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Entrevista a Carlos Liscano

Par Anne-Marie Molin : Etudiante - Université Lumière Lyon 2
Publié par Christine Bini le 05/09/2011

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Interview de l'écrivain uruguayen Carlos Liscano, exilé en Suède après avoir été emprisonné dans son pays par la junte au pouvoir, lors de sa venue à Lyon pour les Assises Internationales du Roman en mai 2011.

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https://video.ens-lyon.fr/eduscol-cdl/2011/2011-05-24_ESP_Liscano.mp3

Transcripción de la entrevista

Usted empezó a escribir en la cárcel para paliar el sufrimiento del aislamiento. ¿Nunca había intentado probarlo antes?

Yo empecé a escribir en la cárcel pero no para paliar nada. Solo tenía ganas de escribir una novela. Una novela, no un cuento ni un soneto ni... nada: una novela. Y bueno, siempre lo iba postergando y un día dije: «Bueno, el primero de febrero voy a empezar a escribir una novela», y el primero de febrero de 1961, así como uno empieza a dejar de fumar o adelgazar la semana que viene o se fija una fecha... bueno, pero el proceso fue más complejo porque el año anterior yo había estado en una situación muy difícil. Estudiaba matemáticas y he tenido que dejar de estudiar matemáticas porque no tenía guía, no tenía libros tampoco, así que eso no me iba a llevar muy lejos, pero me importaba mucho y estaba en las condiciones de aislamiento que escuchaste ahí y entonces dije: «Cuando salga de aquí voy a escribir una novela». Y después me dije ¿y por qué no empiezo ahora? Entonces en esas condiciones, me dije bueno, voy a empezar a escribir una novela mental, que me parecía una forma de controlar el delirio. Lo que pasa es que era un delirio mucho más grande, porque todas las mañanas me ponía a pensar en mi novela y me perdía. Y al otro día empezaba de cero de nuevo. Pero de todas maneras fue útil porque en esos meses, este.... Bueno, pensaba en mi novela, por ejemplo me di cuenta de que no tenía ninguna historia para contar. ¿Entonces, cómo escribir una novela cuando uno no tiene una historia para contar? Y después que salí de allí, estuve descansando un par de meses, más o menos. Tenía un compañero de celda que me cuidaba como mi mamá, y yo lo iba postergando, entonces me puse una fecha, y dije: el primero de febrero. Entonces cuando llegó el primero de febrero no tenía más remedio que cumplir. Y me puse a escribir, pero no para paliar nada, sino como un desafío, un entretenimiento. Estuve seis meses escribiendo y, bueno, terminé la novela y la experiencia fue de verdad estimulante, así que en aquellas condiciones cuando escribir es estimulante y estaba prohibido escribir -las cosas prohibidas son siempre más estimulantes que las que están autorizadas- así que hasta ahora no he dejado de escribir.

¿Y cuando lo liberaron, cuáles fueron sus primeros deseos, sus primeras ganas, sus primeros proyectos, justo al salir de la cárcel?

Conseguir una máquina de escribir y empezar a pasarlo al papel, porque yo ya me había resuelto... Mi locura era: cuándo salga de la cárcel, me voy a hacer escritor; lo que era una fantasía como cualquier otra, hacerse astronauta o monje, da lo mismo. Me preguntaron: « ¿Qué necesitas?», y yo dije ­­­­-necesitaba todo: ropa, zapatos, trabajo, documentos, afecto... Sobre todo afecto, pero no me daba cuenta-  entonces dije: «Una máquina de escribir». Y después que me trajeron una máquina de escribir, me levantaba a las cinco de la mañana y me ponía a pasar en limpio mis papeles.

¿Y cuando salió se sintió más bien liberado o desarmado ante el mundo que había delante de sus ojos?

Es que fue muy difícil salir aquí. Yo no tenía oficio, no tenía trabajo, no tenía casa, era un momento muy difícil, muy duro. La familia biológica que yo tenía ya no existía más... Y fue el momento más difícil, es decir más difícil de mi vida porque sabía que tenía que inventarme... Habían cambiado tanto las cosas, había cambiado la moneda por ejemplo, yo no reconocía la moneda. Era como un niño, sin las ventajas que tiene un niño, que todo el mundo lo cuida. Yo tenía 36 años: ¿quién me iba a cuidar? Preguntaba tonterías, no sabía qué bus tomar... Era una situación de debilidad fuerte. Es una paradoja decir "una situación de debilidad fuerte" pero es lo que siento, que estaba muy débil. Y por suerte tomé conciencia de que estaba muy débil, porque también uno no puede no tomar conciencia y actuar contra uno mismo, no darse cuenta. Yo me di cuenta de que estaba débil y tenía que concentrar todas mis energías en lo poquito que yo podía hacer. Es decir, por ejemplo, primero conseguir documentos y conseguir trabajo. Porque sin documentos no podía conseguir trabajo, entonces era... Un círculo... Sí, entonces conseguir los documentos enseguida y conseguir trabajo era lo... Y después todo lo demás olvidarse, lo demás era romanticismo y yo tenía que comer todos los días...

