La enfermedad en la obra de Quino
Modalidades y transformaciones de la metáfora de la enfermedad en la obra de Quino
En una de las múltiples visitas de los padres de Mafalda a la farmacia ((Quino, Todo Mafalda, Barcelona, Editorial Lumen, 1992, p.104.)), el farmacéutico declara mirando al lector: « Estoy empezando a notar que juego un papel importante en el metabolismo de esta familia ». No sólo el personaje está afirmando, a nivel metanarrativo, su importancia en la economía de las tiras de Quino, sino que, a través del léxico orgánico - « metabolismo » - describe a la familia de Mafalda como un cuerpo.
La imagen de los personajes como miembros del cuerpo familiar dentro del cuerpo social da paso, en la obra del humorista, y no sólo en las tiras de Mafalda, a una lectura organicista de su obra. La sátira social que construye día a día el dibujante utiliza esta imagen para criticar los defectos de sus contemporáneos y representar las tensiones sociales de su época. La metáfora de la enfermedad se vuelve entonces el recurso lógico para poner en tela de juicio las imperfecciones y disfunciones del cuerpo social. En La enfermedad como metáfora, Susan Sontag describe los mecanismos de este tópico del imaginario que también se manifiesta en la literatura:
Las metáforas patológicas siempre han servido para reforzar los cargos que se hacen a la sociedad por su corrupción o injusticia [...]. La imaginería patológica sirve para expresar una preocupación por el orden social, dando por sentado que todos sabemos en qué consiste el estado de salud. ((Capítulo IX, in Susan Sontag, La metáfora de la enfermedad, Madrid, Taurus, Pensamiento, 1996, p.73.))
Como veremos a continuación, en las tiras de Mafalda, dibujadas de 1964 a 1973, la metáfora de la enfermedad expresa efectivamente las preocupaciones del humorista sobre el contexto argentino y mundial. En sus juegos, Mafalda traduce sus inquietudes acerca de las guerras, la fragilidad de la democracia y de los Derechos humanos, cuidando al globo terráqueo que, según ella, está enfermo ((Quino, Todo Mafalda, Barcelona, Editorial Lumen, 1992, p. 132.)). Cuando su padre le pregunta cuáles son los síntomas de la enfermedad del planeta, la niña identifica el comunismo con la fiebre. Este tipo de ocurrencias funciona como resorte cómico de la tira a la vez que reproduce la opinión de la clase media argentina de los años sesenta.
Sin embargo, en la obra de Quino podemos notar una evolución de este tipo de recurso. A medida que se amplifica la tensión política en Argentina, el espacio de las tiras de Mafalda, donde cabe a veces un humorismo ligero, no puede contener la amargura que va invadiendo la visión del humorista. En sus dibujos, este cambio se manifiesta con una inversión de las problemáticas abordadas gracias a la metáfora de la enfermedad. Progresivamente, las patologías dejan de significar los problemas globales del mundo para introducir una reflexión más delicada sobre la disconformidad frente al orden social. A continuación quisiera desarrollar mi lectura de esta evolución de la obra de Quino a través de la metáfora de la enfermedad. Como lo precisaba Susan Sontag, más allá de la eficacia de este recurso, que crea una comunidad de lectores con valores comunes, aparece un cuestionamiento del concepto de salud. Si la salud simboliza el orden social más armonioso, la normalidad, ¿cómo representar la oposición al orden impuesto por la fuerza? En su obra, Quino pasa de la sugestión de la enfermedad a través del discurso de los personajes a la puesta en escena de enfermos y médicos que, en un contexto de terrorismo de Estado, ponen en tela de juicio los conceptos de orden, salud y normalidad.
