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El pensamiento de Miguel de Unamuno

Par Carlos Benguigui : Master TLEC - Université Lumière Lyon 2
Publié par Christine Bini le 23/06/2012
En una época en la que el pensamiento hispano se divide entre la vieja tradición escolástica y las nuevas tendencias europeas influenciadas por el krausismo, el pensamiento de Don Miguel de Unamuno irrumpe como un nuevo impulso creador. Su obra constituye un nuevo hito, al rechazar una expresión sistemática y asumiendo su propio carácter contradictorio...
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En una época en la que el pensamiento hispano se divide entre la vieja tradición escolástica y las nuevas tendencias europeas influenciadas por el krausismo, el pensamiento de Don Miguel de Unamuno irrumpe como un nuevo impulso creador. Su obra constituye un nuevo hito, al rechazar  una expresión sistemática y asumiendo su propio carácter contradictorio. Unamuno forma parte de aquella generación conocida como la del 98, surgida con la independencia cubana, momento en el que los intelectuales españoles se plantean cuál sería el destino de la nación.  Es así que Don Miguel  plantea su existencialismo quijotesco en donde la imaginación lucha contra sus monstruos, donde la razón reconoce sus límites y renuncia a su autosuficiencia instalándose así una tensión perpetua con las potencias vitales.

La sinrazón tiene razones que la razón desconoce

Es por todos conocido el famoso incidente que enfrentó a Don Miguel de Unamuno y al General Millán Astray en la universidad de Salamanca, y que ensalzó al primero como uno de los grandes defensores de la universidad española frente a la tiranía franquista. El 12 de Octubre de 1936 en el paraninfo de la Universidad de Salamanca, de la cual Unamuno era el rector,  cuando se llevaba a cabo la inauguración del año académico, el General pronunció las palabras de: “¡Viva la muerte!”, a lo cual Unamuno respondió con sus célebres palabras:

“¡Este es el templo de la inteligencia, y yo soy su supremo sacerdote! Vosotros estáis profanando su sagrado recinto. Yo siempre he sido, diga lo que diga el proverbio, un profeta en mi propio país. Venceréis, pero no convenceréis. Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta; pero no convenceréis, porque convencer significa persuadir. Y para persuadir necesitáis algo que os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil pediros que penséis en España. He dicho”. (1)

– Dicho incidente marcó el final de los días de Unamuno, viéndose obligado a recluirse.  Ello no ha impedido que ambos bandos de la guerra civil reclamen su memoria, que lo reclamen como uno de los suyos. Y es precisamente el carácter contradictorio de la obra del pensador bilbaíno, donde la contradicción es asumida, lo que ha dado pie a no pocos malentendidos.

Del sentimiento trágico de la vida

En su monografía Meyer recoge como la obra de Unamuno ha sido interpretada en los más diversos sentidos: “un paso más hacia la pérdida de la fe” “una aberración protestantoide”, “el testimonio emotivo pero desesperado de un apologista del afuera”, etc. (2) De este modo, puede correrse el riesgo de desatender la concepción del ser como ser contradictorio que la sostenta, como ser cuyo estatus esencial es la contradicción, tachando así el pensamiento del hombre miguel de Unamuno como inconsistente o superfluo. Leer Unamuno supone situarse en una estructura antitética del pensamiento donde, más allá del pensamiento hegeliano, el elemento dialéctico final de la síntesis permanece en suspensión. No puede acusarse a nuestro autor por dicha tensión de contradicciones, por dicho «proceso rítmico de contradicción», es «imposible considerar a Unamuno inconsistente con respecto a sus objetivos y medios y de reprocharle no haber dado los consejos necesarios para la interpretación de sus contradicciones» (3). Es por tanto la labor del lector vivir la tension de contradicciones desde una confrontación dialéctica, teniendo siempre presente este hecho en su lectura.

– Así encontramos en La locura del Doctor Montarco la tensión sin esperanza de resolución entre el «instinto de conservación» y el «instinto de invasión». En Del sentimiento trágico de la vida, dicha tensión se plantea, como ha señalado François Meyer, entre el «serse» y el «serlo todo», donde Unamuno plantea su apuesta pascaliana «¡ O todo o nada!».

– El punto de partida de Unamuno es el cuerpo, no comienza ni por lo humano ni por la humanidad (adjetivo simple y adjetivo substantivado) sino por el sustantivo: el hombre (concreto) «de carne y hueso». Este último es considerado como el agente y el paciente de la filosofía, entendida ésta última como más cercana de la poesía que de la ciencia. La filosofía es engendrada según Unamuno por un sentimiento trágico; ella es producida por este sentimiento antes que productora de él. Unamuno sugiere una raíz inconsciente de dicho sentimiento trágico , existiría un fondo más allá de la consciencia que determinaría el pensamiento. Se trata de un fondo afectivo que transforma al animal en «el hombre de carne y hueso», un fondo irracional sobre el cual la racionalidad se construye. En Unamuno encontramos una divisa contraria a la hegeliana: «lo real, lo realmente real, es irracional» (4). Sobre dicho fondo se construye el cuerpo que no quiere morir nunca.