¿Y por qué eligió a Suecia como país de exilio?

Yo no elegí... Yo no fui exiliado, yo tenía unos amigos en Suecia y uno me mandó un pasaje, me fui a Suecia. Si hubiera tenido un amigo en París, me hubiera venido a París, no sé. La verdad no me fui para quedarme, me fui para volver. Y después que llegué ahí, bueno me vino muy bien, porque tomé distancia con mi vida, con mi pasado. Yo me dedicaba a la política desde los 16 años, desde hacía 20, que es una alienación como cualquier otra, y bueno tomé distancia con Uruguay también... Uno redimensiona los problemas, la situación de su propio país cuando está lejos.

¿Y no ha echado de menos a Uruguay cuando estaba en Suecia?

No, no, en ese momento no. El día que... ni siquiera lo eché de menos, cuando decidí volverme, fue porque decidí que no quería ser extranjero. Y el único lugar del mundo, lamentablemente, donde yo no soy extranjero es en Montevideo. Después en todos los lados soy extranjero. No es que sea mejor o peor, solamente yo ahí no soy extranjero.

¿Suecia influyó mucho en su escritura posterior, en su manera de escribir?

Suecia influyó en mi vida. Yo fui libre por primera vez en Suecia, conocí una sociedad democrática funcionando, tuve que aprender otra lengua, otras costumbres. Influyó en mi vida. Después empezó a influir la lengua sueca en la manera de escribir; uno empieza a tener dudas... de su propia lengua, de lo que domina... El paisaje comienza a entrar en lo que uno escribe, empieza a sentirse inseguro, en lo que uno cree que es lo más seguro que es la lengua materna... Bueno, cuando la lengua materna empieza a temblar es porque algo grave está pasando en la cabeza.

¿Quién le dio a su primer libro la oportunidad de existir públicamente?

Los suecos.

¿Un agente literario o nada que ver?

Había, no sé si habrá todavía, un sistema en Suecia de... es una especie de concurso al que pueden participar también los inmigrantes en lengua extranjera, y yo me presenté, y me aprobaron dinero para la edición.

¿Imaginaba en este momento que sus palabras podían tener un futuro famoso?

Bueno no tuvieron un futuro famoso, yo no soy famoso. No, lo que... Por eso escribía, para (esto lo descubrí muchos años después), escribía para ser. Yo quería ser. Y la forma que yo tenía era escribiendo. Muchos años después pude reflexionar sobre eso, la realización a través de la escritura, pero no me interesaba tampoco escribir novelas, cuentos, son cosas que yo he escrito y que cada vez tienen menos que ver con la ficción. Yo encontraba una definición como de escritura creativa. Y escribía como forma de realización, como forma de buscarme, de definirme a mí mismo, de definir quién soy, qué hago sobre el planeta, no porque buscara... Claro que uno quiere publicar, pero no me imaginaba nada, ningún futuro maravilloso.

¿Tiene un género literario que lo inspira más que los otros?

No, porque he terminado en una cosa híbrida. Que no es totalmente ficción que no es ensayo, que no es crónica. Si en este momento me atrae algo es un género híbrido entre la reflexión, la mirada sobre pequeñas situaciones de la vida, y un estilo fragmentario, porque necesariamente si uno va mirando situaciones de algo que le hace reflexionar... Para no hablar en abstracto: yo vivo en el campo desde hace 6 años y he descubierto las transformaciones pequeñas que hay en el campo en las estaciones por ejemplo, que solamente cuando uno está allí y lo mira todos los días se da cuenta. La niebla del otoño que hay en el campo como se transforma, la lentitud de la gente - es más lenta en el campo -, no hay gente, pero por allá hay gente y la gente saluda, es diferente de la gente de la ciudad. Las inquietudes son otras: si llueve, si no llueve, si llueve demasiado. Es más lenta porque yo para ir a comprar la comida tengo que ir a once kilómetros, así que si me olvido de algo... No voy a salir a las ocho de la noche a comprar comida, entonces ¡ya me olvidé, me olvidé! Entonces hay que planearlo mejor, y uno no puede salir a cada rato: bueno voy, no sé, el sábado, y si me olvido de algo, hasta el jueves que viene no voy a ir porque no tengo tiempo ni ganas. La gente que habla de otra manera, que tiene otro ritmo... se me parece que tienen el tiempo de todo, cosa que en la ciudad no hay: la gente corre, corre y corre, no se sabe por qué... Entonces, al introducir esas cosas pequeñas en lo que escribo da un texto fragmentado y no muy interesante, en el sentido que no cuento una historia que uno quiere seguirla página por página. Pero eso me interesa mucho porque yo antes no era así, entonces yo observo cosas que antes no observaba. Tengo perros y los perros dominan la vida de las personas. Yo tengo que atender a los perros, son míos y exigen, como los niños, atención, cariño y a veces no tengo tiempo ni ganas de dárselo pero bueno tengo que dedicarme a ello también. (Mejor un gato! Sí, pero no sé si llevo un gato que va a pasar con el pobre gato si lo llevo para el campo cuando hay perros, tres perros.)

