Recursos naturales y recientes trayectorias de desarrollo en América Latina
Publication issue de la deuxième rencontre hispano-française de chercheurs (SHF-APFUE), qui s'est déroulée du 26 au 29 novembre 2008 à l'École Normale Supérieure de Lyon.
Resumen
Tradicionalmente, los recursos naturales han jugado un papel importante en el desarrollo económico de América Latina. No obstante, éste ha sido cambiante a lo largo del tiempo: hegemónico desde 1870 hasta después de la Segunda Guerra Mundial, relativamente menos importante durante el período de industrialización sustitutiva de importaciones; en la actualidad, los recursos naturales y las materias primas vuelven a jugar un papel estratégico en los procesos económicos de una parte de los países de América Latina.
Sobre la base de un análisis documental y de datos significativos, el objetivo de la comunicación es estudiar las características e implicaciones medioambientales que comporta el reciente modelo de crecimiento económico para los países latinoamericanos.
Tras una caracterización socioeconómica y económica de América Latina, se describen algunas de las características más significativas del medio ambiente de América Latina. Dicho análisis permite establecer una primera panorámica del impacto que el actual modelo de crecimiento económico tiene sobre el medio ambiente y el desarrollo sostenible de la región.
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En la economía de América Latina siempre han desempeñado un importante papel los recursos naturales. Tanto el período colonial como el que siguió a la descolonización han estado marcados por la relevancia económica de los recursos naturales, sobre todo en la vertiente externa y en la inserción internacional. No obstante, durante el período de industrialización sustitutiva de importaciones se produjo una reorientación parcial a favor de la producción manufacturera y de la vertiente interna de la economía. En cambio, el nuevo modelo económico que se implantó tras las políticas de ajuste y de reforma estructural de los años ochenta y noventa ha conformado una diversidad económica en Latinoamérica que ha supuesto una redefinición del papel de los recursos naturales en el desarrollo económico del continente. Se han establecido diversas trayectorias de desarrollo que hacen un uso diferencial de los recursos naturales y, por lo tanto, implican consecuencias diferentes sobre el medio ambiente.
El uso y consecuencias que las trayectorias de desarrollo tienen sobre el medio ambiente pueden establecerse a partir de un conjunto de variables. Por una parte, destaca la diferente presión que la demografía tiene sobre los recursos naturales y el medio ambiente. Así, en el caso de América Latina destacan el diferente tamaño poblacional, el crecimiento demográfico diferencial tanto en el tiempo como en el espacio y, especialmente, los procesos de urbanización. También el comportamiento económico (en sus dimensiones macroeconómica y productiva) tiene especial relevancia en la presión medioambiental. Las pautas y ritmos del crecimiento económico, la especialización productiva y comercial de los países y las estrategias de implantación de una parte de las empresas multinacionales son variables que tener en cuenta a la hora de establecer la relevancia de los recursos naturales en las trayectorias económicas de los países y las consecuencias de éstas sobre aquellos. En particular, en el caso latinoamericano, se pueden establecer tres tipos de trayectorias o patrones de desarrollo productivo y de especialización comercial. Uno de estos patrones se basa en la exportación directa de materias primas y de productos manufactureros intensivos en las mismas.
Además de la consideración de las características demográficas y económicas de América Latina, también es necesario establecer los rasgos esenciales del medio ambiente del continente. Se trata de un área con una gran variedad de ecorregiones, sometida a importantes problemas relativos a la expansión de la superficie agrícola, a la sobreexplotación forestal consecuencia de la expansión agropecuaria así como a formas terrestres de contaminación fruto de los asentamientos humanos.
En esencia, la interacción entre los rasgos demográficos y económicos, por una parte, y de los propios a los ecosistemas latinoamericanos conforman pautas de crecimiento económico y medioambiental, con diferentes implicaciones sobre la sostenibilidad de ambos aspectos.
A continuación se establece, en primer lugar, una caracterización del comportamiento demográfico de los diferentes países de América Latina. En segundo lugar, se presentan los contrastes económicos entre los países latinoamericanos. Seguidamente, se muestran los patrones recientes de desarrollo productivo. Un cuarto apartado se dedica a la relación entre recursos naturales e inserción internacional reciente en América Latina. En quinto lugar, se caracteriza el medio ambiente latinoamericano. Por último, se aborda, a modo de notas finales, la cuestión del crecimiento económico y su impacto sobre la sostenibilidad del desarrollo.
