La minificción: ¿el género literario del siglo XXI?
Introducción
Si bien es sabido que el cuento es un género fundamental en la tradición literaria latinoamericana, un subgénero, todavía poco estudiado, surgió a partir de los principios del siglo pasado: la minificción, un relato breve que no sobrepasa dos páginas.
Lauro Zavala, teórico mexicano que se interesó mucho por este nuevo género, subraya que esas dos últimas décadas ha crecido el interés por los relatos breves y divide esos en tres categorías: cuentos cortos, muy cortos, ultra-cortos. Si se considera que un cuento de extensión común lleva entre 2000 y 10 000 palabras, los cuentos cortos poseen entre 1000 y 2000 palabras, los muy cortos entre 200 y 1000 y los ultracortos hasta 200 palabras, o sea la extensión de una cuartilla.
A esos cuentos ultracortos se les llama también minificciones, minicuentos, micro-relatos, ficción súbita, viñetas, relato microscópico, textículo, etc. La profusión de nombres evidencia la falta de definición del género, resultado del desinterés de los teóricos como de la dificultad de clasificar este género híbrido. Nosotros nos conformaremos por utilizar los términos minificción y minicuento que son los más utilizados.
Breve historia de la minificción
Dentro de los pocos estudios sobre minificción, se suele considerar a Rubén Darío, Vicente Huidobro y José Antonio Ramos Sucre como los precursores directos del género. Efectivamente, esos poetas modernistas o vanguardistas ya manejaban el relato breve y la elipsis característicos de la minificción.
Pero para muchos, la minificción surge realmente con Julio Torri y Augusto Monterroso, así atribuyen a Torri el primer minicuento latinoamericano publicado:
« ¡Circe, diosa venerable! He seguido puntualmente tus avisos. Mas no me hice amarrar al mástil cuando divisamos la isla de las sirenas, porque iba resuelto a perderme. En medio del mar silencioso estaba la pradera fatal. Parecía un cargamento de violetas errante por las aguas.
¡Circe, noble diosa de los hermosos cabellos! Mi destino es cruel. Como iba resuelto a perderme, las sirenas no cantaron para mí.” (“A Circe”, 1917)
Monterroso aparece luego como el padre de la minificción gracias a su micro cuento “El dinausorio” (1923) y sobre todo por su teoría respecto a la escritura breve. Dice: « Me aterroriza la idea de que la tontería acecha siempre a cualquier autor después de cuatro páginas. » Y a raíz de esas primeras publicaciones, otros autores se juntaron a la primera generación de minificcionistas, entre los cuales destacamos a Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, Juan José Arreola y Marco Denevi.
Finalmente, en los años setenta el minicuento empieza una nueva ola de interés con autores como Ednordio Quintero o Humberto Mata, influidos por los relatos breves de la revista El Cuento, en México. Y este interés sigue vigente hoy en día como se puede verificar con las antologías de minificción publicadas y la creciente curiosidad académica.
Un género híbrido
Una de las características esenciales de la minificción reside en la hibridez de su forma, que Violeta Rojo llama también carácter proteico. Efectivamente, el minicuento se nutre de otros géneros. Así, muchas veces se confunde con el poema en prosa, el ensayo, la crónica, e incluso el aforismo y otros géneros no literarios. En muchos casos, lo único que diferencia la minificción de esos géneros es la forma en la que la lee el lector. Para dar un ejemplo, el microcuento “A Circe” de Julio Torri aparece en numerosas antologías de poesía en prosa y sólo se considera microcuento desde el punto de vista de alguien que reconoce este género.