Del humor satírico a la figuración de una crisis
La sátira social a través de la metáfora de la enfermedad
En las tiras de Mafalda, la metáfora de la enfermedad es uno de los recursos que permite construir la coherencia entre tiras que, recordémoslo, se publican por separado en los diarios ((Las tiras de Mafalda se publican sucesivamente en Gregorio (suplemento de humor de Leoplán), Primera Plana y El Mundo, al ritmo de una tira cotidiana. A partir de 1968 la publicación es de cuatro tiras semanales en una página en la revista Siete Días Ilustrados.)). A partir de un chiste o un juego de palabras que contienen el resorte cómico de la tira se va construyendo un cuadro de lectura donde el campo léxico patológico y farmacológico reflejan los sentimientos y valores que rigen a los personajes. Mafalda es quien introduce por primera vez el tema de la enfermedad con sus juegos. A partir de entonces aparece como el personaje detentor de la razón que comenta el comportamiento de sus contemporáneos. Sus hallazgos verbales satirizan la flaqueza moral de los personajes que la rodean como, por ejemplo, la avaricia de Susanita que Mafalda diagnostica como « insuficiencia en las glándulas del sistema convidatorio » ((Quino, Todo Mafalda, Barcelona, Editorial Lumen, 1992, p. 255.)). En este caso, el humorista reanuda con el tópico de la enfermedad como imagen del defecto moral (o pecado mortal).
No siempre se trata de satirizar los defectos humanos encarnados en los personajes. Éstos pueden padecer síntomas en reacción a la situación política, económica y social del planeta. En este caso Quino utiliza el concepto de somatización para realzar la imagen de un cuerpo social cuyas disfunciones se repercuten en cada uno de sus miembros. Así es cómo Mafalda, deprimida en un sofá tras haber leído las noticias en el periódico, llama al centro de ortopedia para pedir « muletas para el ánimo » ((Íbid. p.213)). Igualmente, la evocación de los problemas mundiales acaba produciéndole jaqueca a Felipe ((Íbid. p.215)).
Los personajes se toman literalmente a pecho las contradicciones de su sociedad, como bien lo resalta el prólogo de Umberto Eco a la primera edición italiana de Mafalda ((Umberto Eco, « Mafalda la contestataria », en Quino, El Mundo de Mafalda visto año a año y comentado, Barcelona, Editorial Lumen, Quinto Centenario, 1992.)) en 1969:
[...] en Mafalda se reflejan las tendencias de una juventud inquieta, que asumen el paradójico aspecto de un disenso infantil, de un eccema psicológico de reacción a los medios de comunicación de masas, de una urticaria moral producida por la lógica de un mundo dividido, de un asma intelectual consecuencia del hongo atómico.
Los personajes presentan reacciones epidérmicas al contexto político y social en el que les toca vivir. Su cuerpo es el espacio donde se concretizan sus conflictos morales, su culpabilidad en cuanto miembros de la clase media, conscientes de las injusticias sociales pero también de su impotencia ante ellas. Porque no sólo son espectadores de la miseria del mundo sino que, en el contexto económico precario argentino, padecen ellos mismos malas condiciones de vida aun teniendo el mismo nivel cultural que los países más desarrollados. Así es cómo la pobreza, resultado de las sucesivas crisis económicas, se manifiesta en su propio cuerpo, como en el dibujo en que el empleado de una oficina puede indicar la fecha del día según hasta qué agujero consigue apretarse el cinturón ((Quino, ¡A mí no me grite!, Barcelona, Editorial Lumen, 2007, p.122.)). A partir de una expresión lexicalizada, el personaje se vuelve metonimia de todo el cuerpo social en crisis. Quino figura las dificultades de toda una clase para llegar a fin de mes, transformando la prenda de vestir en utensilio para medir el paso del tiempo. Gracias al uso de la hipérbole el lector cae en una lógica absurda que resalta el nivel de precariedad que se ha alcanzado. Si bien esta precariedad no es precisamente una enfermedad, este dibujo sigue planteando el problema de las condiciones necesarias para mantener la buena salud del cuerpo social.