Contrastes demográficos
Una característica esencial desde la perspectiva socioeconómica de América Latina es la gran diversidad que existe entre los países del continente. Una primera muestra de ello son las grandes diferencias que existen en su tamaño demográfico. En el año 2006, América Latina contaba con algo más de 550 millones de habitantes, de los cuales un 34% estaba constituido por los habitantes de Brasil y un 19% por México; en otros términos, estos dos países constituyen algo más del 53% de la población latinoamericana. Colombia suponía el 8,22% de la población; Argentina, el 7%, Perú y Venezuela, casi el 5% cada uno de ellos. Estos seis países suman más del 78% de la población (Gráfico 1).
No obstante, como puede observarse en el gráfico 2, durante la segunda mitad del siglo XX, la dinámica demográfica ha sido muy diferente en los distintos países. El primer rasgo es que la tasa de crecimiento demográfico de muchos países de América Latina ha sido superior al 2,1%. En cambio, existe un grupo de países con un comportamiento demográfico similar al de los países europeos; éste es el caso de Uruguay, Argentina, Chile y Cuba. Los países con mayores tasas de crecimiento demográfico son, en general, pequeños países centroamericanos. Los grandes países presentan tasas de crecimiento demográfico superiores al 2,1%.
Este crecimiento demográfico presenta unas pautas geográficas que se caracterizan por una doble desigualdad. Una primera desigualdad se sitúa en el mayor crecimiento de las áreas urbanas frente a las áreas rurales. Durante el período 1950- 2000, la tasa de crecimiento demográfico de las zonas urbanas fue superior a la media nacional ((De hecho, es una situación común a toda América Latina y el Caribe con la excepción de Belice y de la Guayana Francesa.)). Se trata de un éxodo rural motivado en la mayoría de los casos por razones económicas, a las que hay que añadir los conflictos armados y los desastres y catástrofes naturales. La segunda desigualdad puede expresarse en términos de densidad demográfica. Como se observa en los mapas 1 y 2, si bien es cierto que se ha reducido el número de áreas con muy baja densidad demográfica ((Una manifestación de la presión humana sobre el ecosistema y la consiguiente reducción de las zonas vírgenes.)), se ha producido un incremento muy importante en las áreas de fuerte densidad. En 1950, el área administrativa de Sao Paulo representaba el 5,66% de la población de América Latina y el 17% de la población de Brasil, mientras que la población urbana del área de Sao Paulo era aproximadamente el 3 y el 9%, respectivamente. En cambio en 2000, el área administrativa de Sao Paulo tenía un peso de 7,24% en la población latinoamericana y del 21% en la brasileña, y la población urbana de aquella era respectivamente casi el 7% y el 20%. En consecuencia, este ejemplo evidencia el crecimiento demográfico a favor de una concentración.
Gráfico 1. Población en América Latina, 2006
Gráfico 2. Crecimiento demográfico en América Latina, 1950-2000 (Tasa de variación media anual acumulativa)
Mapa 1. Densidad demográfica en América del Sur
Mapa 2. Densidad demográfica en Mesoamérica
Contrastes económicos
La heterogeneidad de América Latina también se extiende al terreno económico, tanto desde la perspectiva macroeconómica como productiva. En el terreno macroeconómico, prácticamente el 60% del PIB de América Latina es el resultado de la economía de dos países, Brasil (32%) y México (28%); y, con Argentina (14,2%), representan prácticamente el 75%. Venezuela es la cuarta economía latinoamericana con el 6,1%, Colombia la quinta (5,1%), Chile la sexta (4,0%) y Perú la séptima (2,9%). En suma, estos siete países representan el 92% del PIB latinoamericano. De hecho, los cinco países más poblados (Brasil, México, Colombia, Argentina y Venezuela) que suman el 73,2% de la población producen el 85,1% del PIB latinoamericano.