Parece que usted es a menudo comparado con Céline y Onetti ¿Qué piensa usted de esas comparaciones?

¡Yo no soy comparado Céline y Onetti! ¡Yo me comparo con Céline y Onetti! No, yo lo que he dicho es que a mí me impresionó mucho la vez que leí El viaje al fin de la noche, y por eso escribí una novela que se llama El camino a Ítaca, La route d'Ithaque, que yo me propuse que se pareciera al Viaje al fin de la noche. Y cuando se publicó y los críticos en Uruguay dijeron: "se parece al Viaje al fin de la noche", yo me quedé muy contento, porque si se hubiera parecido a no sé qué, a Caperucita roja, hubiera dicho: "¡Esto es un desastre!". Y bueno, como Onetti también tenía como una especie de maestro a Céline, y a Faulkner, pero Céline también, de ahí surge una comparación; además que yo he hecho un homenaje a Onetti que a la gente le gustó. De Onetti me interesa la profesionalidad: Onetti era solamente escritor, no hacía otra cosa... no era profesor, no era periodista, no era político, no era... nada. Él quería ser escritor. Lo demás que hacía era para poder ser escritor, pero nunca le interesó nada más que eso. Y eso me interesa; como la profesionalidad, la consagración a esa actividad, que pocos consiguen, porque la gente termina siendo escritor de a ratos.

¿Usted es solo escritor o hace muchas otras cosas alrededor?

Yo soy solo escritor. Pero lo que pasa es que desde hace un par de años soy político también. Entonces, contra mí... no contra mí voluntad, sino que inesperadamente fui Vice Ministro de Educación y Cultura y ahora soy director de la Biblioteca Nacional; eso me lleva bastante tiempo, las dos cosas me han llevado bastante tiempo. Pero no fue algo que yo buscara, me fueron a buscar a mi casa. Y yo acepté, claro.

¿Tiene una obra de la que está más orgulloso que las otras?

Sí, pero es una obra que nadie lee, que es mi primera novela... La leyeron 10, creo. Que les gusta mucho a los críticos y a los intelectuales, pero a nadie más. Fue mi primera novela, no porque sea primera sino porque creo que tiene... cuando me puse a escribir una novela, puse allí, como todo principiante, puse todo lo que sabía, todo lo que... Tenía que ser maravilloso, entonces hice una cosa recargada, pero allí está todo lo que yo pienso de la literatura. Pero con muy mala suerte. Les interesa, sí, a los críticos, a la Academia le interesa en tesis doctoral, sobre eso ahora están escribiendo otra tesis doctoral, pero los lectores comunes... ni mi hermana la leyó, ella que lee todo lo que yo escribo... leyó 10 páginas y no leyó más.

Su hermana lee todo lo que escribe ¿Es la primera que lee lo que escribe?

No. No, no.

¿No le da sus manuscritos?

No, no.

¿Cómo fueron acogidas sus obras en Uruguay?

Bien... Bien... Este... Soy un escritor reconocido, aunque mis obras no se editan, ni se encuentran en las librerías, pero soy un escritor reconocido... He trabajado como periodista de opinión - ahora ya no lo hago - y bueno, los cargos políticos también se suman a eso. Lo cual no quiere decir que me publiquen. Tengo mucho prestigio, pero es así, yo lo sé... no tengo por qué ocultarlo. Pero el prestigio viene mezclado a mi pasado político, a mi actividad como periodista de opinión y a mis libros, que es una mezcla que provoca recelos en el sentido que dicen: "Bueno, si Liscano no hubiera estado preso, nadie lo leería". Entonces, cada vez que hay un problema complejo, los periodistas me llaman para que opine sobre política, sobre cosas... Hice una investigación bastante importante para mí, que me llevo mucho tiempo y ciertos riesgos, sobre la violación de los derechos humanos en Uruguay. Ciertos riesgos porque mi familia tenía miedo que pudieran, una vez publicado, que pudieran haber represalias (en el momento en el que lo publiqué, hace 8 años). Ahora no pasaría nada de eso, sería un libro cualquiera, pero en aquel momento era... era... Yo no lo sentía así, pero corría ciertos riesgos... el hecho de publicarlo, eso también... Tengo reconocimiento como escritor político. Yo opino de política, no todo el tiempo, no me interesa, pero si algo me molesta, digo lo que pienso, aun contra mis amigos que están en el gobierno.