Psicopatologías que caracterizan a los personajes
La metáfora de la enfermedad también puede servir para construir las estructuras que rigen el comportamiento de los personajes de Mafalda. Aquí ya no se trata de demostrar las imperfecciones del sistema económico y social argentino o de denunciar los problemas mundiales. El recurso a las manifestaciones físicas permite dibujar los rasgos psicológicos de los personajes de las tiras y crear una coherencia entre ellas. Hablaremos a continuación de dos personajes de las tiras de Mafalda, Susanita y Manolito, cuyas características van dibujándose a través de la puesta en escena de sus neurosis. No es casual que pueda aplicarse una lectura psicoanalítica a ambos personajes si consideramos que son productos de su época. Son los estereotipos de ciertos miembros de la clase media argentina « quieroynopuedo » de la época. Ambos tienen ambiciones pequeñoburguesas y son los más satirizados de la serie. Su dimensión caricaturesca da pie a situaciones en las cuales el resorte cómico se basa en sus obsesiones. Permiten una representación en clave cómica de las psicopatologías que puede provocar la frustración de sus ansias por medrar.
Susanita
Umberto Eco utiliza la metáfora de la enfermedad para definir los anhelos sociales de Susanita. La describe como una niña « beatíficamente enferma de espíritu materno, narcotizada por sus sueños pequeñoburgueses » ((Umberto Eco, « Mafalda la contestataria », en Quino, El Mundo de Mafalda visto año a año y comentado, Barcelona, Editorial Lumen, Quinto Centenario, 1992.)). En las tiras de Quino, se va estableciendo un vínculo entre sus pretensiones sociales y sus obsesiones personales que no admiten los argumentos racionales de Mafalda. Susanita se proyecta en el futuro como esposa, madre y ama de casa, es decir que busca reproducir el esquema de vida de su propia madre. En este proyecto no caben consideraciones sobre el mejoro de la condición femenina y la redefinición del papel de la mujer en la sociedad. En una tira donde le expone su lógica mujeril a una Mafalda fuera de campo, vemos que su discurso, en letra grande y espesa, desborda del marco de la viñeta, sin dejar espacio para otra opinión ((Quino, Todo Mafalda, Barcelona, Editorial Lumen, 1992, p.364.)). Su reacción a las ideas feministas de su amiga consiste ante todo en estigmatizarla - « ¡Vos estás loca, Mafalda! » - poniendo en evidencia que la elección del status social también depende de la salud mental. De hecho, Susanita concluye su discurso aludiendo a « esas afeminadas que trabajan en cosas de hombres ». Este bocadillo final introduce el discurso conservador que se va construyendo en los sesenta y que identifica la subversión del orden patriarcal (y divino) como un peligro para el orden social. Si lo enlazamos con la alusión a la salud mental de la primera viñeta, también podemos descifrar los prejuicios de Susanita sobre la homosexualidad vista como una psicopatología.
Progresivamente las obsesiones de Susanita se van aparentando a los síntomas de una neurosis histérica. Varios ejemplos permiten defender mi lectura psicoanalítica de las tiras y, ante todo, el hecho que Susanita siempre intente llamar la atención a los demás. Esta actitud se puede interpretar como una búsqueda por compensar la ausencia de falo. Para el placer de los lectores, el humorista representa a Susanita en escenas histriónicas donde la niña ostenta una feminidad exacerbada, por ejemplo luciendo zapatos nuevos ((Íbid. p.170)) o posando ante sus amigos ((Íbid. p.335)).
De su búsqueda de un sustito fálico nace la obsesión por « tener hijitos ». De hecho, una de sus crisis de histeria corresponde al momento en que Mafalda le anuncia que va a tener un hermano ((Íbid. p.216)). Es un ejemplo interesante puesto que, además de mostrar que su obsesión no deja lugar para ninguna empatía al respecto de su amiga, vemos que Susanita mantiene una relación triangular con sus padres, como si los tres formaran una entidad - « ¡Nos hemos dejado ganar como unos estúpidos!!! ».
Se pueden hallar otras manifestaciones de su funcionamiento histérico en sus relaciones con los personajes del otro sexo. Su actitud alterna entre la seducción y la rivalidad. Por una parte, está en búsqueda permanente de un marido-genitor y vemos que fantasea ser seducida por adultos ((Íbid. p.244)) como en la tira donde interpela violentamente al joven que no la ha piropeado mientras ella pasaba.