Gráfico 3. Peso económico de los diferentes países de América Latina y del Caribe
En los años 90, los países de América Latina y el Caribe atravesaron una etapa de transformación caracterizada por profundas reformas económicas centradas en una mayor apertura comercial, así como en la liberalización de los mercados financieros nacionales y de los flujos de capitales con el exterior. Las reformas también se vieron acompañadas de un mayor protagonismo de la iniciativa privada en la producción de bienes y servicios y en la provisión de servicios públicos y prestaciones sociales. A partir de 1990, la actividad productiva empezó a recuperarse y muchas de las presiones inflacionarias y desestabilizadoras se fueron reduciendo gradualmente, dejando atrás la llamada década perdida en el desarrollo económico de la región. No obstante, los ritmos de crecimiento económico del conjunto de la región siguieron siendo significativamente inferiores a los alcanzados en las décadas anteriores a la crisis de la deuda.
Como puede observarse en el gráfico 5 adjunto, la mayoría de los países de la región contaron con una mayor tasa de crecimiento promedio durante los años 1946- 1980 que durante la década final del siglo XX. Así, en el primer período, el crecimiento de Brasil, México, Costa Rica y Ecuador fue claramente superior al 6%, mientras que, en el segundo periodo, fue inferior al 3%, 4%, 5% y 2% respectivamente. En 1980, el PIB de Brasil era diez veces superior al de 1946 y, prácticamente el doble del de 1970; en cambio, en 2000, el PIB brasileño era apenas superior al de 1991 en un 30%.
Por su parte, en los países centroamericanos, el cese de los conflictos armados y el reemplazo de formas autoritarias por formas más democráticas de gobierno ha sido un cambio fundamental que ha permitido comenzar la reconstrucción del tejido social, creando un clima de confianza y de mayor certidumbre para la inversión y los negocios con capital nacional y extranjero. Este fenómeno se evidencia en el comportamiento del PIB centroamericano, que en el período 1990-2000 creció en términos reales a una tasa media anual de 4,3%, significativamente superior al 0,9% que registró en la década de 1980. Por su parte, la economía mexicana se expandió en ese lapso a una tasa media anual de 3,5%, prácticamente el doble de la que promedió en la década anterior. De hecho, su dinamismo a partir de 1995 ha sido aún mayor, alcanzando tasas de expansión superiores al 5% anual.
Por su parte, Chile, Argentina, Bolivia y Uruguay son una excepción al comportamiento anteriormente descrito pues, en promedio, la tasa de variación de su PIB fue mayor durante los años 1991-2000 que para el período 1946-1980. Destaca en este grupo de países el caso de la economía chilena cuyo promedio anual de crecimiento, en 1946-1980, fue algo superior al 3%, mientras que, en 1991-2001, en promedio se aproximó al 6,5%. En otros términos, Chile obtuvo durante el decenio 1991-2000 el mismo crecimiento que había obtenido entre 1969 y 1980, ganando así una década de crecimiento.
Gráfico 4 Crecimiento económico (promedios anuales del PIB)
Gráfico 5.- Ritmos de crecimiento 1946-1980 y 1991-2000 (en promedios anuales del PIB)
Conviene destacar asimismo que en la década de 1990, el crecimiento económico fue volátil y estuvo vinculado a los ciclos de los flujos internacionales de capital. La transferencia neta de recursos hacia la región impulsó claramente la actividad económica en la primera mitad de la década, lo que permitió, sin embargo, la acumulación de grandes desequilibrios macroeconómicos que se reflejaron luego en la vulnerabilidad de los países de la región al “contagio” de las crisis financieras externas. Así, por ejemplo, la economía mexicana se enfrentó a una grave crisis en 1995, que se expandió a otros países del subcontinente. De igual manera, la crisis de las economías emergentes que se desencadenó en Asia en 1997 revirtió la tendencia de crecimiento del PIB y del comercio exterior en la región latinoamericana en 1998. Esta crisis se agudizó al año siguiente, debido a una caída del precio de los productos básicos (CEPAL, 2001).
En el período de nuevo crecimiento económico que se inicia a principios de los años 90, destaca como uno de los principales fenómenos importantes la profundización del proceso de globalización. Dentro de dicho proceso, sobresalen la aparición de nuevas economías en la escala mundial, principalmente la economía china; la integración de los mercados de capital y de bienes tanto a escala regional como mundial; el desarrollo y difusión de las nuevas tecnologías.