¿Qué tema le interesaría desarrollar ahora?

Ahora, tengo 62 años, mi horizonte esta por ahí, cerca. Sí, sí, todos los días llega la noticia de que o tengo que ir a un velorio, o a un entierro de un compañero... No, no, hay una tendencia a... es que los años de cárcel influyen sobre la salud. La gente se está muriendo a los 61, 62, 65 años. Es así, no es una broma, es estadístico.  Seguiré estas cosas que te dije, un poco fragmentarias, de observación. Tengo proyectos, pero no tengo el tiempo. Tengo un proyecto que me importa mucho que es Conversaciones con mi perro. Es un diálogo con el perro, que siempre conversamos.

¿Una obra de teatro?

No sé... Es un diálogo donde yo digo algo, y él contesta y siempre es irónico, crítico, me toma el pelo. Surgió espontáneamente de caminar por el campo con el perro. Uno ya está viejo y se pone a decir tonterías al perro. Luego me dije: "Acá hay algo".

Eso parece muy interesante... Una última preguntita para acabar: tengo una profesora en la universidad que nos dice que no tenemos que ir a ninguna parte sin tener un libro en el bolsillo. ¿Cuál sería el suyo hoy en día?

Viaje al fin de la noche. Se publicó en 1932, en el medio de las dos guerras: se salía de una, todo el mundo contento, Europa iba para delante, eran los años locos en Estados-Unidos, Les Folies Bergères, Joséphine Baker bailando en Paris, y nadie se daba cuenta que iban a otra guerra, sí que estaba muy cerca. Y el único que se dio cuenta que esto era una porquería era Céline. Él dice que la diferencia entre los negros africanos y un europeo está en que el negro, si no le pegan, no trabaja; en cambio el europeo, trabaja 8 horas por día sin que se lo exijan y de vez en cuando lo mandan a la guerra, a una matanza, para que se maten entre ellos, y se van contentos a la guerra. Y eso lo decía Céline en 1932, en víspera de la segunda guerra mundial. Es muy irónico, muy duro... Bueno fue antisemita militante y publicó cosas contra los judíos: Bagatelas para una masacre, cosas así... Pero, es una demostración de que las buenas ideas políticas no aseguran la buena literatura, pero que las malas ideas políticas no condenan tampoco a alguien a hacer mala literatura, porque Céline renovó la lengua francesa. Ahora, a los 100 años votaron un homenaje y después se lo quitaron, el gobierno francés, el ministro Mitterrand dijo que no se lo hicieran y sus razones tendrá. Me parece una novela, para los jóvenes, muy educativa, porque él nunca es complaciente con nadie: ni con los judíos ni con los negros ni con los franceses ni con los alemanes ni con los enfermos ni con los científicos ni con los escritores ni con nadie. Y me parece una gran obra. Podría elegir otra, pero esa visión abrasadora que tiene de la vida... Es un nihilista, no cree en nada, y lo dice de una manera genial. Por ejemplo sobre el colonialismo en África, hay que leer a Céline para saber lo que era. Y eso es todo.

Traduction de l'entretien en français

Vous avez commencé à écrire en prison pour pallier la souffrance de l'isolement. Vous n'aviez jamais essayé de le faire avant ?

