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«Puerto Apache» de Juan Martini

Par Martin Lombardo : Psychanalyste, professeur d'espagnol, écrivain
Publié par Christine Bini le 15/05/2008

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En un lugar aislado, lejos de todo y atado a una silla, dos hombres golpean sin piedad a La Rata. La Rata no sabe qué buscan los hombres. Al desconocer qué quieren de él, La Rata no tiene manera de responder a las preguntas que le formulan y, así las cosas, el futuro se presenta inquietante: él cree que lo van a matar. De ese modo empieza el primer capítulo de ((Puerto Apache)). La Rata logra escapar de sus captores. ¿Quién lo traicionó? ¿Por qué motivo? ¿Querían matarlo o simplemente asustarlo? Esas son algunas de las preguntas que mueven a La Rata y, en tanto personaje principal y narrador de la novela, esas son las preguntas que tensan el relato. La investigación implica, dado que él vive en una villa miseria y realiza trabajos ilegales, una puesta al descubierto del mundo y de las leyes de la marginalidad. Pero la novela también da cuenta de los modos de vida en los márgenes sociales, del amor, de las ilusiones y de los cambios producidos en el paisaje urbano de Buenos Aires durante los comienzos del siglo XXI.

Una villa miseria - Argentina siglo XXI

En un lugar aislado, lejos de todo y atado a una silla, dos hombres golpean sin piedad a La Rata. La Rata no sabe qué buscan los hombres. Al desconocer qué quieren de él, La Rata no tiene manera de responder a las preguntas que le formulan y, así las cosas, el futuro se presenta inquietante: él cree que lo van a matar. De ese modo empieza el primer capítulo de Puerto Apache. La Rata logra escapar de sus captores. ¿Quién lo traicionó? ¿Por qué motivo? ¿Querían matarlo o simplemente asustarlo? Esas son algunas de las preguntas que mueven a La Rata y, en tanto personaje principal y narrador de la novela, esas son las preguntas que tensan el relato. La investigación implica, dado que él vive en una villa miseria y realiza trabajos ilegales, una puesta al descubierto del mundo y de las leyes de la marginalidad. Pero la novela también da cuenta de los modos de vida en los márgenes sociales, del amor, de las ilusiones y de los cambios producidos en el paisaje urbano de Buenos Aires durante los comienzos del siglo XXI. ¿Quién es La Rata? El personaje principal y narrador de Puerto Apache tiene 29 años y dos hijos. La mujer se llama Jenifer. Ella escucha canciones de cumbia de Gilda y acepta, al parecer mansamente, los devaneos de su marido. Los textos de las canciones de Gilda funcionan en la novela a manera de glosa de las historias de amor y de celos entre La Rata, Jenifer, Maru y El Pájaro. Aunque él quiere a Jenifer, La Rata está enamorado de Maru, la amante con quien sueña escaparse a otro país. A ella la conoce desde que era una adolescente. Ahora ella es la amante del Pájaro, el hombre que trafica droga y para quien trabaja La Rata. La búsqueda por saber quién lo traicionó lleva al narrador de la novela a revisar todos los aspectos de su vida: los negocios se mezclan con los celos. En la vida no existen los compartimentos estancos.

Está lleno de mundos este mundo. Algo difícil de explicar.

La Rata roba dinero de las carteras de las mujeres que beben café y charlan en los bares de la calle Corrientes. Éste trabajo, para La Rata, es una manera de pasar el tiempo junto a su amigo Cúper. Cúper soñó con ser jugador de fútbol. Una enfermedad le impidió ser contratado en España. Le dicen Cúper en honor al jugador de fútbol argentino que fue técnico del club Valencia. Puesto que Cúper no es su verdadero nombre, por lo tanto, Cúper no es Cúper. Cúper es otro. Hoy él sueña con enamorar a alguna de las mujeres que beben café en los bares de la calle Corrientes. Todos los que rodean a La Rata -incluído él mismo- sueñan con ser otra cosa, con estar en otro lado. Pero robar carteras no es la actividad principal del narrador. Él es el eslabón más bajo y, por lo tanto, el más ignorante, en la cadena del tráfico de drogas -ignorante en el sentido de que no sabe nada del negocio-. Él trabaja para El Pájaro. Desconoce qué significan esos números qué le piden que memorice y que luego les recite a otros hombres. Tampoco le interesa descifrar qué quieren decir los números. El saber siempre es una de las formas del poder, y el poder, en el mundo en el que se mueve La Rata, es un riesgo. Pero ahora La Rata tiene necesidad de saber quién lo traición. Las cosas se dan vuelta: si el saber es poder, la ignorancia, en este caso, se le presenta como una sentencia de muerte y como una interrogación omnipresente. A pesar de que todos le digan que deje el asunto de lado puesto que la agresión se trató de un error, a él, sin embargo, le pesa la curiosidad. La Rata no busca riesgos sino la supervivencia en el mundo en el que le tocó: los márgenes de la ciudad de Buenos Aires.