Gráfico 6 Diferencia de las cuotas de exportaciones en el mercado mundial entre 1985 y 1998
Desde la vertiente externa, la década de 1990 estuvo marcada por la expansión de las exportaciones, el nuevo ímpetu del comercio y de las inversiones dentro de los esquemas subregionales de integración y los múltiples acuerdos de libre comercio suscritos con otros países y regiones. Subsisten todavía toda una serie de debilidades relativas fundamentalmente a la insuficiente diversificación de las exportaciones regionales ((En un posterior apartado se profundizará en la relevancia de las explicaciones de recursos culturales y sus consecuencias en la inserción internacional de los países latinoamericanos (infra).)), su escasa participación en el comercio mundial, las múltiples barreras que aún se oponen al libre comercio y los efectos adversos de la volatilidad financiera y macroeconómica sobre la dinámica de las transacciones comerciales. Se observa que la región en su conjunto no ha mejorado significativamente en lo que a penetración en los mercados mundiales se refiere. En efecto, América Latina generaba 5,6% del comercio internacional, en 1985, y 5,7%, en 1998. De hecho, solamente un escaso número de países han conseguido ganancias en su participación relativa en los flujos mundiales de comercio entre 1985 y 1998. De los 25 países de América Latina y el Caribe recogidos en el gráfico 6 sólo nueve aumentan sus cuotas en el mercado mundial y cuatro las mantienen, mientras que 12 países reducen, en algún caso significativamente, su presencia en los mercados mundiales.
Diferentes patrones de desarrollo productivo
La dinámica económica descrita ha conformado una variedad en los patrones de desarrollo productivo. Son tres los patrones de especialización que se han venido generando en la región. Tres patrones que resultan de la reestructuración productiva y de la inserción en los mercados internacionales.
- Un primer patrón se caracteriza por el dinamismo de las exportaciones manufactureras con altos componentes de insumos importados, orientadas primordialmente hacia el mercado de los Estados Unidos. Este patrón predomina en México y algunos países de Centroamérica y el Caribe y se combina con mayores encadenamientos nacionales en el caso de las ramas no maquiladoras de México, con exportaciones agrícolas tradicionales o en proceso de diversificación en Centroamérica y con sectores de exportación de servicios (muy especialmente turismo) en el Caribe. En estos casos, las exportaciones manufactureras han irrumpido en el flujo comercial de estos países tradicionales exportadores de productos primarios.
- Un segundo patrón de especialización, formado sobre todo en Panamá y algunas economías pequeñas de la Cuenca del Caribe, se caracteriza por un predominio de la exportación de servicios (financieros, turísticos y de transporte).
- Un tercer patrón conjuga el predominio de exportaciones primarias o industriales de uso intensivo de recursos naturales hacia fuera de la región con un comercio intrarregional mucho más diversificado. Éste es el modelo que impera en los países sudamericanos y se combina, en el caso de Brasil, con algunas exportaciones de uso intensivo de tecnología y, en este y otros países, con exportaciones manufactureras de uso intensivo de mano de obra y con una importante producción industrial destinada a los mercados internos.
Una parte significativa de la apertura económica realizada por el conjunto de los países de la región desde comienzos de los años 90 estuvo vinculada a procesos dinámicos de integración. El regionalismo abierto combinó la liberalización unilateral con negociaciones en diversos ámbitos para promover la liberalización de los mercados de interés regional. A imagen de otros procesos, en 1991 se creó el Mercado Común del Sur (Mercosur), desde principios de los años 90 se consolidó gradualmente una unión aduanera, aún imperfecta, en el Grupo Andino, transformado en la Comunidad Andina.