Sed de eternidad

A través de la obra de Unamuno se encuentra dispersada una reflexión en torno a una sed de eternidad insaciable, ante la cual se encuentra el carácter inevitable de la muerte. Es el caso de su poema La Guadañina:

«Era la guadañina colorada,
fresca y alegre;
guadañando cantaba,
y luego en el descanso
al compás afilando la guadaña.
De su frente morena
el sudor se enjugaba
con el revés de la morena mano;
la sacudía luego, sosegada,
e iba el sudor aquel a ser refresco
de alguna flor poco después segada,
mientras en su cáliz una rubia abeja
de las últimas mieles le libaba.
Caían flores entre el heno; en tanto
la guadañina canta que te canta.
Era fresca y alegre, buena moza,
por el sol tostada;
rollizos brazos para un dulce sueño,
después de amar ¡qué almohada!
Y aquella boca de amapola ardiente
de que el canto brotaba
¡qué boca para besos
de los que al cuerpo dejan sin el alma!
Y el seno palpitante,
al compás del vaivén de la guadaña,
¡qué fuente de beber
la sé encendida de la eterna calma!,
¡de la eterna calma!
Era fresca y alegre, buena moza;
¡llamábanle la Muerte!» (5)

Se trata de una temática que atraviesa la totalidad de su obra, de Vida del Quijote a El espejo de la muerte. En Del sentimiento trágico, dicha sed parte de un fondo de irracionalidad donde se construye un cuerpo que no quiere morir, sino que como para Spinoza, se trata de un cuerpo afectivo marcado por el conatus, una potencia que lleva a cada ser a afirmarse, a serse y a serlo todo. Un cuerpo que resiste a ser reducido a simple hecho , a una realidad positiva sometida al principio de no contradicción; una realidad, un «yo» constituido por la contradicción.

El «yo» es para Unamuno un cuerpo viviente que no quiere morir nunca. Un cuerpo individual determinado por la memoria y un cuerpo colectivo determinado por la tradición. El principio de identidad se construye para Unamuno por la triada: ser, pensar, sentir; una toma de conciencia que lanza al hombre concreto a su condición trágica, al deseo de infinitud de un cuerpo que intenta afirmarse en tensión con su finitud. Afirmarse «afirmarse con la sangre, con el tuétano de los huesos, con el corazón, con los pulmones, con el vientre, con la vida» (6), ser con la vidaTiene que integrarse la vida en el pensamiento, pero no de un modo puramente vitalista, puesto que la propia vida implica el conflicto sin esperanza de victoria por ninguna de las partes involucradas entre lo intelectual y lo afectivo.

La condición trágica

El sentimiento trágico es una ausencia de todo pueblo y de todo individuo, una ausencia que convierte al hombre en animal enfermo. Un animal enfermo de progreso y de vida, enfermedad que ha llevado a este animal a ser un cuerpo que almacena cuerpos muertos.  Una enfermedad integrada en el organismo más allá de la distinción entre sano y enfermo, ya que el “hombre sano”necesita una  pizca de sinrazón enferma que encienda su razón. Es una enfermedad trágica, enfermedad de no querer morirse nunca de la que la propia razón precisa para ser ella misma. Para Unamuno el conocimiento depende de la vida, surge de dicha enfermedad en tanto que lujo al transformado en necesidad al servicio del conatus. El conocimiento del individuo no concibe a éste como una abstracción solipsista, sino que se plantea desde la relación del individuo con la sociedad. La razón es social, no es un elemento privado, surge de la relación interpersonal posibilitada por el lenguaje. Mientras que el individuo se funda en su conatus, su esfuerzo por perseverar en su ser contradictorio – el hambre oara Unamuno – la sociedad se funda en el amor entendido como instinto imaginativo de perpetuación. No obstante, la distinción entre individuo y sociedad no es estricta ya que para Unamuno el individuo aislado constituye al mismo tiempo una sociedad auto-trascendente.

«No pretendo otra cosa sino discurrir por metáforas» (7). No se trata de una exposición racional, sino contra-racional donde el «hombre filosofa» (8). Una exposición donde el hombre vive, después filosofa. En su vivir se le despierta al hombre el deseo de vivir para siempre. De dicho deseo, la filosofía aparece en la historia de la humanidad como contestación. Cuando se pregunta por el sentido de «por qué» filosofía, se pregunta en realidad «para qué» filosofía, respuesta que en Unamuno viene dad bajo la forma de un «porque no quiero morirme del todo y quiero saber si he de morirme o no definitivamente» (9). Aparece así una antitética del pensamiento entre lo vital anti-racional y lo racional anti-vital, tensión en la cual se sitúa la filosofía. Habría por tanto que revisar lo que fue la filosofía durante la Modernidad a partir de aquel discurso «de estufa, y de estufa alemana» de aquel filósofo francés «que se proponía ganar el cielo» (10), teniendo como punto de partida la vida, una vida que se desea para siempre.