Tengo 29 años. Una mujer. Dos hijos. Tengo una vida irregular. Casi honrada. No digo inocente. Nadie es inocente.

¿Adónde vive La Rata? ¿Qué es Puerto Apache? Podría pensarse que se trata de una villa miseria. Una villa miseria es un espacio urbano ocupado por aquellos que no tienen en donde vivir ni tampoco medios para ingresar en el sistema laboral. Construyen, por lo tanto, sus casas con los materiales que tienen a mano y se organizan de manera autónoma. Una villa miseria, la ocupación de un terreno abandonado en alguna parte de la ciudad, no es equivalente al movimiento okupa tan extendido en Europa y, especialmente, en Cataluña. En el movimiento okupa existe la elección de tomar una casa y habitarla. El movimiento okupa implica una teoría de la propiedad privada y del derecho; hay una violación de la ley porque se considera injusta a esa ley. En cambio, como dice un personaje de la novela, cuando hablamos de villas miserias, hablamos de gente que vive en donde vive y en las condiciones que vive porque tiene que vivir en algún lado. Como consecuencia del avance de la pobreza en la Argentina, las villas miserias se multiplicaron durante los últimos años. Ser villero pasó a convertirse en una señal de identidad y en ocasiones de orgullo para quienes viven dentro de la villa. De hecho, en los últimos años apareció un estilo de cumbia llamada cumbia villera que expresa la visión del mundo desde los márgenes: habla en argot del odio hacia la policía, del sexo, de la delincuencia como medio de subsistencia, de los otros, etc. Villero, para quienes están fuera, para aquellos que viven en la verdadera ciudad, es un insulto. De todos modos, quienes viven en Puerto Apache no aceptan ser tratador de villeros. Puerto Apache no es una villa, no es un montón de latas y de mugre. Hay cuestiones que tienen que quedar claras. Acá no somos villeros, negros, chorros, malandras, asesinos...Puerto Apache es un emplazamiento. Y hay mucha gente de bien en Puerto Apache. Si uno está acá es porque está pero no porque no merezca estar en otro lado. Los giles, los diarios, la TV, incluso la Pe Efe y los pibes de Prefectura, todos la entienden cambiada. La realidad se presta para entenderla cambiada. Eso es verdad. En la entrada de Puerto Apache hay un cartel que anuncia:

Somos un problema del siglo XXI.

¿Dónde se ubica el lugar?

Puerto Apache es un asentamiento que va por la Costanera desde el Yacht Club hasta la altura de la calle Corrientes, y que llega, para el lado del río, más o menos hasta la baliza que hay en la punta de la Escollera Exterior. O sea, frente a los viejos diques del puerto de Buenos Aires.

Es decir, no se trata de un barrio sino, justamente, de un asentamiento en la ciudad. Por lo tanto, no es un sitio escondido. Pero como a la mayoría de los problemas -al final de cuentas lo anuncia en forma explícita el cartel que está en la entrada-, es difícil observarlo de forma directa. Quizás sea por eso que la televisión hace su aparición: siempre es más sencillo abordar al otro social, a lo diferente, a lo extraño, a través de un tercero. La televisión, en lugar de complejizar el tema, siempre va detrás de la síntesis. La televisión trabaja en Puerto Apache: los periodistas buscan arreglar las condiciones para realizar un reportaje acerca de la vida en el asentamiento. La presencia de la televisión produce conflictos entre los habitantes. La presencia de los periodistas genera reticencias y sospechas: ¿acaso La Primera Junta ha recibido dinero? ¿Quién rendirá cuentas? ¿Cuáles serán las consecuencias de salir en la televisión? Delante de las cámaras, hablan los integrantes de La Primera Junta.