Además de los procesos de integración, la apertura comercial estuvo también marcada por la reducción de los niveles promedio de protección arancelaria. Asimismo se redujo la dispersión existente entre las distintas partidas arancelarias. Ello permite explicar una parte del auge de las importaciones que ha superado a las ventas externas ((Como dice la CEPAL (2002): “Sin duda, era de esperarse por un tiempo un fuerte repunte de las importaciones ante la firme apertura comercial que se puso en marcha en todos los países de la región. Sin embargo, es preocupante la fuerza y persistencia con que siguen ingresando los productos importados hoy en día, casi diez años después que se eliminaran buena parte de las barreras al comercio. […] Hay indicios de que en algunos países de la región este desempeño refleja un alza significativa de la elasticidad-ingreso de las importaciones, probablemente atribuible a la ruptura de cadenas de valor agregado importantes en los procesos de producción local. Para que la región retorne a la senda de elevado y sostenido crecimiento económico, será necesario reconstruir o sustituir estas cadenas.”)).
De la mano de los procesos de desregulación y privatización de las economías latinoamericanas, se abrieron nuevas oportunidades de inversión en sectores anteriormente restringidos a la actividad privada, en general, y a las empresas extranjeras en particular. Esto ha motivado una entrada masivo de empresas, sobre todo en las áreas de servicios financieros, infraestructura y actividades extractivas. En términos absolutos, el ingreso neto de IDE para la región pasó de 16 500 millones de dólares anuales en el quinquenio 1991-1995 a 58.200 millones de dólares anuales en el quinquenio 1995-2000. Los grandes flujos de IED provienen de la expansión internacional de las empresas transnacionales y dan origen a la creciente presencia e importancia de éstas en el mercado global en formación. Éstos incluyen tanto la compra de activos existentes como la creación de activos nuevos. Se estima que la mitad de la IDE que arribó a la región en los años 90 se realizó para comprar activos existentes. Todo esto produjo un fortalecimiento de la posición estratégica de las empresas transnacionales en los países de la región ((CEPAL, Panorama social de América Latina, Santiago de Chile. Publicación de las Naciones Unidas, 2000.)).
Recursos naturales e inserción internacional
La CEPAL ha puesto en evidencia los factores determinantes de la implantación de las empresas transnacionales en América Latina; en particular ha establecido cuatro categorías genéricas:
- la búsqueda de recursos naturales,
- la búsqueda de eficiencia,
- la búsqueda de mercados
- la búsqueda de activos tecnológicos.
El primero de ellos guarda una relación directa con el medio ambiente y durante una parte significativa del periodo reciente, los sectores de recursos naturales han sido favorecidos por el contexto mundial de demanda creciente, especialmente de China. Se trata de un incremento que no se refleja de un modo uniforme en las tendencias de la IDE en la minería y los hidrocarburos en América Latina y el Caribe.
El impulso a la minería en América Latina se da en el contexto de una transformación de la industria mundial. Con respecto a la demanda, aumenta la importancia de los países emergentes, en especial China. Con respecto a la oferta, se observa un proceso de consolidación. América Latina y el Caribe ha sido un destino privilegiado de inversiones en la minería, tanto bajo la forma de adquisiciones como de inversiones en exploración y producción. Mientras que algunas empresas buscan diversificación y escala de producción, otras buscan fortalecerse en los metales que constituyen reserva de valor. Sin embargo, en la actualidad existen dos retos significativos. Por una parte, cabe destacar la incertidumbre regulatoria en algunos países; y por otra, existen obstáculos en materia de infraestructura y recursos humanos, de ingeniería y construcción ((A. BÁRCENA IBARRA, R. SÁNCHEZ SOSA, (Coord.): La sostenibilidad del desarrollo en América Latina y el Caribe: desafíos y oportunidades, CEPAL, Santiago de Chile, 2002.)). En las estrategias de las empresas transnacionales de la minería se distinguen las que producen productos básicos y buscan diversificación y aquellas que producen oro y plata y buscan valorizarse ampliando su producción de estos mismos metales.
Respecto al sector de hidrocarburos, las inversiones exteriores han tenido como principales receptores, según los años, Colombia, Venezuela, Bolivia, Brasil, Argentina, Trinidad y Tobago, Ecuador. En este sector, se puede observar un distinto comportamiento según se trate de segmentos de las industrias proveedoras de materias primas (upstream) —exploración y producción— o de industrias consumidoras de materias primas (downstream). En muchos países de la región, el objetivo principal de las políticas ha sido atraer nuevas inversiones para asegurar las necesarias inversiones en exploración y producción. Por otra parte, el atractivo del sector para las empresas multinacionales se ha reducido como consecuencia de las nacionalizaciones en Bolivia, la toma de control por los gobiernos (los cuatro proyectos de la faja oriental del Orinoco, en Venezuela), la renegociación de contratos con empresas privadas y los cambios en los impuestos sobre los ingresos extraordinarios del sector en Ecuador y los impuestos a la exportación de hidrocarburos en Argentina.
