en el entorno que solía llamar hogar. La vida en el exterior lo ha cambiado, convirtiendo a Cuba en un lugar cada vez más distante.

Sin embargo, su cubanía nunca lo abandona, en su interior sigue siendo el mismo. En el teatro vacío la voz en off del protagonista nos lleva por primera vez a sus pensamientos donde agradece a su padre y aclara que su verdadero hogar es Cuba. Sus palabras transmiten un profundo sentido de su identidad. Sus logros son la consecuencia de la formación que recibió principalmente de su papá, un camionero negro cuyo recurso más valioso era el amor hacia su hijo, y también de una Cuba que, a pesar de que muchos de sus hijos están regados por el mundo, sigue siendo y siempre será su hogar.

A continuación, presenciamos un solo de Carlos que comienza en la oscuridad con focos dirigidos hacia él para resaltar su presencia. Se observan cambios sutiles en la iluminación que reflejan el tono emocional de la música y la coreografía, progresivamente revelando la escena hasta culminar en el teatro totalmente alumbrado. Este juego de luces podría ser una elección deliberada por parte de la directora, quien busca retratar el camino iluminado del bailarín. En el contexto de la narrativa, el resplandor sobre el camino del bailarín puede representar la esperanza y la determinación que lo impulsan hacia adelante, iluminando su camino hacia el éxito y la realización personal. No obstante, estas luces pueden simbolizar mucho más, ya que podrían interpretarse como una metáfora de la esperanza de un futuro próspero para Cuba, sugiriendo la posibilidad de un camino iluminado por el progreso y la prosperidad. Por lo tanto, el juego de luces no solo resalta la estética visual de la escena, sino que puede connotar otros significados relacionados con el destino del protagonista y el de su país.

Utilizaciones posibles

Esta película puede ser estudiada en el colegio, en clase de seconde o en el ciclo terminal y formar parte de los ejes temáticos siguientes:

Colegio

  • Los lenguajes artísticos y sus interacciones: pintura, música y canciones, poesía, cine y teatro, literatura, tebeo, ciencia-ficción (una película para evocar la danza, la danza como modo de expresión, como reflejo de una biografía)
  • Activitdades escolares y extra escolares. Descubrimiento del mundo laboral. (el baile como actividad extraescolar o como carrera profesional)
  • Presencia de las lenguas en el ámbito familial (el padre de Yuli habla español y también una lengua africana)
  • Exilio, migración y emigración (la emigración de muchos cubanos)

Clase de seconde

  • Los universos profesionales, el mundo laboral (el mundo de los bailarines profesionales)
  • Deporte y sociedad (la danza en Cuba)

Ciclo terminal

  • Identitdades e intercambios(migración)
  • Diversida e inclusión (la diversidad de los cubanos el racismo/ la escuela de ballet para todos a pesar del origen étnico/social)
  • Territorio y memoria (la esclavitud en Cuba, los ritos yoruba y el sincretismo en Cuba)

Complementos

 

Pour citer cette ressource :

Sandra Espinosa Valdés, "«Yuli» de Icíar Bollaín (2018) ", La Clé des Langues [en ligne], Lyon, ENS de LYON/DGESCO (ISSN 2107-7029), mai 2024. Consulté le 28/09/2024. URL: https://cle.ens-lyon.fr/espagnol/arts/cinema/yuli-de-iciar-bollain-2018