Lecturas de «La rebelión de las masas» de José Ortega y Gasset
"..cuando el hombre se pone a hablar lo hace porque cree que va a poder decir cuanto piensa. Pues bien, esto es ilusorio. El lenguaje no da para tanto."(1)
La rebelión de las masas constituye, junto con España invertebrada y El hombre y la gente, el núcleo central del pensamiento político y social de Ortega y Gasset. Es uno de los textos escritos en lengua española de mayor difusión internacional, siendo uno de los textos fundamentales de la filosofía política del pasado siglo. Ya en su época escritores de la talla de Thomas Mann o Herman Hesse prestaron atención al texto de Ortega, y el propio Albert Camus lo consideraría como un escritor con el cual sentía no pocas afinidades. Sin embargo, la recepción de la obra no ha estado exenta de polémica y los elogios se han multiplicado prácticamente al mismo ritmo que los malentendidos(2). Dichos malentendidos provienen, en su mayoría, de la propia terminología empleada por Ortega, la cual puede dar a entender que los conceptos de “rebelión” o “masa” pudieran tener connotaciones negativas relativas a las clases obreras. No obstante, como se verá a continuación, la crítica que Ortega lleva a cabo en torno a la categoría del “hombre-masa” no se dirige, como pudiera parecer a primera vista, tanto a la clase proletaria como a la clase burguesa dirigente.
El texto está marcado por un fuerte carácter europeista, algo que se deja sentir ya desde el «Prólogo para los franceses»(3):
“No niego que los Estados Unidos de Europa son una de las fantasías más módicas que existen […] es sumamente improbable que una sociedad, una colectividad tan madura como la que ya forman los pueblos europeos, no ande cerca de crearse su artefacto estatal mediante el cual formalice el ejercicio del poder público europeo ya existente.”(4)
Publicado por primera vez en forma de folletones en la publicación El sol entre octubre de 1929 y agosto de 1930, posteriormente editado en forma de libro y traducido a varias lenguas, La rebelión de las masas plantea el peligro que constituye el denominado “hombre-masa” para el devenir de la cultura europea. Partiendo de la constatación de una opinión pública europea, la cual viene determinada por el sentimiento de un pasado común y un futuro que inevitablemente tendrá que ser compartido, Ortega plantea una salida posible al estado de abnegación en el cual se encuentra el pueblo europeo. Dicha salida vendría dada por la creación de un “artefacto estatal” representante de dicho poder público europeo ya existente. En cierto sentido, ateniéndonos al texto orteguiano, bien puede pensarse que el hombre-masa continúa operante, pues la mera unión monetaria de los Estados europeos no conseguirá deshacernos del malestar actual sin una verdadera unión social de los pueblos; algo que pudieran corroborar los acontecimientos y el contexto presentes.
¿Qué es un hombre-masa?
« El hombre-masa actual es, en efecto... »(5)
El hombre-masa es un nuevo tipo de existencia surgida en el viejo continente por los procesos de industrialización. Se trata de un ser vaciado de su historia, incapaz de construirse a sí mismo, que Ortega define como “niño mimado” o “señorito satisfecho”. Con su expansión, se corre el peligro de la pérdida de la variedad de circunstancias. Es por ello que vive atrapado en un presente que se eterniza y carece de la capacidad de proyecto, la capacidad de elegir entre la multitud de opciones que plantean las circunstancias, que para Ortega constituye uno de los rasgos esenciales de la vida:
« El hombre-masa es el hombre cuya vida carece de proyecto y va a la deriva. Por eso no construye nada, aunque sus posibilidades y sus poderes, sean enormes. »(6)
Una de las condiciones de emergencia de dicho tipo de existencia es el hecho de las aglomeraciones, en donde la muchedumbre, una masa social impersonal, ha tomado el control. Ortega atiende al concepto de “masa” en un sentido psicológico, no en su mero sentido político o sociológico; el hombre-masa es un individuo incapaz de sentirse como tal, que se siente como todo el mundo sin angustiarse por ello. Una de las claves del texto es el hecho de que para Ortega, en toda vida común, existe un dinamismo entre minorías selectas y masas. Dicha distinción no es una simple distinción de clase social sino de tipos de individuo, ya que para Ortega en toda clase social existen a su vez minorías y masas. El peligro adviene cuando en las clases dirigentes se instalan aquellos que son incapaces de exigirse nada a sí mismos, aquellos que sin proyecto de futuro se posicionan en un eternizado presente, siendo por ello incapaces de sentir el peso y la medida del momento histórico. Es el peligro que se corre cuando este modo de existencia se instala en el lugar de lo que Ortega considera deberían ser las minorías selectas gobernantes.