El medio ambiente
La región latinoamericana cuenta con algo más de 2.000 millones de hectáreas de superficie terrestre, esto es, apenas el 15% de la superficie terrestre del planeta, y, sin embargo tiene la mayor diversidad de especies y de ecorregiones del mundo ((En América Latina y el Caribe se presentan todos los diferentes tipos de biomas que existen en el planeta, excepto los más extremos fríos conocidos como las tundras y taigas.)). El ecosistema natural terrestre tiene un valor que, más allá del valor económico directo, juega un destacado papel en la pervivencia de la vida puesto que, por una parte, permite la estabilización climática y atmosférica y también, regula el ciclo hídrico y de la humedad mesoclimática. Además, es una fuente de productos forestales maderables, de la vida silvestre, farmacéuticos...
No obstante, el inadecuado reconocimiento y valoración así como la ausencia de una planificación en el uso de los recursos naturales y de tecnologías y políticas apropiadas impide, por el momento, que se garantice su preservación y está provocando un agudo deterioro ambiental que se traduce en una pérdida de biodiversidad, en una degradación de los suelos, una disminución de la disponibilidad de agua dulce y disminución de su calidad por contaminación y sedimentación.
Tabla 1. Superficie por biomasa
Respecto al uso del suelo para tierras agropecuarias, entre 1989 y 1999, la superficie agrícola cultivada aumentó un 7,3% (de 149 a 160 millones de hectáreas). De acuerdo con la FAO, el número de cabezas de ganado vacuno total de la región en 1999 era de 350 millones, y se incrementó en un 8% con respecto a 1989. Sólo Brasil tiene el 45% del total de la región, le siguen Argentina con el 15% y México con el 10%. En lo referente al uso maderable y no maderable de los ecosistemas naturales, cabe señalar que la superficie forestal que la FAO reporta para América Latina y el Caribe en el año 2000 era de 956 millones de hectáreas, de las cuales 11,7 millones de hectáreas son plantaciones. América Latina representa el 32% de la superficie de bosque cerrado (aquel con 40% de cobertura arbórea).
Tabla 2. Superficie de Bosques y otras tierras boscosas (miles de hectáreas)
A pesar de su gran potencial, América Latina sólo produce anualmente 140 millones de m3 de madera en rollo industrial y 30 millones de madera aserrada, lo que significa el 9,4% y el 7,2% de la producción mundial. Además, dicha producción se está reduciendo. Por otra parte, aunque las plantaciones forestales han aumentado en las dos últimas décadas, prácticamente toda la madera procede de bosques nativos, con la excepción de Chile, donde el 84% de la madera procede de plantaciones forestales. En Argentina, Brasil, Costa Rica, Cuba, Perú y Uruguay, se prevé que en 2010 un 40% de la madera extraída proceda de plantaciones forestales. No obstante, no debe olvidarse la importancia que en algunos casos tiene la extracción ilegal de madera de los bosques nativos.
Pero el mayor peligro para los bosques es la importante deforestación que experimentan. La deforestación ha estado estrechamente vinculada a la política de colonización, como consecuencia de la apertura de caminos, el reacomodo de las poblaciones humanas y la expansión de las tierras agropecuarias ((N. GLIGO, La dimensión ambiental en el desarrollo de América Latina, serie Libros de la CEPAL, Nº 58 (LC/G.2110-P), Santiago de Chile. Publicación de las Naciones Unidas, 2001.)). La principal causa de deforestación en América Latina ha sido el cambio de uso de suelo para el desarrollo de las actividades agropecuarias. La región está dedicando casi la mitad de sus ecosistemas naturales a la agricultura y la ganadería. El riesgo que corren los ecosistemas naturales es que si no se extraen de ellos productos que generen ingresos y empleo para los habitantes y si dejan de ser económicamente rentables, se procede al cambio de uso del suelo destinándolo a las actividades agropecuarias.