Otro aspecto de su histeria aparece en la relación sádica que mantiene con lo chicos, aprovechando cualquier situación para entrar en competencia con ellos y humillarles. Cuando, por ejemplo, Felipe acude hacia sus dos amigas luciendo reloj nuevo ((Íbid. p.293)), Susanita resalta todas las características que le faltan al objeto para ser como el de su padre. Por una parte se pone en evidencia su complejo de Edipo. Por otra, el dibujante reproduce gráficamente la castración de Felipe a través de su flequillo alicaído.
Por lo tanto, esta lectura psicoanalítica permite comprender la lógica del comportamiento de Susanita y descifrar las relaciones que va tejiendo con los demás personajes.
Manolito
En el caso de Manolito, su relación con el dinero acaba volviéndose una obsesión que lo aísla del resto de la sociedad. Más allá de ser un medio para alcanzar la prosperidad económica, el niño parece erotizar el dinero, hasta el fetichismo. Quino utiliza esta imagen para satirizar la codicia del ser humano. La famosa brutalidad de Manolito da paso, cuando de dinero se trata, a una exaltación desenfrenada, como en la tira donde, contaminado por la fuerza de sugestión de sus propias palabras - « ¡Quieren tener cada vez más! ¡Más! ¡Y más y más! » - entra en trance ((Íbid. p.312)). El dibujante reproduce los síntomas de la crisis de nervios: ojos que se agrandan mientras se pierden en el vacío, como hipnotizados, boca trémula, dedos ganchudos y pelo alborotado. En la última viñeta, el humorista prefiere dejar al lector la libertad de imaginar el nivel de monstruosidad que alcanza Manolito, mostrando únicamente la muchedumbre que acude morbosa para ver al fenómeno.
La erotización del dinero también se hace patente en las propias palabras del niño. Según su propia lógica, el dinero es un asunto íntimo, de modo que, cuando un inspector de réditos visita el almacén de su padre, califica su actitud de pornográfica ((Íbid. p.386)). En este caso también asistimos a la alteración de sus facciones: un escalofrío parece recorrer su cuerpo, desde el puño cerrado hasta el cabello revuelto, mientras se ruboriza.
La obsesión de Manolito puede alcanzar un nivel patológico cuando su relación con el dinero también repercute en las alteraciones de su salud. Quino utiliza este aspecto de su personalidad para aumentar el parecido con su padre, Don Manolo. No sólo se parecen físicamente, como se parecían Susanita y su madre, sino que el niño ha heredado los mecanismos psicológicos de su padre. A través de esta herencia también asistimos a una renovación del humor en la historieta argentina. Don Manolo es un gallego, es decir un personaje que viene de la tradición costumbrista y cuya avaricia es legendaria. Quino renueva estos estereotipos integrándolos en sus tiras pero bajo el punto de vista de la neurosis. Al exagerar de tal manera la codicia del gallego, acaba poniendo en tela de juicio este tipo de humor a la vez que sigue construyendo la coherencia de sus tiras. En efecto, padre e hijo somatizan su temor a faltar de dinero. Cuando Manolito le propone a su padre tomarse unas vacaciones explicando que mientras tanto la clientela irá a otros almacenes, éste se desmaya ((Íbid. p.330)). Igualmente, la simple mención de una inspección de hacienda desata una neuralgia en el bolsillo de Manolito a la vez que pronuncia un muy español « ¡Mecacho! » ((Íbid. p.485)). Para ambos, se establece un vínculo orgánico con el dinero cuanto más cómico que provoca situaciones absurdas.
El personaje de Manolito permite, por lo tanto, satirizar la codicia a través de la metáfora de la enfermedad física y mental. Esta imagen también contribuye a la renovación de los tópicos costumbristas, adaptados a la situación económica del país.
Figuración de una crisis de identidad
Hemos visto que la metáfora de la enfermedad permite satirizar los defectos de la sociedad a través de personajes estereotipados. También le permite a Quino explorar el humor absurdo siguiendo la tradición de dibujantes como Saul Steinberg, Bosc o Chaval. Una de las propiedades del dibujo consiste en adaptarse perfectamente a la reproducción de imágenes fantaseadas, de sueños surrealistas, de tal modo que es un medio de predilección para tratar el tema de los tormentos psicológicos.