Es justamente esta diversidad en cuanto a mezcla de géneros que dificulta la definición de aquel género. Sin embargo, podemos ya definir algunas constancias. El primer requisito para que un texto sea considerado minificción es su naturaleza narrativa, es lo que lo diferencia de lo que llamamos minitexto (como un eslogan o un refrán por ejemplo). Luego, los teóricos concuerdan en la brevedad extrema, aunque algunos consideran que el micro-cuento puede abarcar dos páginas máximo mientras otros afirman que tiene que caber en una sola cuartilla. Otro elemento esencial, según Violeta Rojo, es la economía de lenguaje y los juegos de palabra. Respecto a eso, en una entrevista Augusto Monterroso explica cómo logra tanta concisión en estos términos:
« Tachando. Tres renglones tachados valen más que uno añadido. Además, imagino que porque así es como pienso y hablo. Por otra parte, si se logra que no se note afectada, la concisión es algo elegante. Los adornos y las reiteraciones no son elegantes ni necesarios. Julio César inventó el telégrafo dos mil años antes que Morse con su mensaje: “Vine, vi, vencí”. Y es seguro que lo escribió así por razones literarias de ritmo. En realidad, las dos primeras palabras sobran; pero César conocía su oficio de escritor y no prescindió de ellas en honor del ritmo y la elegancia de la frase. En esto de la concisión no se trata tan sólo de suprimir palabras. Hay que dejar las indispensables para que la cosa además de tener sentido suene bien » (citado por Violeta Rojo, 1996).
Monterroso explica pues que la concisión se obtiene gracias a unas elipsis, y esas sólo son posibles contando con la contribución del lector a dar un sentido al texto. Para llegar a eso, los minificcionistas utilizan la intertextualidad literaria o extraliteraria. Por ejemplo, pueden partir de lugares comunes o estereotipos para economizar la descripción de un personaje o de una situación. Asimismo, Andrea Bell subraya la recurrencia de la metaficción en los micro-cuentos así como su carácter muchas veces humorístico y polisémico. Efectivamente, las elipsis llevan a menudo a un final sorprendente e irónico. Es de notar que esas son las características esenciales de la minificción y aunque no están siempre reunidas, están muy vinculadas las unas con la otras.
Luego, la pregunta que suelen hacer los escépticos respecto a la minificción es si se trata realmente de literatura. La crítica procede de la mezcla de géneros y provoca una negación de los micro relatos como subgénero del cuento (la trama -elemento esencial del cuento- se perdería a favor de la experimentación). En particular el carácter humorístico de los minicuentos tiende a ser visto de forma negativa, muchos los reducen así a vulgares chistes.
Violeta Rojo contesta esta crítica afirmando que no hay minificción sin fábula aunque a veces esa sólo es sugerida:
« Estas historias se narran mediante un mecanismo de elipsis y son inteligibles como narraciones gracias a la intervención del lector. En ellas lo implícito, lo no dicho, lo sugerido, es lo que conforma la narración, son minicuentos sin fábula aparente »(Violeta Rojo, 1996).
En el caso del « Dinosaurio » de Monterroso por ejemplo (“Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.”), la brevedad no impide una construcción completa del cuento (personaje, acción, lugar). Sí, hay fábula, pero la polisemia, la ambigüedad del relato deja el lector libre de interpretarla.
Y cerrando el debate, en su Cartografîa del cuento y de la minificción, Lauro Zavala afirma:
« Su naturaleza estética consiste en sintetizar, de manera alusiva, lo mejor de la tradición popular y lo más complejo de la sofisticación literaria. Son textos literarios por derecho propio y por el diálogo que establecen con la tradición cultural ».
Un género en expansión
Sin embargo, con la proliferación de minificciones, la crítica negativa o superficial ha dejado lugar a la investigación de unos teóricos literarios que se dedican hoy en día a conceptualizar estas producciones. Si bien hoy en día todavía no existe un consenso académico para considerar la minificción como género literario, sí ha despertado el interés de muchos.
Es de notar que no existen autores que sólo escriben minificción. Generalmente, son autores de cuentos y de novelas. Asimismo, son muy pocas las obras sólo compuestas de minicuentos (generalmente esos micro-relatos se encuentran dentro de antologías de cuentos o de poesía en prosa). Sin embrago, la progresiva intensificación del género dentro de esas antologías, así como la emergencia de antologías dedicadas a textos ultra breves, demuestran el creciente interés por el género. Además, unos concursos, organizados por revistas literarias, y algunas becas, recompensan a autores escribiendo textos inferiores a 250 palabras, favoreciendo el desarrollo de aquel género.