-No somos villeros, señorita, insisto. A nosotros nos interesa que quede bien claro que no somos villeros. Este es un asentamiento organizado. Tenemos normas de convivencia y vecindad -dice el Chueco-. Aunque usted no lo crea acá hay una manera de hacer y organizar las cosas, y hay responsables de que las cosas se organicen y se hagan bien. Nosotros somos los responsables -dice, y señala a mi viejo, a Garmendia, y se señala él mismo.

¿Qué es La Primera Junta? Son quienes mandan. Por eso en el asentamiento a los tres integrantes de La Primera Junta los llaman el Gobierno. La Primera Junta, cabe aclarar, fue el nombre del primer gobierno patrio argentino. La elección del nombre, por lo tanto, es una ironía. Entre los tres integrantes de La Primera Junta se encuentra el padre de La Rata. A él también, desde cierto punto de vista, lo traicionan. En un ataque a Puerto Apache al padre de La Rata lo hieren, y muere. La Rata admira al padre. De la madre de La Rata sabemos que está enferma y que vive en Rosario. Ella era prostituta y trabajaba para el padre de La Rata.El peligro de que el asentamiento sea de nuevo atacado está siempre vigente. La amenaza sobrevuela el espacio y a los personajes. Quienes viven en Puerto Apache nunca viven tranquilos. El ataque es una revuelta interna: hay un complot, aparentemente, para derrocar a La Primera Junta y, así, tomar el poder. Por lo tanto, también el padre de La Rata sufre una traición. La novela trabaja el poder en todas sus aristas: el poder en tanto ley y prohibición pero, a la vez, el poder en tanto mecanismo positivo de producción -empleo aquí el término positivo no en el sentido valorativo-. Puesto que el poder no es único sino que siempre hay varios poderes, será necesario localizarlos y otorgarle su especificidad histórica y geográfica del poder. En cierto sentido, podríamos aseverar que en la obra de Juan Martini hay un trabajo omnipresente de la noción de poder. Martini aborda el tema y lo pone a trabajar en diferentes espacios y en diferentes épocas. Esto es evidente desde la primer novela, El cerco. En ella, el protagonista, un hombre poderoso y con dinero que vive rodeado de una fuerte custodia y de un rígido sistema de seguridad comprende que la protección en la que confía falla. La intrusión de un elemento inesperado e incomprensible -un mensaje- hace tambalear hasta las más profundas de sus convicciones. El quiebre en la seguridad que produce la aparición de un mensaje misterioso sume al protagonista en el desconcierto: el mensaje es un desafío y la idea del cerco se vuelve paradójica: ahora no se sabe si el cerco es el cerco de seguridad en el que vive el protagonista y que lo aísla del resto del mundo-por lo tanto, se vería al protagonista como un hombre intocable y deseado por el resto, aquellos que no tienen ni acceso a él ni a su modo de vida- o, por el contrario, a partir de las dudas del hombre surgidas a raíz del mensaje, el cerco, quizás, sea aquello que acorrala al hombre y lo deja sin salida -por lo tanto, según esta visión el protagonista es un preso de su propio sistema. La siguiente novela de Juan Martini, La vida entera, es un clásico de la literatura argentina. Novela publicada en el año ochenta y uno, época en la que el escritor vivía exiliado en Barcelona, La vida entera es una de las primeras novelas que encara el tema de la violencia de los años setenta. El autor es consciente de esta presencia del poder y de la violencia en sus libros. Sus libros, en cierto modo, acompañan las transformaciones políticas, urbanas y sociales que se producen en el país. En una entrevista reciente, Martini asegura:

La violencia argentina está presente en mi obra desde los primeros libros publicados, desde 1969 en adelante. La violencia que encontró su cima aberrante en la última dictadura empezó antes del golpe de 1976. Esa violencia, por ejemplo, está representada en El cerco, una novela escrita en 1975. Creo que mis libros han ido atravesando, uno a uno, el fantasma de la violencia en todas sus formas. Y lo siguen haciendo.