J'ai commencé à écrire en prison oui, mais pas pour pallier quelque chose. J'avais juste envie d'écrire un roman. Un roman, pas un conte ni un sonnet ni... rien : un roman. Et bon, je le repoussais toujours à plus tard, puis un jour j'ai dit « Allez, le 1er février je vais commencer à écrire un roman». Et le 1er février 1961, comme quelqu'un qui arrêterait de fumer ou qui commencerait un régime la semaine d'après ou un jour qu'il se serait fixé, eh bien... mais le processus a été plus compliqué que ça, parce que l'année d'avant j'avais connu une situation très difficile. J'étudiais les mathématiques et j'ai dû arrêter d'étudier les maths car je n'avais pas de règle à calcul, je n'avais pas de livre non plus, alors ça n'allait pas m'amener très loin tout ça, mais c'était important pour moi. Et puis j'étais dans la situation d'isolement que tu as entendue plus tôt, alors j'ai dit : « Bon, quand je sortirai d'ici, j'écrirai un roman. ». Et après je me suis dit : pourquoi ne pas commencer tout de suite ? Alors vu les conditions, je me suis dit que j'allais commencer à écrire un roman mentalement, ce qui me paraissait être une façon de contrôler la folie. Mais, en fait, c'était une folie encore plus grande car tous les matins je me mettais à penser à mon roman, et je me perdais. Alors le jour suivant j'étais obligé de recommencer tout depuis le début. Mais, de toutes façons, ce fut utile car pendant ces mois-là, où je pensais à mon roman, eh bien je me suis aperçu par exemple que je n'avais pas la moindre histoire à raconter. Alors comment écrire un roman lorsqu'on n'a pas d'histoire à raconter ? Ensuite, après être sorti de là, je me suis reposé pendant deux mois, plus ou moins. J'avais un compagnon de cellule qui s'occupait de moi comme si j'étais son fils et je n'arrêtais pas de remettre à plus tard mon roman, alors je me suis fixé une date et j'ai dit : le 1er février. Alors quand est arrivé le 1er février, je n'avais pas d'autre choix que de m'y tenir. Je me suis donc mis à écrire, non pas pour pallier quelque chose, mais plutôt comme un défi, un loisir. J'ai écrit pendant six mois, j'ai fini le roman et l'expérience a vraiment été très stimulante. Alors comme c'était stimulant d'écrire et en plus c'était interdit (les choses interdites sont toujours plus stimulantes que celles qui sont autorisées), c'est pour cela que jusqu'à aujourd'hui, je n'ai pas cessé d'écrire.

Et lorsqu'on vous a libéré, quels ont été vos premiers désirs, vos premières envies, vos premiers projets, juste en sortant de prison ?

Trouver une machine à écrire et commencer à tout écrire sur le papier. Parce qu'en fait je m'étais déjà résigné ... Ma folie c'était : lorsque je sortirai de prison, je deviendrai écrivain ; ce qui était une fantaisie comme n'importe quelle autre, devenir astronaute ou moine, c'est la même chose. On m'a demandé : « De quoi t'as besoin ? », et moi j'ai dit - j'avais besoin de tout : habits, chaussures, travail, papiers d'identité, affection... surtout de l'affection, mais je ne m'en rendais pas compte -, alors j'ai dit : « Une machine à écrire ». Et après qu'on m'a apporté une machine à écrire, je me levais à 5h du matin et je mettais mes papiers au propre.

Lorsque vous êtes sorti, vous vous êtes plutôt senti libéré ou désarmé face au monde qui vous entourait ?

Ce fut très difficile de sortir de là. Je n'avais pas de métier, pas de travail, pas de maison ; ce fut un moment très difficile, très dur. Ma famille biologique n'existait plus... Ce fut le moment le plus difficile, je veux dire le plus difficile de ma vie, car je savais qu'il fallait que je me crée. Les choses avaient tellement changé, la monnaie avait changé par exemple, je ne reconnaissais plus la monnaie. J'étais comme un enfant, sans les avantages qu'ont les enfants, dont tout le monde s'occupe. Moi j'avais 36 ans, qui allait s'occuper de moi ? Je posais des questions idiotes, je ne savais pas quel bus prendre... C'était une situation de faiblesse très forte. C'est un paradoxe de parler d'une « situation de faiblesse forte », mais c'est comme ça que je le ressens, que j'étais très faible. Et, par chance, je me suis rendu compte que j'étais très faible, parce qu'on ne peut pas non plus ne pas en être conscient et agir contre soi-même, sans s'en rendre compte. Moi, je me suis rendu compte que j'étais faible et que je devais concentrer toute mon énergie sur le peu que je pouvais faire. C'est-à-dire, par exemple, tout d'abord obtenir des papiers d'identité, puis trouver du travail, car sans papiers d'identité, je ne pouvais pas trouver de travail, alors c'était... Un cercle... Oui, alors il fallait obtenir des papiers le plus vite possible et trouver du travail. Tout le reste il fallait l'oublier, le reste c'était du romantisme, et je devais manger tous les jours...

Et pourquoi avez-vous choisi la Suède comme pays d'exil ?

Je n'ai pas choisi... Je n'étais pas exilé, j'avais des amis en Suède et l'un d'eux m'a envoyé un billet d'avion, alors je suis allé en Suède. Si j'avais eu un ami à Paris, je serais allé à Paris, je pense. En réalité, je n'étais pas parti pour rester, j'étais parti pour revenir. Et après mon arrivée, tout a très bien marché pour moi, parce que j'ai pris du recul par rapport à ma vie, à mon passé. Je m'occupais de politique depuis mes 16 ans, cela faisait 20 ans, ce qui est une aliénation comme n'importe quelle autre, et puis j'ai pris de la distance avec Uruguay aussi. On relativise ses problèmes et la situation de son pays quand on est loin...