« ...se ha apoderado de la dirección social un tipo de hombre a quien no interesan los principios de civilización. […] El hombre-masa actual es, en efecto, un primitivo, que por los bastidores se ha deslizado en el viejo escenario de la civilización. »(7)
La existencia del hombre-masa ha sido posible gracias a una situación histórica completamente inédita. Frente a épocas anteriores, la vida se ha hecho confortable, y para el hombre medio ésta no plantea excesivos impedimentos. Sin embargo ignora las condiciones históricas que han posibilitado dicho confort, lo cual le lleva a comportarse como un niño mimado. Los derechos y privilegios de los cuales el hombre-masa disfruta han sido posibles gracias a toda una serie de conquistas que él ignora. Ello le hace inapto, si no inepto, para dirigir dicho proceso inédito de civilización.
“Lo característico del momento es que el alma vulgar, sabiéndose vulgar, tiene el denuedo de afirmar el derecho de la vulgaridad y lo impone dondequiera.”(8)
El hombre-masa es incapaz de afrontar su circunstancia y de sentir su vida como un problema ante el cual tiene que vérselas. Su vanidad le impide ver sus imperfecciones instalándose así la vulgaridad como derecho. Es incapaz de juzgar el mundo en el que habita y se contenta con tópicos y prejuicios que ya están ahí, hechos, sin preocuparse por su valía. Impone sus opiniones sin escuchar las opiniones discordantes, y expone su desconocimiento de unos principios básicos de cultura que posibiliten una verdadera discusión.
Principio de barbarie
« El europeo que empieza a predominar – esta es mi hipótesis – sería, relativamente a la compleja civilización en que ha nacido, un hombre primitivo, un bárbaro emergiendo por escotillón, un “invasor vertical”. »(9)
El peligro que amenaza es el de la instalación de la barbarie. Las palabras de Ortega podrían parecer proféticas si se atiende al hecho de que se trata de escritos publicados en 1930 y que apenas unos años más tarde la barbarie nazi desoló Europa con las consecuencias que son por todos conocidas. Ortega entiende por barbarie la ausencia de normas a las cuales apelar en caso de conflicto. Es por ello que constata que en Europa están pasado “cosas raras”. Los ejemplos que lo ilustran serían para él el sindicalismo y el fascismo. En este sentido, Ortega ha sido criticado por su visión del sindicalismo y su cerrazón con respecto a su visión de la “acción directa”(10), pues la consideraba como la instalación de la violencia como norma. Si bien dichas críticas pueden estar más o menos justificadas en cuanto al sindicalismo obrero, en lo relativo al fascismo podemos decir que Ortega estaba en lo cierto, siendo así uno de los primeros en equiparar la dictadura fascista y la dictadura soviética al denunciar su poder de homogeneización así como su visión anacrónica y anti-histórica. Ambos serían para Ortega:
« Movimientos típicos de hombres-masa, dirigidos, como todos los que lo son, por hombres mediocres, extemporáneos y sin larga memoria, sin “conciencia histórica”, se comportan desde un principio como si hubiesen pasado ya, como si acaeciendo en esta hora perteneciesen a la fauna de antaño.»(11)
La rebelión de las masas abre una multitud de posibilidades. Existiría un lado positivo en dicha rebelión, como sería la toma de posesión de un destino histórico compartido por parte de las masas. Sin embargo, Ortega sospecha que ese no será el caso, pues más que conducir a una nueva existencia colectiva, dicha rebelión conduce a cierta forma de primitivismo. El hombre-masa confunde civilización y Naturaleza, pues piensa que la civilización se basta por sí misma, que no necesita de un saber histórico que evite errores pasados. De ahí que Ortega lo defina como el “señorito satisfecho”, un aristócrata heredero cuya función es la mera representación de un pasado glorioso para él desconocido.
El hombre-masa sabe que el Estado está ahí para protegerle pero es incapaz de ver su carácter artificial de creación humana. Al considerar al Estado como anónimo se siente a sí mismo anónimo y cree que el Estado es cosa suya. El peligro es la anulación de la espontaneidad histórica, pues el Estado se pone al servicio del hombre-masa, que accionará los resortes estatales cuando sienta que alguna minoría le desconcierta.
« Nada acusa con mayor claridad la fisonomía del presente como el hecho de que vayan siendo tan pocos los países donde existe la oposición. En casi todos una masa homogénea pesa sobre el poder público y aplasta, aniquila todo grupo opositor. La masa […] no desea la convivencia con lo que no es ella. Odia a muerte lo que no es ella. »(12)
¿Quién manda en el mundo?