Para terminar, uno de los elementos esenciales de la minificción es la fragmentariedad. Es decir que, aunque siendo una parte de una obra más extensa, ya lleva en sí su propia totalidad: es un relato autónomo. Así, en una época de velocidad constante, el minicuento va directamente al punto, sin tomar deviaciones: en el tiempo de un café o de un viaje en metro, el lector tiene acceso a un pedazo de literatura. Este formato corresponde igualmente a la red, que se convirtió en nueva plataforma cultural. Cada vez más los lectores acuden a librerías virtuales y hoy en día ya existen varias dedicadas únicamente a la minificción.
Conclusión
Heredera de la larga tradición del cuento latinoamericano, la minificción aparece como el género de nuestra época y efectivamente, Lauro Zavala afirma:
« La minificción puede llegar a ser la escritura más característica del tercer milenio, pues es muy próxima a la fragmentariedad paratáctica de la escritura hipertextual, propia de los medios electrónicos » (Lauro Zavala, 2014).
En un mundo de poco tiempo y espacio, aparece efectivamente como el género apropiado, permitiendo democratizar, gracias a su brevedad, el acceso a la literatura. Pero el error sería pensar que un minicuento se lee más rápido o más fácilmente que un cuento tradicional, al contrario, la lectura de un minicuento invita a la reflexión y requiere participación del lector. A través de sus « 10 microapuntes sobre el microcuento », Andrés Neuman nos revela su propia definición del género.
"La vocación de todo microcuento decente es crecer sin ser visto.
No es lo mismo lo breve que lo corto: lo breve calla a tiempo, lo corto antes de tiempo.
Lo más raro del microcuento no es su extensión minúscula, sino su radical estructura.
Los personajes del microcuento caminan de perfil.
La tentación del chiste es la termita del microcuento.
Todo microcuento empieza entre comillas y termina en puntos suspensivos.
Puntuarlo con bisturí.
Los verbos vuelan, los sustantivos corren, los adjetivos pesan.
El microcuento necesita lectores valientes, es decir, que soporten lo incompleto.
Cuanto más breve parezca, más lento ha de leerse."
Bibliografía
BELL, Andrea, The “cuento breve” in Modern Latin American Literature, Ph.D., Stanford University, 1991.
NEUMAN Andrés, « 10 microapuntes sobre el microcuento », El cuento en la red. Revista electrónica de teoría de la ficción breve, N°24, Otoño 2011, UAM: http://cuentoenred.xoc.uam.mx/tabla_contenido.php?id_fasciculo=570 (consultado el 28 de junio del 2016).
MONTERROSO Augusto, Obras completas (y otros cuentos), Ediciones Era, 1990.
ROJO Violeta, Breve manual para reconocer minicuentos, Equinoccio, 1996.
ZAVALA Lauro, Cartografías del cuento y la minificción, Editorial Renacimiento, 2014.
El cuento en la red. Revista electrónica de teoría de la ficción breve, UAM: http://cuentoenred.xoc.uam.mx/ (consultado el 28 de junio del 2016).
Antología virtual de minificción mexicana, http://1antologiademinificcion.blogspot.fr/ (consultado el 28 de junio del 2016).
Pour citer cette ressource :
Olivia Sébart, La minificción: ¿el género literario del siglo XXI?, La Clé des Langues [en ligne], Lyon, ENS de LYON/DGESCO (ISSN 2107-7029), juin 2016. Consulté le 21/11/2024. URL: https://cle.ens-lyon.fr/espagnol/litterature/litterature-latino-americaine/auteurs-contemporains/la-minificcion-el-genero-literario-del-siglo-xxi-