Et l'Uruguay ne vous a pas manqué lorsque vous étiez en Suède ?

Non, non, pas à ce moment-là. Le jour où... Il ne m'a même pas manqué ; quand j'ai décidé de rentrer, c'était parce que je ne voulais plus être étranger. Et le seul endroit au monde où, regrettablement, je ne suis pas étranger, c'est à Montevideo. Après, partout ailleurs, je suis étranger. Ce n'est pas que ce soit mieux ou pire, c'est juste que là, je ne suis pas étranger.

La Suède a eu beaucoup d'influence sur votre écriture postérieure ? Sur votre manière d'écrire ?

La Suède a influé sur ma vie ! J'ai été libre pour la première fois en Suède, j'ai connu une société démocratique qui fonctionnait, j'ai dû apprendre une autre langue, d'autres coutumes. Elle a vraiment influé sur ma vie. Après, la langue suédoise a commencé à influer sur ma manière d'écrire ; on commence à avoir des doutes... sur sa langue, sur ce qu'on domine... Le paysage commence à s'immiscer dans ce que qu'on écrit ; on commence à douter de soi, en ce que l'on croit être la chose la plus inébranlable, c'est-à-dire la langue maternelle. En effet, quand la langue maternelle commence à trembler, c'est que quelque chose de grave est en train de se passer dans la tête.

Qui a donné à votre premier livre la chance d'exister publiquement ?

Les Suédois.

Un agent littéraire ou quelqu'un d'autre ?

En Suède, il y avait, je ne sais pas si ça existe toujours, un système de... une espèce de concours auquel pouvaient participer tous les émigrants de langue étrangère ; je me suis présenté et j'ai reçu de l'argent pour l'édition.

Vous imaginiez, à ce moment-là, que vos mots auraient un avenir célèbre ?

Bon, ils n'ont pas eu un avenir célèbre, je ne suis pas célèbre. Non, ce qui... j'écrivais pour... (Ça je l'ai découvert des années plus tard)... J'écrivais pour être. Je voulais être. Et la seule façon que j'avais c'était d'écrire. Des années plus tard, j'ai pu réfléchir à cela, la réalisation à travers l'écriture. Mais ça ne m'intéressait pas non plus d'écrire des romans, des nouvelles ; ce sont des choses que j'ai écrites et qui ont de moins en moins à voir avec la fiction. Je trouvais la définition d'une sorte d'écriture créative. Et j'écrivais pour me réaliser, pour me trouver, pour me définir moi-même, définir qui je suis et qu'est-ce-que je fais sur la planète, mais pas parce que je cherchais... Bien sûr on veut être publié, mais je n'imaginais rien, aucun futur merveilleux.

Vous avez un genre littéraire qui vous inspire plus que les autres ?

Non, parce que j'ai fini par faire quelque chose d'hybride. Ce n'est pas vraiment de la fiction, ce n'est pas de l'essai, ce n'est pas de la chronique. Si actuellement il y a un genre qui m'attire, c'est un genre hybride entre la réflexion et l'observation de petites situations de la vie. Et un style fragmentaire, parce que forcément, si on observe des situations qui font réfléchir... Pour parler plus concrètement : ça fait six ans que je vis à la campagne et j'ai découvert les petites transformations qu'il y a là-bas aux différentes saisons par exemple, et que l'on ne voit que quand on est là et qu'on observe cela tous les jours. Le brouillard de l'automne qu'il y a à la campagne et qui se transforme, la lenteur des gens (qui est plus lente là-bas), il n'y a personne... et en même temps il y a des gens, et ces gens te saluent, ils sont différents de ceux de la ville. Ils ont d'autres inquiétudes : s'il pleut, s'il ne pleut pas, s'il pleut trop. Les gens sont plus lents parce que moi, par exemple, pour aller faire les courses je dois aller à onze kilomètres, alors si j'oublie quelque chose, je ne vais pas sortir à 8h du soir pour aller faire des courses. Si j'ai oublié quelque chose, eh bien tant pis ! Alors il faut s'organiser mieux, car on ne peut pas sortir toutes les deux minutes. Je vais faire les courses, disons le samedi, et si j'ai oublié quelque chose, je n'y retourne pas avant le jeudi d'après, parce que je n'ai pas le temps ni l'envie. Les gens parlent d'une autre façon, avec un autre rythme. J'ai l'impression qu'ils ont le temps pour tout, ce qui n'existe pas en ville : les gens courent, courent, et on ne sait pas pourquoi... Alors, en introduisant ces petites choses dans ce que j'écris, ça un donne un texte fragmenté et pas très intéressant, dans le sens où je ne raconte pas une histoire qu'on a envie de lire page après page. Mais cela m'intéresse beaucoup, parce qu'avant je n'étais pas comme ça, j'observe des choses qu'avant je ne regardais pas.  J'ai des chiens, et les chiens dominent la vie des personnes. Je dois m'occuper des chiens, ce sont les miens et ils exigent, comme les enfants, de l'attention, des câlins, et parfois je n'ai ni le temps ni l'envie de leur donner, mais bon il faut que je le fasse aussi.