En los dibujos más oníricos de Quino, ya no se trata de criticar a sus contemporáneos sino de explorar sus quimeras. El humor gráfico permite la figuración concreta de fobias, desdoblamientos de identidad y de la pérdida del sentido común. De este modo, el humorista ofrece su visión a la vez tierna y graciosa de las preocupaciones de la clase media argentina aficionada a la introspección.
Quino consigue figurar disturbios psicoanalíticos concretizándolos en dibujos surrealistas. Valiéndose de nuestra tendencia al antropomorfismo, transforma un perchero en interlocutor de una mujer que le está reprochando sus « crisis de identidad » ((Íbid. p.304)). En este caso, la comicidad funciona en dos tiempos puesto que, tras el efecto producido por esta imagen inverosímil, realizamos que varias interpretaciones son posibles. ¿Está sufriendo Gerardo una de sus crisis de identidad? ¿Es acaso su mujer quien, desquiciada ella, le confunde con un perchero? ¿Se habrá inventado esta señora un marido imaginario como aquel otro personaje de Quino que bailaba con una escoba ((Quino, Esto no es todo, Barcelona, Editorial Lumen, 2006, p. 38))? Con un solo dibujo se desarrollan varias impresiones de malestar: el de una mujer que enloquece en su soledad, el de un hombre que se siente inanimado e ignorado como un objeto y aún el de una pareja que no consigue comunicar.
En otros casos, las imágenes que produce el humorista son cuanto más potentes que no contienen palabras. Quino consigue sugerir problemáticas psicológicas únicamente gracias al dibujo. En una de las páginas donde pone en escena una consulta al analista, el recurso a volúmenes básicos basta para expresar la crisis de identidad del paciente ((Quino, Humano se nace, Barcelona, Editorial Lumen, Imagen, nº 21, 2002, p.113.)). Mientras, como los demás personajes del dibujo, lleva un cubo en lugar de la cabeza, a él le parece ser diferente, es decir tener una cabeza esférica. Gracias a la antítesis geométrica se reproduce la sensación de originalidad o de aislamiento que le describe el paciente a su analista. Se trata de metaforizar gráficamente el desfase entre él y los demás que, sin ser quizás ninguna patología mental, parece producirle un malestar suficiente como para exponerlo en el diván.
Las tiras y los dibujos que hemos observado ponen en escena el malestar o la inadaptación de los personajes a ciertas situaciones. Algunos reaccionan somatizando, otros se refugian en obsesiones que acaban aislándoles de los demás; todos padecen en su cuerpo o en su mente los síntomas de una sociedad en plena crisis económica y social, en plena crisis de identidad. Del léxico patológico a la figuración surrealista hemos puesto de realce el vínculo entre metáfora de la enfermedad y sentimiento de lo absurdo. Veamos a continuación cómo se expresa esta crisis social a través del humor carnavalesco que satiriza a la corporación médica.
La corporación médica, representante de las instituciones del poder
La sátira del poder
Si la enfermedad física o el malestar psicológico evocan los problemas pendientes de la sociedad, el médico simboliza entonces el detentor de la posible terapia capaz de restablecer el orden en los cuerpos y las mentes. Sin embargo, Quino retoma los tópicos cómicos sobre los médicos para satirizarlos, es decir para denunciar que las medicinas propuestas hasta hoy no hayan surtido efecto.
Una de las imágenes tópicas de la representación de los médicos consiste en atribuirles poderes mágicos y hasta divinos, debido a sus conocimientos científicos. Por lo tanto, en los dibujos de Quino, se vuelven figuras del poder, tanto económico como político y espiritual. El médico es el salvador que, bajo los rasgos de un ángel con lentes y bigote, acude a la llamada de una madre impotente ante la enfermedad de su hijo ((Quino, Esto no es todo, Barcelona, Editorial Lumen, 2006, p.273.)) y acaba transformándose en la caricatura de un mafioso que se enriquece gracias al desamparo de los demás. Entra por lo tanto en la dialéctica entre potentes e impotentes que Quino desarrolla en la mayoría de sus páginas de humor y que representa todo tipo de sometimientos, el de los pobres por los ricos, de los países del Sur por los del Norte, de los ciudadanos por el Estado...