Pocos bosques de la región se explotan de manera sostenible. Desde el siglo XIX, el criterio ha sido más bien de “minería”, extrayendo todas las especies de valor comercial y abandonando o cambiando posteriormente el uso del suelo, una vez que ya no tiene valor económico. Asimismo, el fomento de plantaciones comerciales forestales en las últimas décadas ha sustituido a importantes áreas de bosques nativos altamente diversos y frágiles de la región ((El impulso de megaproyectos, privados o gubernamentales, ha jugado también un papel muy significativo en la deforestación de enormes extensiones de vegetación, sobre todo en los trópicos. Los ejemplos más significativos se encuentran en México (Plan Chontalpa, Tenosique, Uxpanapa) y Brasil (Rondonia), con la ganaderización del trópico en la década de 1970 y 1980.)). El trazado de carreteras y la exploración minera generan impactos que no se incluyen en su plenitud en los estudios de impacto cuando estos se realizan. La recolección de leña y la extracción de carbón también generan impactos considerables, en función del ecosistema de que se trate.
Los incendios forestales en la región han sido también un factor importante de pérdida de la cobertura vegetal. Sin embargo, el impacto nunca había sido tan severo como en estas últimas décadas, ya que se registraron los incendios muy voraces que se han originado por culpa del uso del fuego en las actividades agropecuarias, sea para eliminar los esquilmos agrícolas de los campos de cultivos, sea para propiciar el crecimiento de los pastos para la ganadería en las zonas templadas. Cuando estas quemas escapan al control y se combinan con épocas de sequía extrema, se generan verdaderas catástrofes como las ocurridas en 1982-1983 y 1997-1998.
Por otra parte, los asentamientos humanos y fuentes terrestres de contaminación son otro gran problema de deterioro al que se enfrentan los mares latinoamericanos, que provienen en buena medida de fuentes terrestres de contaminación. De acuerdo con las cifras reportadas, se estima que en América Latina apenas un 2% de las aguas residuales reciben tratamiento ((PNUMA (Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente), GEO: América Latina y el Caribe. Perspectivas del medio ambiente, San José de Costa Rica, 2000.)), lo que repercute en la disminución de la calidad de las aguas costeras debido a las descargas directas de aguas residuales sin tratamiento (en el Caribe entre el 80% y el 90% de las aguas residuales se descargan al mar sin tratamiento alguno). Éste es el mayor flagelo en la región, ya que las cargas orgánicas que se están depositando en los cuerpos de agua no son oxidadas y removidas, puesto que superan con creces la capacidad de los sitios receptores, provocan eutrofización y graves problemas de salud pública.
Crecimiento económico e impacto sobre la sostenibilidad del desarrollo
Las reformas económicas internas, la apertura exterior, la globalización y la integración regional e internacional han impulsado una importante transformación productiva en América Latina durante la última década. En general, se ha producido una evolución a favor de las actividades terciarias, a pesar del desempeño comercial externo y el dinamismo industrial exportador. Los servicios ganan peso relativo en la economía de América Latina, mientras que la producción primaria e industrial sigue reduciendo su cuota en la estructura económica.
Sin embargo, esta evolución no ha reducido los impactos medioambientales ni tampoco mejorado la sostenibilidad del desarrollo. El menor peso de la producción primaria e industrial no ha implicado una menor presión ambiental directa sobre la base natural ni un menor deterioro ecológico. En efecto, ha proseguido la ampliación de la frontera agrícola, si bien a ritmos más bajos que en el pasado y la extracción de recursos mineros y petroleros muestran todavía una tendencia creciente.
Durante el período 1980-1995, el volumen de exportaciones provenientes de sectores con un claro impacto ambiental (productos primarios y productos de industrias contaminantes, tales como la producción de aluminio o de papel y celulosa), se ha multiplicado por tres en la mayoría de los países. La introducción y difusión de sistemas productivos más eficientes medioambientalmente podría llegar a propiciar que las actividades primarias causen una menor degradación ambiental por unidad de producto, pero al costo de un agotamiento persistente de la base de recursos, sobre todo en los casos de países en los que la inserción externa se sigue basando en exportaciones con alto contenido de recursos naturales. En algunas actividades, la sobreexplotación de recursos ya ha tenido efectos directos en la producción, como es el caso de la pesca marina, en la que los volúmenes de captura han disminuido.