La apuesta de Unamuno

A partir de este punto Unamuno propone su apuesta filosófica «¡ o todo o nada!» (11), apuesta que propone dos figuras contradictorias, el serse, donde se plantea la revisión del pensamiento cartesiano, y el «serlo todo», desafío al pensamiento hegeliano. Unamuno se instala en la imposibilidad del «suicidio ontológico», de pensarse como no siendo, la angustiosa experiencia del ser contradictorio donde «serlo todo» se encuentra en contradicción con el «serse» - «voluntad de ser sin fin» (12). Se trata de una consciencia del ser que plantea el conflicto entre nuestra propia consciencia de finitud y nuestro deseo de infinitud. El conflicto entre un todo que pretende escapar de la nada - «serlo todo»- y la finitud confrontada a su deseo - «serse»-. Dichos serse y serlo todo «aparecen en Unamuno como ligados necesariamente el uno al otro en una estructura dialéctica coherente de modo tal que uno no puede afirmarse sin el otro» (13). La condición trágica donde el «hombre que filosofa» agoniza.

Frente a dicho deseo de eternidad, este amor,  este «ser para siempre», y hasta incluso «ser Dios», Unamuno no quiere dormirse. No se trata del amor sin medida por la vida – joie de vivre – que conduzca a una sed de muerte, sino de un deseo de no querer morir, de vivir para siempre en su ser. La creencia en la inmortalidad del alma aparece en Unamuno como una idea regulativa que pare del amor propio, el cristianismo a olvidado el «ámate a ti mismo» en beneficio  del «ama a tu prójimo como a ti mismo». Para que la relación con el otro tenga lugar, el punto de partida es el amor propio, de tal manera que el otro viva en mi, que sea como yo mío. Se trata de una filosofía del hombre fuerte, inversión de las fuerzas nietzscheanas donde domina el deseo de perpetuidad. Tiene lugar una «lucha por la supervivencia del nombre» que anima toda empresa artística, pura vanidad y orgullo. Hay que enfrentarse con los grandes nombres del pasado, levantarse frente a ellos, siendo en dicho levantamiento donde Unamuno transforma la idea de paternidad literaria: cuando el autor da su obra al público pierde sus derechos de propiedad, no puede hablarse de robo.

Notas

1 - Meyer. F : L'ontologie de Miguel de Unamuno, Presses Universitaires de France, Paris, 1953, VII

2 - Ibíd, XII

3 - Unamuno, Del sentimiento trágico de la vida en los hombres y en los pueblos (1912), Alianza Editorial, Madrid, 2003, p. 58

4 - Miguel de Unamuno : Obras completas V, Ediciones de la fundación Juan Antonio de Castro, Madrid 202, p. 1056.

6 - Unamuno S.T., p. 34

7 - Ibíd, p. 47

8 - Ibíd. p. 48

9 - Ibíd. p. 52

10 - Ibíd, p. 54

11 - Ibíd p. 58

12 - Meyer, op. Cit. p. 4

13 - Ibíd, p. 9

Bibliografía

Miguel de Unamuno, Obras Completas, 16 volumes.

  • Del sentimiento trágico de la vida en los hombres y en los pueblos, Madrid, 913.
  • Vida de Don Quijote y Sancho, Madrid, 1905.
  • Como se hace una novela, Madrid, 1927.
  • San Manuel Bueno, mártir, Madrid, 1933
  • El espejo de la muerte, Madrid, 1913

Estudios sobre Unamuno

  • Meyer, François, L'ontologie de Miguel de Unamuno, Paris, 1953.
  • Guy, Alain, Unamuno et la soif d'éternité, Paris, 1963.
  • Marías, Julián, Unamuno, Madrid, 1943
  • Cecilia Lafuente, Avelina, Antropología filosófica de M. de Unamuno, Sevilla, 1983

Enlaces

1ª parte: http://www.youtube.com/watch?v=swneQdkUY0M
2ª parte: http://www.youtube.com/watch?v=NNlCLchMtYM
3ª parte: http://www.youtube.com/watch?v=DOLfjfsD34o
&feature=relmfu

 

Pour citer cette ressource :

Carlos Benguigui, "El pensamiento de Miguel de Unamuno", La Clé des Langues [en ligne], Lyon, ENS de LYON/DGESCO (ISSN 2107-7029), juin 2012. Consulté le 19/03/2024. URL: https://cle.ens-lyon.fr/espagnol/litterature/litterature-espagnole/auteurs-contemporains/miguel-de-unamuno