La representación de este sometimiento y de la impotencia del individuo frente a las figuras del poder también aparece en otros dibujos donde el enfermo se encuentra en manos de un médico irresponsable. Quino utiliza entonces un humor carnavalesco que invierte los valores entre saber científico y comportamiento inconsecuente. En sus dibujos se pueden hallar un médico que se ha fabricado un móvil sonoro con huesos ((Quino, Quinoterapia, Barcelona, Editorial Lumen, Imagen, nº 16, 2003, p.3.)) o unos cirujanos jugando a los dardos con los bisturíes ((Quino, Hombres de bolsillo, Barcelona, Editorial Lumen, 1977, sin paginación.)). Entre estas escenas se va construyendo la imagen de una sociedad en crisis cuyo porvenir está entre las manos de una banda de irresponsables. La relación entre paciente y médico metaforiza la fragilidad del individuo que aparece primero como cuerpo enfermo. Recordemos aquel paciente indefenso que una enfermera corpulenta conduce hacia el quirófano donde le esperan cirujanos gigantones ((Quino, Quinoterapia, Barcelona, Editorial Lumen, Imagen, nº 16, 2003, p.62-63.)). « Errare humanum est » reza el lema que remata la entrada a esta sala aparentada con el infierno dantesco - « Lasciate ogne speranza, voi ch'intrate ». El desfase entre la soberbia del latín y la mediocridad humana que enuncia, desvela una situación grotesca en que la irresponsabilidad aparece institucionalizada y hasta reivindicada.
Progresivamente, la corporación médica se vuelve una figura amenazante y todopoderosa hacia la cual el individuo acude escéptico y de mala gana. Simboliza unas instituciones que han perdido la confianza de los ciudadanos.
Evitar la censura gracias a la metáfora de la enfermedad
En la obra de Quino abundan los chistes de médicos que aconsejan moderar el consumo de comida, alcohol y hasta la práctica de sexo. Esta terapia de la frugalidad y la abstinencia da la imagen de una corporación que gobierna los cuerpos y censura su comportamiento. Esta vigilancia es cuanto más espantosa que el médico sabe interpretar las informaciones que da el cuerpo sin que el paciente diga una sola palabra. Ocurre, por ejemplo, que una radiografía delate el tabaquismo que se quería ocultar desvelando un esqueleto con una pipa en la mano ((Quino, Hombres de bolsillo, Barcelona, Editorial Lumen, 1977, sin paginación.)). El médico aparece entonces como la figura del censor con su red de espías que vigilan la conducta de los ciudadanos.
Los personajes enfermos de Quino aparecen infantilizados y culpabilizados por sus médicos. De hecho, el enfermo, más allá de padecer una patología, representa lo anómalo en el cuerpo social y se vuelve un signo de los fallos de todo un sistema. Se puede afirmar que muchas de las escenas entre médico y paciente evocan la represión organizada por el Estado en contra de los subversivos. Aquí es, precisamente, donde se invierte la lógica que podíamos encontrar en las tiras de Mafalda. De hecho, esta inversión ya se encontraba en una de las tiras más tardías donde Mafalda constata que los militares son las « vitaminas » que sirven para fortalecer el Estado ((Quino, Todo Mafalda, Barcelona, Editorial Lumen, 1992, p. 401.)).
No me parece anodino que Quino haya satirizado el mundo médico cuando la metáfora de la enfermedad era empleada precisamente por los representantes del Proceso de organización nacional, como lo recuerda Luis Alberto Romero en su Breve historia contemporánea de la Argentina:
El carácter de la solución proyectada podía adivinarse en las metáforas empleadas -enfermedad, tumor, extirpación, cirugía mayor -, resumidas en una más clara y contundente: cortar con la espada el nudo gordiano ((« El Proceso, 1976-1983 », Luis Alberto Romero, Breve historia contemporánea de la Argentina, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, Sección Obras de Historia, 2001, p.207.)).