Il semble que vous soyez souvent comparé à Céline et à Onetti. Que pensez-vous de ces comparaisons ?

Je ne suis pas comparé à Céline et Onetti ! Je me compare à Céline et Onetti ! Non, ce que j'ai dit c'est que j'ai été fortement ébranlé lorsque j'ai lu la première fois Voyage au bout de la nuit, et c'est pour ça que j'ai écrit un roman qui s'appelle El camino a Ítaca, La route d'Ithaque, et j'ai essayé de faire en sorte qu'il ressemble à Voyage au bout de la nuit. Quand il a été publié et que les critiques en Uruguay ont dit : « On dirait Voyage au bout de la nuit », j'étais très content, parce que si ça avait ressemblé à, je sais pas moi, Le petit chaperon rouge, j'aurais dit : « C'est un désastre ! » Et puis, comme Onetti avait aussi Céline comme genre de maître - et Faulkner, mais Céline aussi - c'est de là qu'est née cette comparaison. De plus, j'ai fait un hommage à Onetti qui a beaucoup plu. Ce qui m'intéresse chez Onetti, c'est son professionnalisme : Onetti n'était qu'écrivain, il ne faisait rien d'autre... Il n'était pas professeur, il n'était pas journaliste, il n'était pas politicien, il n'était pas... rien. Il voulait être écrivain. Le reste, il le faisait pour pouvoir être écrivain, mais il n'y a que ça qui l'intéressait. Et ça, ça m'intéresse : le professionnalisme, la dévotion à une activité, que peu de gens atteignent, parce qu'on finit par être un auteur du dimanche.

Vous, vous n'êtes qu'écrivain ou vous faites d'autres choses à côté ?

Moi, je ne suis qu'écrivain. Mais ce qui passe, c'est que depuis deux ans, je suis aussi politicien. Alors, contre ma... pas contre ma volonté mais, de façon inattendue, je me suis retrouvé vice-ministre de la Culture et de l'Education, et maintenant je suis directeur de la bibliothèque nationale ; ça me prend pas mal de temps, les deux choses m'ont pris pas mal de temps. Mais ce n'est pas quelque chose que je recherchais, ils sont venus me chercher chez moi, et j'ai accepté, bien entendu.

Vous avez une œuvre dont vous êtes plus fier que les autres ?

Oui, mais c'est une œuvre que personne ne lit, c'est mon premier roman... Je crois que dix personnes l'ont lue. Elle plaît beaucoup aux critiques et aux intellectuels, mais à personne d'autre. C'était mon premier roman... mais ce n'est pas parce que c'est le premier, c'est parce que je crois qu'il a... Quand je me suis mis à écrire un roman, j'y ai mis, comme tout débutant, tout ce que je savais, tout ce qui... Cela devait être merveilleux, –  alors j'ai fait quelque chose de surchargé, mais il y a là tout ce que je pense de la littérature. De façon un peu maladroite. Cela intéresse beaucoup les critiques ; l'Académie s'y intéresse pour des thèses doctorales, ils sont en train d'écrire une autre thèse sur le sujet, mais les lecteurs amateurs... Même ma sœur ne l'a pas lu, elle qui lit tout ce que j'écris, elle a lu dix pages, pas plus.

Votre sœur lit tout ce que vous écrivez. C'est votre première lectrice ?

Non, non.

Vous ne lui donnez pas vos manuscrits ?

Non, non.

Et comment vos œuvres ont-elles été accueillies en Uruguay ?

Bien... bien... Euh... Je suis un auteur reconnu, même si mes œuvres n'y sont pas éditées, et qu'on ne les trouve pas non plus dans les librairies, je suis un auteur reconnu. J'ai été journaliste d'opinion - maintenant je ne le fais plus - et puis les charges politiques s'ajoutent également à cela... Mais ça ne veut pas dire qu'on me publie. J'ai beaucoup de prestige, c'est comme ça, je le sais... je n'ai pas de raison de le cacher. Mais ce prestige se confond avec mon passé politique, à mon activité de journaliste d'opinion, et à mes livres, et c'est une confusion qui engendre la méfiance, dans le sens où les gens disent : « Bon, si Liscano n'avait pas été prisonnier, personne ne le lirait. » Alors, à chaque fois qu'il y a un problème compliqué, les journalistes m'appellent pour que je donne mon avis  sur la politique, sur des choses... J'ai fait un travail de recherche, assez important pour moi, qui m'a demandé beaucoup de temps et qui impliquait certains risques, sur la violation des droits de l'Homme en Uruguay. Certains risques, parce que ma famille craignait qu'il pût y avoir, une fois publié, des représailles (au moment où je l'ai publié bien sûr, il y a 8 ans). Maintenant, il n'y aurait rien de tout ça, ce serait un livre quelconque, mais à l'époque c'était... c'était... Moi, je ne le voyais pas comme ça, mais je courais certains risques... le fait de le publier, ça aussi... Je suis reconnu comme écrivain politique. Je donne mon avis sur la politique ; pas tout le temps, ça ne m'intéresse pas, mais si quelque chose me dérange, je dis ce que je pense, même si c'est contre mes amis du gouvernement.