Por otra parte, el avance hacia adelante sobre la “frontera ecológica” tiene importantes consecuencias. Así, los efectos tradicionales de las actividades primarias, en particular los cambios en el uso del suelo, se están concentrando ahora sobre zonas más frágiles, de tamaño más reducido y de mayor significación ecológica. Además, la población rural de la región se mantendrá sin reducciones significativas durante las próximas décadas, aun con la consolidación de las tendencias de la urbanización, lo que significa que la relación población-presión de recursos seguirá en su nivel actual ((A. BÁRCENA IBARRA, R. SÁNCHEZ SOSA, R. (Coord.): La sostenibilidad del desarrollo… op. cit.)).
En el sector secundario de la economía es sin duda donde viene operando un cambio estructural con implicaciones ambientales positivas para la calidad productiva. En la mayoría de las actividades, la mejora de los procesos productivos, las mayores exigencias de calidad medioambiental, la implantación de sistemas de administración ambiental, la exigencia de los mecanismos de certificación, la capacitación de personal y otros rasgos asociados al cambio técnico y la globalización, han tenido y tendrán un efecto sinérgico con la consolidación de políticas ambientales nacionales. En este sentido, la mejor aplicación de leyes y normas, así como los nuevos instrumentos de gestión vinculados a una creciente conciencia empresarial y una mayor exigencia social, están actuando a favor de un menor impacto ambiental en la industria. También la inversión extranjera puede tener un impacto positivo para el medio ambiente, en la medida en que las empresas extranjeras de sectores de alto nivel tecnológico tienden a emplear tecnologías más limpias en sus sistemas de producción, siempre y cuando la localización en la región no esté motivada por deslocalizaciones medioambientales.
Sin duda la introducción y la extensión de la eficiencia ecológica seguirán mostrando sus repercusiones positivas, pero en la actualidad están combinadas con tendencias de fondo inquietantes. Así por ejemplo, algunas emisiones con efecto invernadero están aumentando. Sin embargo, las necesidades de expansión productiva para las próximas décadas, en el marco generalizado de una creciente inserción externa y de una mayor necesidad de empleo, resaltan la urgencia de políticas energéticas sostenibles que atiendan estas tendencias negativas ((CEPAL-OLADE (Comisión Económica para América Latina y el Caribe/ Organización Latinoamericana de Energía), Energía y desarrollo sustentable en América Latina y el Caribe: guía para la formulación de políticas energéticas, Santiago de Chile, 1999.)).
También en el sector de los servicios, algunas actividades muy dinámicas y de gran relevancia, sobre todo para algunas subregiones, están contribuyendo al dinamismo económico pero también a mayores presiones ambientales. Este es el caso del turismo masivo de playa, sobre todo en el Caribe. Asimismo, la reorientación de ciertas corrientes de servicios, como el ecoturismo, ha emergido como una oportunidad para lograr una fuente de aprovechamiento más sostenible de los recursos naturales.
Frente a esta etapa contradictoria en la esfera ambiental, algunas tendencias económicas y tecnológicas empiezan a ser favorables para el ambiente y otras siguen acumulando presiones. La industria y los servicios, e incluso en algunas actividades emergentes del sector primario pertenecen a la primera rama. Los viejos procesos productivos y de ocupación territorial, a la segunda. Frente a los compromisos internacionales como la Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Sostenible del 2002, la región debe adoptar con urgencia medidas que en los ámbitos de la producción y el consumo empiecen a resolver los graves problemas de deterioro ambiental y fundamenten un modelo basado en la sostenibilidad que permita una inserción de la región más favorable.
Bibliografía
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Notas
Pour citer cette ressource :
Matilde Alonso, Elies Furio Blasco, Recursos naturales y recientes trayectorias de desarrollo en América Latina, La Clé des Langues [en ligne], Lyon, ENS de LYON/DGESCO (ISSN 2107-7029), mars 2010. Consulté le 06/12/2024. URL: https://cle.ens-lyon.fr/espagnol/civilisation/economie/recursos-naturales-y-recientes-trayectorias-de-desarrollo-en-america-latina