Se puede decir que una de las facetas de la obra de Quino consistió en denunciar con humor aquella justificación de la violencia como terapia social y política para regenerar la nación argentina.
Como lo dije, recurrir al espacio médico pudo ser un modo de evitar la censura pero también forma parte del estilo de Quino que prefiere sugerir gracias a una metáfora en vez de dibujar directamente la violencia. Esta elección no deja de producir escalofríos en el lector que sabe descifrar el sentido oculto detrás de la ocurrencia cómica. El trazo delicado de Quino crea personajes bonachones, situados en decorados plantados con precisión. La gran legibilidad de sus dibujos hace que el lector se sienta cómodo, frente a un mundo que le parece familiar y hasta acogedor. Sin embargo, precisión y legibilidad están al servicio de los detalles que siembra el humorista para alertar al lector enterado. Así es cómo dibuja una escena surrealista en que el hospital se ha convertido en confesional donde los pacientes les cuentan a sus médicos los pecados que han cometido (comer, beber y fumar) ((Quino, Esto no es todo, Barcelona, Editorial Lumen, 2006, p.284.)). Primero parece que el humorista se esté burlando tiernamente de nuestras travesuras y de nuestro sentimiento de culpabilidad. Si prestamos atención podemos ver que no sólo el paralelo entre médicos y curas es sugerido sino que, en el fondo del pasillo, tapado por la sombra, un crucifijo domina la escena en lo alto de una pared. Considerando que el recurso a los médicos es una manera de denunciar los gobiernos autoritarios (no sólo en Argentina) que quieran controlar la mente de los ciudadanos, quizás no sea exagerado afirmar que esta alusión a la religión católica también está señalando la complicidad de las instituciones religiosas con ciertos regímenes.
En otros casos, es precisamente la ausencia de sus personajes lo que llama la atención al lector que se encuentra ante un dibujo escalofriante. De todas las páginas que satirizan a los cirujanos recurriendo a nuestro propio temor a ser operados, una es destacable por la violencia que sugiere. En medio del quirófano, alumbrada por un gran foco, se encuentra, no una mesa de operación, sino una tabla de picar gigantesca ((Quino, Quinoterapia, Barcelona, Editorial Lumen, Imagen, nº 16, 2003, p.38.)). Más allá del paralelo entre cirujano y carnicero, esta imagen sin palabras ni personajes no deja de recordar los métodos de tortura que emplearon las dictaduras del Cono Sur con sus presos.
En este último, ejemplo la ausencia de personajes también puede evocar la desaparición de esos presos, como a veces la pone en escena Quino. Uno de estos dibujos implica precisamente a un enfermero quien acude al lugar donde un grupo de personas contempla el cuerpo inanimado de un hombre ((Quino, Esto no es todo, Barcelona, Editorial Lumen, 2006, p. 274-275.)). El enfermero tapa el cuerpo, o cadáver con una sábana y, al destaparlo, en lugar del cuerpo, un grupo de palomas sale volando. El enfermero saluda al público que aplaude el truco de magia y el corro se dispersa. Sin duda sea éste el dibujo que mejor confirma la hipótesis que representar el mundo médico es un modo de denunciar la dictadura sin caer en manos de la censura. De nuevo, la distancia tomada gracias a la metáfora vuelve más fuerte la crítica sugerida. La infantilización del grupo de espectadores muestra con ferocidad hasta qué punto el atropello de los Derechos humanos somete y destruye el espíritu crítico de los ciudadanos.
Quino construye un mundo donde los enfermos, sometidos a unos médicos que llegan a controlar su vida privada, acaban representando, ya no los vicios humanos, sino pequeños focos de insubordinación, puntos desde donde se difunde una anormalidad que pone en peligro el orden impuesto.
Enfermedad y locura, figuras de la libertad
El espacio de la otredad
En los dibujos de Quino, el cuerpo enfermo, la mente trastornada por algún tormento psicológico son los espacios desde donde se expresa la disconformidad. En una sociedad donde se han querido eliminar todos los elementos disonantes, la representación de personajes enfermos es un modo de reivindicación de la libertad. La enfermedad o la locura simbolizan la otredad, es decir la toma de distancia crítica ante los discursos oficiales y la normalidad impuesta.