Del mismo modo que existen individuos-masa, existen también pueblos-masa, así, tras considerar el tipo de individuo que Ortega encuentra en Europa, se produce el salto a lo que ello implica en el orden colectivo. Como ya se ha mostrado, para salvar una razón ensimismada Ortega recupera el nivel fundamental de la vida, y dicha vida es en esencia vida común, una apertura de posibilidades que plantea siempre peligros inminentes. Ortega adelanta en cierto sentido las visiones actuales de la mundialización, considerando que desde el siglo XVI se asiste en el mundo a un proceso de unificación. Así, durante siglos han sido los europeos quienes han marcado dicho proceso, la imposición de un conjunto de opiniones por un grupo de pueblos, una imposición de un tipo de vida en común. Pero dicho modelo entra en crisis, pues:
«Los europeos no saben vivir si no van lanzados en una empresa unitiva. Cuando ésta falta, se envilecen, se aflojan, se les decoyunta el alma. Un comienzo de esto se ofrece hoy a nuestros ojos»(13)
El mando no es para Ortega la imposición por la fuerza, a pesar de que quien mande tenga a su disposición la fuerza como herramienta. El mando es aquel conjunto de opiniones que domina. Ortega siente que nos encontramos ante un impasse, pues se dice que Europa ya no manda sin que aparezca pueblo alguno capaz de sustituir aquel conjunto de opiniones y crear uno nuevo. Se pensó que serían los Estados Unidos quienes vinieran a sustituir la hegemonía europea, pero para Ortega los Estados Unidos no representan nada nuevo, son un camouflage histórico. Los Estados Unidos son para Ortega un pueblo aún joven que no ha sufrido lo suficiente como para poder tener las virtudes del mando. Entonces se pensó en la Rusia Soviética, pero la Rusia Soviética es para Ortega otro camouflage, una superficie de ideas europeas pensadas para problemas europeos (el marxismo), debajo de la cual existe una juventud que ha aceptado dicha ficción sin darse cuenta que no viven en un país industrializado para el cual el marxismo fue pensado.
«...lo que pasa en Europa es cosa insalubre y extraña. Los mandamientos europeos han perdido vigencia sin que otros vislumbren el horizonte. Europa – se dice – deja de mandar, y no se ve quien pueda sustituirla.»(14)
Para Ortega la solución pasa por refundar Europa, si no se quiere que la civilización europea perezca por ser incapaz de reformular la concepción de Estado. Un Estado no debe fundarse en la lengua, la sangre o el territorio. Aquello que determina un Estado es la existencia de un proyecto de vida común, que se siente compartido y en el cual un conjunto de individuos quiere participar. Europa debe convertirse en idea nacional para superar la desmoralización que es a la vez fruto y raíz de la existencia del hombre-masa, de modo tal que se transcienda la idea de Estado-nacional instaurando así una dinámica de nación plural que devuelva a Europa su energía histórica.
«Ahora recoge Europa las penosas consecuencias de su conducta espiritual. Se han embalado sin reservas por la pendiente de una cultura magnífica, pero sin raíces.»(15)
Notas
(1) Ortega y Gasset, José ; La rebelión de las masas; Edición, introducción y notas de Thomas Mermall ;Clásicos Castalia, Madrid, 1998, p. 97.
(2) Meregalli, Franco ; « La recepción de la obra de Ortega fuera del mundo hispanohablante. » Revista de Occidente, 1985, pp. 135-160.
(3) Ortega y gasset, « Prólogo para los franceses » ; op. Cit., 95- 128
(4) Ortega y Gasset, Op. Cit. p. 103
(5) Ortega y Gasset, p. 192-193
(6) Ibíd. 164
(7) Ortega y Gasset, p. 192-193
(8) Ibíd. p. 136
(9) Ibíd. p. 196
(10) En especial Alain GUY ; « Ortega y gasset : su visión de Europa », en Aporía, 1983-84, en donde critica « la superficialidad de las visiones orteguianas en lo que concierne al Movimiento Obrero internacional, sindical o político » la cual « no tiene nada en común con la usurpación del Poder por hombres vulgares que el maestro califica de hombre-masa. » p. 24.
(11) Ortega y Gasset, Op. Cit. p. 202.
(12) Ortega y Gasset, Op. Cit. p. 188
(13) Ibíd. p.281
(14) Ibíd. p. 240.
(15) Ibíd. 288
Pour citer cette ressource :
Carlos Benguigui, Lecturas de La rebelión de las masas de José Ortega y Gasset, La Clé des Langues [en ligne], Lyon, ENS de LYON/DGESCO (ISSN 2107-7029), mai 2012. Consulté le 07/12/2024. URL: https://cle.ens-lyon.fr/espagnol/litterature/litterature-espagnole/auteurs-contemporains/lecturas-de-la-rebelion-de-las-masas-de-jose-ortega-y-gasset