Quel thème vous plairait-il de développer maintenant ?

Maintenant j'ai 62 ans et mon horizon est tout près... Si, si, tous les jours j'apprends que je dois me rendre à l'enterrement ou à la veillée funèbre d'un ami. Non, vraiment, il y a une réelle tendance à... les années de prison ont des conséquences sur la santé. Les gens meurent à 61, 62, 65 ans. C'est comme ça, ce n'est pas une blague, c'est statistique. Je vais continuer ces choses dont je t'ai parlé, un peu fragmentaires, d'observation. J'ai des projets mais je n'ai pas le temps. J'ai un projet qui me tient à cœur et qui s'appelle Conversaciones con mi perro (Conversations avec mon chien), c'est un dialogue avec mon chien, parce qu'on parle tout le temps.

Une pièce de théâtre ?

Je ne sais pas... C'est un dialogue où je dis quelque chose et lui répond mais toujours de façon ironique, critique, il se moque de moi. C'est une idée qui m'est venue spontanément en me promenant avec mon chien dans la campagne, quand on est vieux et qu'on se met à dire des bêtises au chien. Je me suis dit : « Là, on tient quelque chose ».

Ça m'a l'air très intéressant... Une petite question pour terminer : j'ai une professeure à l'université qui nous dit tout le temps que nous ne devons jamais aller quelque part sans avoir un livre dans sa poche. Quel serait le vôtre aujourd'hui ?

Voyage au bout de la nuit. Il a été publié en 1932, entre les deux guerres : on venait d'en finir une, tout le monde était très content, l'Europe allait de l'avant, c'étaient les années folles aux Etats-Unis, Les Folies Bergères, Joséphine Baker dansait à Paris, et personne ne se rendait compte qu'ils allaient tout droit à une autre guerre qui était toute proche. Et le seul qui s'est rendu compte que tout ça c'était des cochonneries, c'était Céline. Il dit que la différence entre un noir africain et un Européen c'est que le noir, si on ne le frappe pas, il ne travaille pas ; en revanche, l'Européen travaille 8h par jour sans que personne ne le lui exige, et parfois on les envoie faire la guerre, on les envoie au massacre, pour qu'ils s'entretuent, et ils sont contents d'y aller. Et ça, Céline le disait en 1932, à la veille de la seconde guerre mondiale. C'est très ironique, très dur... Il a été antisémite militant, et il a publié des choses contre les juifs : Bagatelles pour un massacre, des choses comme ça... Mais c'est la preuve que les bonnes idées politiques n'assurent pas la bonne littérature, et que les mauvaises idées politiques ne condamnent pas forcément à faire de la mauvaise littérature, parce que Céline a renouvelé la langue française. Aujourd'hui, après cent ans, il était prévu de lui faire un hommage, mais ensuite ils l'ont annulé, le gouvernement français ; le ministre Mitterrand a dit qu'il ne fallait pas lui faire, et il devait avoir ses raisons. Il me semble que c'est un roman très éducatif pour les jeunes, car il n'est complaisant avec personne : ni les Juifs, ni les noirs, ni les Français, ni les Allemands, ni les malades, ni les scientifiques, ni les écrivains, ni personne. Et il me semble que c'est une grande œuvre. Cette vision accablante qu'il a de la vie. C'est un nihiliste, il ne croit en rien, et il le dit de façon géniale. Par exemple, pour le colonialisme en Afrique, il faut lire Céline pour savoir ce que c'était...

Présentation   Le Fourgon des fous   Entrevista (audio) con Anne-Marie Molin (Mai 2011)   

Pour citer cette ressource :

Anne-Marie Molin, "Entrevista a Carlos Liscano", La Clé des Langues [en ligne], Lyon, ENS de LYON/DGESCO (ISSN 2107-7029), septembre 2011. Consulté le 19/04/2024. URL: https://cle.ens-lyon.fr/espagnol/litterature/entretiens-et-textes-inedits/entretiens/entrevista-a-carlos-liscano