En las tiras de Mafalda ya estaba presente la idea de que cada uno puede parecer enfermo o loco para aquellos que no compartan su opinión. Cuando Felipe declara que « el mundo andaría mucho mejor » si se aplicara el refrán « Haz bien sin mirar a quién », la egoísta Susanita le pone la mano en la frente creyendo que su amigo padece alguna enfermedad ((Quino, Todo Mafalda, Barcelona, Editorial Lumen, 1992, p. 243.)). De este modo estigmatiza el discurso de Felipe puesto que es incompatible con su propia lógica.
Quino desarrolla, por lo tanto, una poética de la otredad para reivindicar la expresión de lo anómalo. El humor absurdo se pone al servicio de esta intención puesto que permite expresar la incompatibilidad entre los individuos y la lógica oficial. También se trata de denunciar que orden y caos acaban confundiéndose cuando las instituciones están regidas por la violencia. En algunos dibujos, la locura es general y los personajes fracasan en sus intentos por adaptarse a la lógica ambiente. Recordemos a aquel hombre que, en un decorado vacío, camina encorvado y soplando como si la atmósfera fuese tan espesa que impide avanzar ((Quino, Quinoterapia, Barcelona, Editorial Lumen, Imagen, nº 16, 2003, p. 44-45.)). De repente se cruza con un pez y entiende que debe adaptarse al medio y ponerse a nadar para moverse con facilidad. Sin embargo, mientras pasea nadando se cruza con dos enfermeros macizos que lo toman por loco y... se lo llevan volando. Vemos que en este caso, el personaje es víctima de un espacio cuya lógica le resulta incomprensible. Su punto de referencia está constantemente alterado. Las leyes que rigen su universo son incomprensibles y arbitrarias de modo que acaba siendo excluido.
El otro, el disconforme, el humorista
Personajes enfermos, tomados por locos, frágiles, inadaptados, son las figuras que significan la precariedad del ser humano. A veces pueden manifestar un sufrimiento por no entrar en las casillas pero también permiten reivindicar la diferencia como espacio de libertad. Su exclusión les permite tener una mirada distanciada y crítica, esa misma que el humorista debe ejercitar en su oficio cotidiano. A través de sus dibujos Quino reflexiona sobre el propio extrañamiento voluntario, condición necesaria para ofrecer una mirada incisiva de sus contemporáneos. Acabaré evocando el dibujo que quizás mejor sintetice el trabajo del humorista: un hombre va llevado del cuello del abrigo por un policía porque ha hecho pintadas en una pared ((Íbid. p.48.)). Las pintadas son onomatopeyas características de la historieta que significan el ruido - « ¡Crash! ¡Boom! ¡Paf! ¡Pum! ¡Clang! » - mientras que, en la acera, un cartel reza « Silencio hospital ». El humorista (o historietista) pone en evidencia la función y los riesgos de su oficio. Se trata de defender la libertad de expresión aun molestando las instituciones, aquí representadas por el hospital, y de no aceptar la ley del silencio.
La metáfora de la enfermedad abre, por lo tanto, un espacio donde puede expresarse y figurarse concretamente la disconformidad ante una actitud, un discurso, un régimen. En el contexto argentino en que la ausencia de los cuerpos de los desaparecidos es insoportable, Quino desarrolla su crítica a través de personajes fragilizados que indican el malestar de todo el cuerpo social. El humorista pertenece a este cuerpo pero como punzada, jaqueca, hormigueo que pone en tela de juicio las disfunciones del sistema.
marzo de 2008
Notas
Pour citer cette ressource :
Claire Latxague, La enfermedad en la obra de Quino, La Clé des Langues [en ligne], Lyon, ENS de LYON/DGESCO (ISSN 2107-7029), juin 2008. Consulté le 21/11/2024. URL: https://cle.ens-lyon.fr/espagnol/arts/arts-visuels/bande-dessinee/la-enfermedad-en-la-obra-de-quino