La violencia es una de las facetas del poder. La construcción de un espacio y el trabajo literario acerca de ese espacio, de ese lugar, le permite a Martini introducir en su obra ese fantasma de violencia del que él habla. Recuérdese, por ejemplo, El autor intelectual, novela en donde se observa el cambio en el paisaje urbano de Buenos Aires como producto de la época neoliberal y en donde los crímenes tenían un autor intelectual, una figura, por lo tanto, borrada, invisible, que mueve los hilos desde la oscuridad y al que no se tiene acceso. También cabría mencionarse, en lo que se refiere a la estrecha relación entre el poder y el espacio, la novela El fantasma imperfecto en donde toda la acción transcurre en un aeropuerto. La figura del aeropuerto es uno de los lugares paradigmáticos en lo que concierne al estado de excepción, figura cara a la obra del filósofo italiano Giorgio Agamben. ¿Qué ley rige en un lugar de paso? El tema del estado de excepción quizás llegue a su punto más alto en la novela Colonia en donde Alejandro Balbi, el protagonista, se interna por propia voluntad en una extraña institución a la que algunos llaman Colonia y en donde la ley todo el tiempo burla a la ley. Como toda buena novela, Puerto Apache es muchas novelas. Adjudicarle un género literario es difícil: ¿policial? ¿realismo? ¿novela política? ¿social? ¿novela de traición y celos? Es todo eso y mucho más. ¿De qué manera se logra este efecto? Juan Martini le otorga al narrador una característica particular: el gusto por las historias y por las palabras. Así, el narrador adquiere una opinión singular de los hechos y de los lugares.

Tengo la cabeza llena de fórmulas. De fórmulas que no entiendo. Como en las películas esas con profesores o científicos o niños prodigio que llenan pizarrones y pizarrones. Yo no soy un niño prodigio. Yo no sé nada de nada. Pero voy a escribir algo. Primero voy a escribir graffitis. Pancartas. Leyendas en las paredes. Eso voy a escribir. Después voy a escribir lo que pienso de todo esto.

Desde que una prima lejana le ha enseñado a leer y escribir, La Rata tiene la obsesión por las palabras y la ilusión de escribir algo. La escritura, las palabras, el lenguaje, el regocijo, por ejemplo, de burlarse de quien lo golpea diciéndole huesitos de manteca o acusándolo de tener artrosis, le permite a La Rata tener una visión distanciada de la vida que lleva y, a la vez, de la vida que llevan los otros en la ciudad, aquellos que no viven en un asentamiento como Puerto Apache, aquellos para los que, precisamente, él trabaja.

Máquina, le diría, mirá: yo soy una rata de cuarta. Yo vivo en las cloacas, morfo basura, salgo a la calle a buscar roña, ¿entendés, Máquina? Las ratas nos salvamos con la roña. Es así. No hay secretos. La vida siempre es dura. La vida de las ricos, de los fulanos llenos de mosca, de palacios, de choferes, de rubias y de merca, la vida de los pitucos es dura. La vida de las ratas también.

Esta distancia de La Rata hacia el medio en el que se mueve permite que el espacio de la novela vaya más allá de Puerto Apache y abarque, de manera lúcida y original, toda la ciudad de Buenos Aires -incluso la ciudad de Rosario-.

Esta ciudad no puede imaginar otra cosa. La forma de transformar el plomo en oro es quemando arbolitos y jodiéndole la vida a los patos. Reventar reservas, parques nacionales, tierras fiscales...Nada legal.

Poco a poco, a medida que avanza la investigación de La Rata, el lector advierte que los límites entre la legalidad y lo ilegal son límites laxos. Más bien, a las esferas sociales más elevadas les resulta necesaria la presencia de aquellos que viven en la ilegalidad. Aquí entramos en el ámbito del poder en tanto algo que no se circunscribe sólo a lo jurídico y prohibitivo -si la novela hubiera tomado simplemente esa vertiente habría caído en una descripción seudo periodística-. El poder, por lo tanto, persigue la productividad. Lo que, en apariencia, por ejemplo, vendría a quebrar esta idea, la idea de la delincuencia, en realidad, no hace más que reforzarla, y es aquí donde la novela de Martini pone al descubierto las mallas del poder. Cuando habla de la delincuencia Foucault asegura que son varias las utilidades económico-política de la delincuencia. La presencia de la delincuencia permite, por ejemplo, la aceptación social del control. cuanto más delincuentes haya, más crímenes habrá, cuanto más crímenes, más miedo habrá en la población, y cuando más miedo haya, más aceptable, e incluso deseable, será el sistema de control policial. De ahí la presencia del tema de la delincuencia en los medios de comunicación. Otra de las utilidades de la delincuencia, según Foucault, es la utilidad económica pura: El tráfico de armas, el tráfico de drogas, en síntesis toda una serie de tráficos que, por una razón u otra, no pueden ser efectuados directa y legalmente en la sociedad, pasan por la delincuencia que de esta forma los asegura. Por ejemplo, quien está en la cima de la organización en la que trabaja el personaje de La Rata es un ex diputado. Lo otro social, aquello que al principio resultaba ajeno, ubicado en el margen de la sociedad y sin ninguna relación aparente, lo desprendido e inservible, aquello que no pertenece, en realidad es funcional al sistema. ¿Quién necesita a quién? ¿Quién resulta una amenaza para quién?Así que dejamos el auto en el estacionamiento de un restaurante de Puerto Madero. El encargado es amigo de Cúper. No hace falta que vayamos a comer al restaurante. Es un boliche lleno de caretas, ex funcionarios, algunos productores de TV, tipos enriquecidos a costillas de todos nosotros, merqueros y vividores de calañas diversas y estirpes múltiples. O sea, un paraíso argentino. La delincuencia misma se convierte en una producción: la producción de la miseria misma:

En Palacio Apache, hoy, se reúne la Primera Junta. También los delegados del barrio. Y los jefes de los mendigos rusos, húngaros y kosovares que hablan castellano. Se reúnen para hablar con los capos de las organizaciones que los contratan y que entran a Puerto Apache nada más que para eso, para negociar con los mendigos: Hay que poner más chicos en la calle, los pibes tienen que ser más rubios, las minas tienen que estar bien vestidas, los tipos también, hay que ser respetuosos, pedir con dignidad, ésta es una nueva generación de mangueros, les enseñan los capos a los jefes de toda esta gente que nade sabe de qué barcos se bajan pero que se nos fueron amontonando acá sin que nadie se diera cuenta

Puerto Apache no es un espejo de la sociedad sino que ese emplazamiento marginal es una parte de la sociedad. Los límites entre el adentro y el afuera se diluyen.

Cruzar los cordones de seguridad de la policía es como pasar de un sistema a otro con la idea de que ninguno de los dos te arregla las cuentas pendientes.

Podría decirse que en la novela Puerto Apache, Juan Martín analiza los mecanismos de poder y descubre aquello que la sociedad niega. Quizás sea ese el motivo por el que La Rata tiene esa particular relación con el lenguaje, una relación de fascinación y de desconfianza a la vez: si bien un cierto manejo de la lengua le otorga la posibilidad de distanciarse de la situación, a la vez, ese lenguaje que se habla fuera de Puerto Apache, es un lenguaje que miente -al simplificar demasiado- y lo descalifica; aquel otro lenguaje, aquel lenguaje que, a priori, no le pertenece a La Rata sino que es el lenguaje del adentro de la sociedad, es el mismo lenguaje que busca codificaciones sencillas para abordar problemas complejos. Así se cae en las dicotomías a las que la novela escapa: ricos / pobres, legal / ilegal, propietarios / villeros, buenos / malos, etc. La novela, publicado en el año 2002, o sea, al año siguiente de una de las mayores crisis económicas vividas por el país, escapa a los esquemas fáciles y desarrolla -sostenida en la tensión de la trama que propone la búsqueda, por parte del narrador y protagonista, de aquel quien lo traicionó y, a su vez, de él mismo- un amplio plano de la ciudad y sus lógicas actuales.

Bibliografía

Foucault, Michel, Las mallas del poder, Estética, ética y hermenéutica, Obras esenciales Volumen III, Editorial Piados Básica, 1999. Martini, Juan, Puerto Apache, Editorial Sudamericana, 2002. Martini, Juan, El cerco, Editorial Bruguera, 1977. Martini, Juan, La vida entera, Editorial Norma, 2006. Entrevista a Juan Martini en el diario La Voz del 21 de Noviembre del 2007.

 

Pour citer cette ressource :

Martin Lombardo, "«Puerto Apache» de Juan Martini", La Clé des Langues [en ligne], Lyon, ENS de LYON/DGESCO (ISSN 2107-7029), mai 2008. Consulté le 18/04/2024. URL: https://cle.ens-lyon.fr/espagnol/litterature/litterature-latino-americaine/la-dictature-dans-la-litterature/puerto-apache-de-juan-martini